Eso espero de vosotros

Este es mi primer escrito del curso académico 2004-2005, dejando de lado la carta que acompaña al programa de la asignatura. Y espero que a éste le sigan unos cuántos más que irán constituyendo mi particular «Cuaderno de Bitácora».

Me puse a escribirlo al descubrirme pensando en vosotros. Seguramente porque entre los «emilios» que recibí había uno de la Facultad en el que se me recordaba que el curso se iniciaba el día 20.

¡Sorpresa! Lo había preparado para la semana siguiente ya que sucedía así otros años; bueno, tenemos dos días más que los necesitábamos.

Andaba preocupado porque no os había tenido presentes hasta hoy. Ya sé que me diréis, ¿y qué importa? Pues sí. Y mucho. No poder teneros presentes, aún sin conoceros, supone que no tenía espacio en mí para vosotros. ¡Podríais haber venido y yo sin esperaros! Esto suele ser grave. Ya sé que se os antojará raro, pero ¿os imagináis a una pareja que esperan un hijo y que a lo largo del embarazo no piensen, sueñen, se lo imaginen, le pongan nombre o nombres…., os lo imagináis? Si así fuere, sería grave; de veras, significaría que no hay espacio mental en ellos para el bebé.

Me estoy imaginando dos tipos hipotéticos de alumnos. Unos, se matriculan del curso, eligen una serie de asignaturas basándose en los horarios y créditos que les quedan, se enteran de su horario y vienen a clase el primer día. Se sientan y… a esperar a ver qué.

Otros, se matriculan, eligen una serie de asignaturas según lo que la famosa «radio makuto» les ha ido informando a lo largo de los años anteriores, se enteran del horario, se imaginan cómo será el profe, la materia, lo que harán, y vienen a clase el primer día. Se sientan y… a esperar a ver qué vamos a hacer ahora.

Son dos grupos hipotéticos, claro. ¿qué se os ocurre en relación a estas dos, diríamos, actitudes?

Creo que en el primer caso, absolutamente legal y legítimo, claro, el alumno es una persona que viene a realizar unos estudios y a obtener un título que es el reconocimiento oficial de los estudios realizados.

En el segundo caso, es una persona que viene a realizar unos estudios y a obtener un título que es el reconocimiento oficial de los estudios realizados, y que utiliza los espacios lectivos para saber de su profesión, de lo que podría ser su vida a partir de este mismo momento, que está ávido de saber cosas con las que lidiar las situaciones que se le presentan.

No hace falta que os diga que me siento más cercano del segundo que del primero; aunque también entiendo al primero. ¡Cómo no, si he sido estudiante! Pero creo que en este caso, en el del estudiante-trámite, la responsabilidad no es enteramente del alumno.

Enteramente, digo. Algo de responsabilidad tiene. Pero hay otra parte de la responsabilidad que recae en quienes a lo largo de muchos años, desde sus padres y hermanos hasta profesores y amigos, no le han enseñado que lo más importante no es la titulación, sino la preparación. Que el valor (la única herencia que podemos dar a quienes nos siguen) es un montón de conocimientos y experiencias de vida. Experiencias que os sirvan para vivir mejor y para hacer que quienes estén a vuestro alrededor, la sociedad a la que pertenecéis, crezca.

Pensaba en vosotros y me imaginaba un grupo mayormente femenino. Faltan hombres en esta profesión. Y no es porque sea especialmente machista, no; pero creo que una profesión como esta en la que la presencia de la mujer es mayoritaria, queda coja de la presencia masculina. Las personas no sólo acudimos a un psicólogo como figura técnica que ayudará a resolver determinados problemas o dificultades. Esto lo puede hacer tanto una mujer como un hombre. Acudimos a un psicólogo porque más allá de un técnico, es una persona con la que voy a establecer una serie determinada de vínculos, se va a establecer una particular relación, y ésta requiere que pueda elegir si prefiero que me atienda un hombre o una mujer.

Y no porque una es mejor que el otro o viceversa.

Sencillamente es diferente. Una mujer tiene unas sensibilidades que facilita unas determinadas articulaciones afectivas diferentes a las que propicia un varón. Somos diferentes. No estoy hablando como seres humanos, o mejor, como miembros de una sociedad en la que todos tenemos iguales derechos y deberes. No, no estoy hablando de esto.

Estoy hablando de las identificaciones que todo ser humano precisa para su desarrollo, y en este caso, su desarrollo psicológico; que no son las mismas con un hombre que con una mujer. Si pienso en mí mismo, por ejemplo, la figura de mi padre no es la misma que la de mi madre. Cada una me ha a portado y aporta elementos diferentes. De cada una he adquirido aspectos que complementan mi forma de ser y de pensar, de sentir y de comportarme. Creo que si lo pensáis desde este punto opinaréis más o menos lo mismo. Y de la misma forma que no es lo mismo que el grupo sea mayoritariamente femenino o no, tampoco lo es que el profesor sea hombre o mujer. Repito, no me refiero a qué es mejor, sino que señalo la diferencia.

