Algunas pautas para escribir un artículo

Ante las dificultades que observo en vosotros en la redacción de artículos con aroma científico, he pensado que posiblemente os puedan ayudar una serie de pautas que creo que rigen unos mínimos exigibles. Tomadlas como puntos de referencia, no como verdades absolutas. Cierto es que cada autor tiene su propio estilo, pero dentro del marco de la comunidad científica, creo que hay unos mínimos compartidos. Trataré de exponeros los que considero básicos.

  1. Un artículo no es una redacción. A diferencia de ésta, se sustenta en referencias bibliográficas o en citas; y aunque puede contener opiniones personales, éstas deben sustentarse en las de otros autores y, en caso de que sea factible, en la propia experiencia.
  2. A más palabras, mejor. Eso es un enorme error. Recordad el refrán: lo bueno, breve, dos veces bueno. Está muy extendida la idea de que 20mil palabras es mejor que 5mil. Mi experiencia me dice que es más difícil el de 5mil. Para reducir un texto tenemos que agudizar nuestro ingenio para decir lo mismo pero de otra forma más breve.
  3. Para escribirlo, la primera cosa que debemos tener clara es la idea. Qué idea queremos desarrollar, qué tema. Cuanto más claro tengamos el tema, más fácil nos resultará confeccionar un artículo. Y podemos escribirlo sobre cualquier cosa que nos llame la atención, que nos seduzca lo suficiente como para profundizar en él. Aquí ya se nos abren algunas alternativas.
    Que sea un tema general, tipo «la comunicación no verbal en los grupos».
    b. Que sea el estudio de un tema más específico, tipo «la transferencia grupal».
    c. Que sea la profundización de un aspecto de un autor concreto, tipo «La relación asistencial desde C. Rogers».
    d. Que se proponga la relación existente entre dos grupos de ideas, como «la comunicación no verbal en pacientes toxicómanos».
    En estos cuatro casos hay aspectos diferenciadores, pero hay otros que son comunes. Vayamos a por los comunes.
  4. Una vez tenemos clara la idea o el tema sobre el que vamos a trabajar, conviene pensar qué otras ideas están relacionadas con esta principal. De forma que si bien el tema o idea básica es el eje en torno a la que se va a desarrollar el trabajo, éste precisará del ropaje suficiente como para vestir la idea básica. Una de las fórmulas que resultan operativas es la que denomino San Salvador 2003.
  5. La fórmula San Salvador 2003 propone lo siguiente:
    En una hoja dibujamos una silueta humana que a ser posible que ocupe la mayor parte de la misma.
    b. Sobre esta hoja y figura, vamos poniendo palabras que provienen de la idea principal de nuestro trabajo. Estas palabras pueden estar, lógicamente, en cualquier parte de la hoja, y por lo tanto afectarán también a la silueta.
    c. Una vez escritas en esta hoja una variedad importante de palabras asociadas a la idea básica, busquemos enlazar algunas de ellas de forma que afecten a zonas diferentes de la hoja, y a ser posible, a partes diferentes del cuerpo humano dibujado en ella.
    d. Enlazando estas palabras aparecen nuevas ideas que se articulan con la idea principal. Estas ideas pueden acabar dando forma a nuestro trabajo.
  6. Con el material que deriva del ejercicio anterior confeccionamos un esquema. Éste tiene como función principal organizar las ideas con una secuencia lógica, tratando de articular desde la idea central, las diversas ideas complementarias que la arropan. Básicamente este esquema se inicia con un planteamiento de lo que queremos estudiar, sigue con un desarrollo de la cuestión, y finaliza con una conclusión o desenlace. Este esquema servirá para dos cosas:
    Para ir guiándonos en el desarrollo del texto.
    b. Para confeccionar el índice del mismo.
    6. Tenemos ya la idea principal y algunas ideas secundarias con las que organizar nuestro trabajo, y tenemos también un esquema general con el que ir progresando en nuestro proceso de pensamiento escrito. Ahora toca la parte de apoyos.
  7. Los apoyos provienen de dos fuentes principales, o quizás tres.
    La primera es la bibliografía que disponemos. Esta incluye no sólo los libros a nuestro alcance sino que también a artículos de revistas especializadas:
    i. Los libros: suelen contener las ideas del autor del mismo, o las de varios autores que colaboran en la organización del mismo. O reúnen el conjunto de teorías que existen entorno una temática. En cualesquiera de estos casos, siempre tendremos un nombre, un año de publicación, una página en la que aparece la idea que nos sirve de apoyo argumental, un título del libro y una editorial sita en alguna ciudad del mundo. Todo esto es información importante par localizar tu cita.
    ii. Las revistas
    b. La segunda de nuestra experiencia profesional, si la tenemos y mínimamente suficiente. Evidentemente, a más experiencia profesional más peso tienen nuestras opiniones
    c. Ejemplos provenientes de situaciones laborales, clínicas, sociales, educativas…
  8. Una vez disponemos de los apoyos que consideramos oportunos, trazamos el esquema de nuestro trabajo. Este debe mantener una cierta lógica argumental de manera que el lector no se pierda por entre las ramas del texto: planteamiento, nudo y desenlace suelen ser las tres partes fundamentales. En este esquema y sobre todo en la forma en que será abordado, debemos considerar el contexto en el que va a ser presentado: no es lo mismo si lo pensamos para una revista divulgativa, para un congreso, o para una asignatura determinada. El contexto al que va dirigido el trabajo también interfiere en él.
  9. Redactamos pensando que quien nos lee no necesariamente tiene que saber del tema; por lo que debemos ir guiando su pensamiento de forma que no vayan apareciendo dudas respecto a la terminología que empleamos, a las diferentes ideas que emergen. Si aparecen conceptos, bueno es definirlos. En dicha definición aconsejo el uso del diccionario y en especial del etimológico. Pero por supuesto las definiciones que dan otros autores (para esto necesitábamos, por ejemplo, los apoyos).
  10. Cuando en el texto usamos los apoyos que tenemos debemos hacerlo de manera que quien nos lea pueda localizarlos. Es decir, si cito a un autor, el lector podría querer consultar esta cita por lo que debo suministrar la información necesaria para que le sea fácil. Así, por ejemplo, «en el empleo de técnicas de escritura, bueno es disponer de un eje que a modo de herramienta para recordar cosas (Atxaga, B., 2004:62), pueda mantener mi discurso» En este fragmento he incluido una cita «herramienta para recordar cosas» que me la aportó Atxaga. B. Este autor es un escritor que aparecerá, necesariamente, en la bibliografía que voy a poner en el texto, en el trabajo que escribo, y que os informará que en el año 2004, publicó un texto (Atxaga, B., (2004), el hijo del acordeonista, Alfaguara, Madrid), en cuya página 62, encontraréis la frase «herramienta para recordar cosas» Estos apoyos son «citas».
  11. En otras ocasiones no reproducimos una frase de un autor, sino que tomamos ideas que aportó en uno o varios textos, y por las que suele ser reconocido. En este caso, como no reproducimos su frase sino que aludimos a una idea que nos aportó en su momento, basta señalar el nombre y el año en el que dicha idea fue publicada. Por ejemplo, «Las características de esta escala habían sido señaladas en un trabajo remitido previamente a los diversos centros sanitarios que colaboran; pero en síntesis podemos recordar que según el propio autor así como algunos otros, este cuestionario presenta una alta fiabilidad y validez» (Friis, D. 1986 a ,b, c , ; Dauwalder,J.P. ; Chabloz, D.: Chappuis, J.M. 1978 a , b ; Moos 1967 , 1968 , 1969 , 1970 ). Con estas referencias, cualquiera puede acudir a los artículos señalados para encontrar referencias respecto la «alta fiabilidad y validez del cuestionario». Es decir, la idea que subyace es que siempre quien nos lee pueda localizar el trabajo que nos está sirviendo de apoyo al nuestro.