Y me imagino también un grupo relativamente numeroso. Una cuarentena de personas. Cierto que el número de alumnos que elige una asignatura, más allá de otras consideraciones como el horario, la adecuación curricular, etc., parece indicar el grado de aceptación de una determinada asignatura o profesor. Desde este punto de vista un grupo más numeroso alimentaría una cierta sensación de mayor aceptación. Pero un grupo como el que me imagino, es el que suele aportar grandes satisfacciones. Su tamaño permite un manejo de situaciones más ágil del que sería un grupo mayor; y posibilita otras que un grupo menor no lo permitiría.

Así es como os imagino

Tampoco sé en qué aula nos tocará trabajar. Ni si siempre será la misma o no. Preferiría que no hubiese cambios de espacio. Y puestos a pedir, desearía que el horario fuese siempre el mismo, ya que ayuda a nuestra organización mental. Lo mismo sucede con los pacientes. Y os sucederá a vosotros. Todos los aspectos que tienen que ver con el marco físico en el que trabajamos, en la medida en que se mantienen estables facilitan la labor asistencial, o docente. Pero sé que no siempre es posible. Trabajaremos como podamos.

Y trabajaremos en grupo. No sé cómo lo viviréis eso de trabajar en grupo. Quizás por ahí es por donde entran parte de mis miedos. ¿Cómo me entenderé con vosotros? ¿Nos entenderemos? ¿Seré capaz de adaptarme a vuestras necesidades? Si bien no estoy para satisfacer voluntades de forma gratuita, ¿Cómo me las apañaré para que todos saquemos el máximo provecho de este espacio? ¿Seremos capaces de establecer entre nosotros una corriente de pensamiento suficientemente amplia para que todos quepamos? ¿Habrá gente procedente de otros lugares de España, del mundo? ¿Cómo nos integraremos unos con otros?

Podría seguir con un abanico amplio de cosas que, quizás no me dan miedo en tanto tales, pero si me generan suficiente preocupación.

Os he hablado un poco de algunas expectativas (las referidas al grupo, a todos vosotros) y de alguno de mis temores, o preocupaciones. Pero deseo añadir otro aspecto: ¿qué espero del grupo, de todos y cada uno de vosotros? Es complejo explicar lo que me gustaría conseguir.

Que consiguiéramos.

De entrada me gustaría que fuésemos capaces de tenernos confianza; la suficiente como para poder hablar desde cada uno de vosotros de las diferentes cosas que irán apareciendo. Mirad, tal como planteo la asignatura, pretendo que seamos capaces de considerarnos lo suficientemente mayores como para poder hacer lo que hacemos los que nos dedicamos a la clínica: hablar. Hablar no para convencer al otro de lo que pienso, sino para que mis pensamientos no queden en el retortero de mi cerebro. Hablar como fórmula, vieja fórmula, para que el pensamiento fluya. Cada uno de vosotros, el grupo como totalidad, las diferentes constelaciones de personas que lo constituimos, posee fragmentos de lo que podríamos llamar «la realidad que pensamos». Pero ésta realidad sólo se va a poder ir manifestando si somos capaces de ir aportando los diferentes fragmentos de que se compone. Y eso es justo lo que espero de vosotros. Que seamos capaces de crear una atmósfera de cuidado, de confianza, de fiabilidad suficientes como para que podamos permitirnos el placer de ir reconstituyendo ese pensamiento de todos.

El grupo no deja de ser una buena metáfora del funcionamiento de la mente, de la psique humana. Como metáfora, nos va a posibilitar, si así lo deseamos todos, ir comprendiendo la complejidad del ser humano. Tanto desde su individualidad como de su aspecto social, colectivo. No penséis que somos tan libres como para poder decir lo que queramos; en realidad esto no sería propiamente libertad. Libertad, en el seno del grupo (como en el seno de la sociedad) sería la posibilidad de poder ir aportando cada uno su grano de arena a lo que es la colectividad. Si no tenemos esa posibilidad, no somos tan libres. Y veremos, eso espero, cómo muchas dificultades derivan, precisamente de nuestra condición social; otras, claro está, de nuestra naturaleza individual. Creo que la posibilidad que tenéis, tenemos, de poder ir aprendiendo de la propia experiencia participativa, del diálogo con los textos, del diálogo con vuestros compañeros y del que establezcamos como grupo, con sus dificultades, este aprendizaje es único.

Esto es lo que espero de vosotros. Y me imagino que cada uno espera otras cosas, claro. ¿qué esperáis? ¿qué expectativas tenéis? ¿qué temores o preocupaciones? ¿qué miedos? Esto es precisamente el núcleo de nuestro trabajo, tanto en la clínica como en el mundo organizativo. Si somos capaces de ir tejiendo entre nosotros una red de comunicaciones lo más libre posible, una red de comunicaciones en la que todos podamos irnos sintiendo partícipes de lo que hacemos, entonces el curso habrá sido un éxito, y un gran placer.

Bueno, dejo aquí el fragmento de mi Bitácora.

Espero poder leer vuestros cuadernos, pronto.

Un abrazo

 

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