  12. Entonces ¿qué tenemos? Tenemos un texto que sigue un esquema, y por lo tanto, una línea llamémosle argumental. Este texto viene aderezado de referencias y citas; pero también de lo que nuestra experiencia nos informa, o de lo que deducimos y vemos de situaciones que hemos observado. Situaciones que plasmamos de alguna manera en el texto que estamos escribiendo.
  13. Los apoyos deben poder ser trabajados. Es decir, «la idea de fiabilidad alude a que este cuestionario mantiene sus valores independientemente de las condiciones en las que lo pasemos, por lo que puede ser utilizado en nuestra investigación». Esto es aclarar la idea, idea que puede ser más elaborada. Por ejemplo, «la herramienta para recordar cosas» alude a un instrumento que el escritor dispone para ir enlazando una idea con otra, no perdiéndose en derivaciones que alejarían su discurso de la idea principal. De esta forma, sucede en el pensamiento: las ideas secundarias quedan relegadas a la importancia que tienen en relación a la idea princeps que se quiere transmitir».
  14. Ya en la redacción debemos considerar que la introducción no es un resumen. Es como si se tratara de un pequeño aperitivo con las ideas que nos acercan al tema que desarrollaremos posteriormente. En este aperitivo trataremos de que el lector pueda hacerse a la idea de qué es lo que vamos a explicarle a partir de ahí. De esta forma le evitamos un sumergirle, de pronto, en temáticas que desconoce. Esta introducción es el planteamiento del tema.
  15. Tras el planteamiento vendría el nudo. Consiste en el desarrollo puro y duro de la cuestión que estamos tratando. Ahí el esquema que previamente hemos confeccionado, nos va a resultar muy útil. Con él vamos a poder definir el o los conceptos que trabajamos, descomponer las partes en que están constituidos, aportar las opiniones de otros autores respecto estos conceptos o análisis de las cosas, articular las diferentes partes para que el lector pueda hacerse una idea clara de lo que le estamos transmitiendo.
  16. Tras este apartado, viene lo que sería el desenlace: es decir, las conclusiones a las que hemos podido llegar a partir de nuestro razonamiento y con la compañía de los apoyos que hemos utilizado.
  17. En todo este proceso debemos considerar, creo, una cosa básica. El lector no tiene por qué saber del tema. Por lo tanto habrá que cuidarlo de manera que los procesos mentales por los que inevitablemente va a tener que pasar para la comprensión de lo que queremos transmitirle, sigan una secuencia lógica y comprensible. Todo texto no deja de ser una relación con el lector.
  18. En ocasiones es bueno introducir ejemplos. Estos deberían aparecer de manera que se vea que lo son. Pueden provenir de nuestras experiencias profesionales (confidencialidad, ante todo), o de nuestras experiencias personales; en este último caso quizás el recurso de impersonalizarlas puede ayudar a nuestra autoprotección. No siempre el lector es alguien de nuestra plena confianza, y conviene cuidarnos también en ello.
  19. Ahora vayamos a los cuatro tipos de trabajos que he enunciado en el punto 2.
    Si se trata de un tema general, conviene articular bien el esquema de trabajo; así evitaremos perdernos en divagaciones que no hacen sino perder a quien nos lee. Ir de lo particular a lo general, o de lo general a lo particular, son dos técnicas aceptables. Lo que ya no lo es, es el pasar de uno a otro y de otro a uno indistintamente en el mismo artículo.
    b. Si se trata de un tema específico, conviene documentarse. Sólo profesionales de larga trayectoria y reconocimiento pueden osar tratar un tema específico sin documentación concreta. Pero para el resto de los mortales, documentarnos y cuanto más mejor, nos ayudará a conocer el tema que queremos desarrollar. Y para este documentarse tenemos bibliotecas y hemerotecas.
    c. Si lo que hacemos es profundizar en un tema de un autor, o en un autor concreto, debemos utilizar más de una de sus obras. Es difícil poder profundizar en un autor son sólo una de sus obras. Se supone que profundizar conlleva ver la evolución de su pensamiento en un área concreta, y esta evolución, por lo general, la podremos observar en varios textos, no en uno. Otra alternativa, lógicamente, es contar con las aportaciones de otros estudiosos de su pensamiento. Ello también es válido por cuanto me informo de análisis y estudios de otras personas, por lo que el aprendizaje es más rico.
    d. Finalmente, si el trabajo supone dos, y en ocasiones, más de dos temas, hay que considerar la teoría de conjuntos. Estamos ante la intersección de dos o más conjuntos de ideas o aspectos; por lo que tendremos que definir, primero, cada conjunto (“comunicación no verbal”, “pacientes toxicómanos”) y luego ver la intersección, es decir, lo que hay de común en ambos grupos de ideas. O más, si nos atrevemos a trabajar más conjuntos.
  20. Una vez redactado el texto, completado el trabajo, viene un apartado delicado. Su presentación. Parece que todo trabajo tiene, de entrada, un título. Pero este título tiene que corresponder a lo escrito, y redactarlo de manera que quien vaya a leerlo, capte la idea general de lo que se va a encontrar. Una vez determinado el título, deberá constar el autor o autores. El orden creo que debe venir determinado por el grado de vinculación que cada autor ha tenido en la obra. Entiendo que hay quien prefiere el orden alfabético; pero esto no hace justicia sobre todo si se considera que el lugar que uno ocupa en una publicación pesa diferente en su C. V. En ocasiones es bueno, al final del trabajo, poner la dirección por si alguien desea ponerse en contacto con el autor principal.
  21. La presentación debe ser discreta. Esto no es un carnaval. No es cuestión de demostrar nuestras habilidades en el diseño de portadas. Ni nuestro dominio del Power Point, o del Page Marker. No, es un trabajo con pretensión científica. En este sentido, una letra legible, un interespaciado cómodo (por lo general 1.5), unos márgenes discretos, un diferenciar lo que son títulos de apartados, de sus subapartados, texto a una sola columna… Y sobre todo, sobre todo, cuidar la redacción y la ortografía. Y no siempre el corrector de textos corrige lo que debe corregir. Cuidar este extremo beneficia la estética y la lectura. Y no dañamos la visión del lector.
  22. El texto requirió de bibliografía. ¿Qué bibliografía pongo? Sólo la utilizada. No es cuestión de hacer una búsqueda bibliográfica como fórmula para ampliar la bibliografía. Sólo la que se utilizó. Y si hemos utilizado citas incluidas en textos que utilizamos, señalar su procedencia. Y ordenarla alfabéticamente, no por orden de aparición. Aquí posiblemente haya discrepancias. Las normas APA no son las mismas que las Vancouver.
  23. ¿Encuadernación? Depende del contexto, de la longitud del artículo; pero en extensiones de hasta 6000 palabras, en principio no lo recomiendo. Una grapa en uno de sus ángulos, por ejemplo, es una forma correcta de presentación. El resto puede ser una parafernalia que acabe molestando o distrayendo al lector.
  24. Y una vez aquí, ¿qué? Os aconsejo una cosa: dejadlo macerar, dormir, no lo entreguéis todavía. Sí, ya sé que me diréis que no hay tiempo. Creo, sinceramente, que es un problema de organización y de prioridades. Es cuestión de ir aprendiendo a sacar tiempo al tiempo. Fue una de las cosas que más agradezco a quien ha sido mi patrón profesional. Aprender a no perder el tiempo, a sacarle partido a momentos muertos que tenemos a lo largo del día. O sea, hay que dejar dormir al trabajo. Así os distanciaréis de él. Y pasados unos días, leedlo. Leedlo con tranquilidad y opinad, modificad lo que creáis que puede facilitar la lectura y comprensión. Pero para ello se precisa dejarlo reposar, dejarlo varios días ahí, como perdido.
  25. Alia jacta est.

 

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