Muchas dudas

Una vez concluidos una serie de trámites que inesperadamente me he visto presionado a realizar y que han tenido la fuerza de paralizar mi capacidad de escritura a lo largo de nos días, retomo ese contacto con Uds., queridos alumnos. Varias cosas bullen en mi cabeza y que surgen no sólo del silencio al que les he sometido sino de las últimas experiencias en el aula.

El recuerdo más reciente surge de la sesión de ayer miércoles. Dos o quizás tres elementos emergieron en la clase. Por un lado, el ejercicio que consistía en colocar sobre una hoja de papel en la que había dibujada una figura humana (es parte del método Urbal-Salvador 2003, del que ya les hablaré), palabras que proviniesen de su elección de estudios, profesión y carrera. Y recogiendo una iniciativa de una de sus compañeras, intercambiamos las hojas con lo que se encontraron con dos elementos que hasta ahora no habían podido constatar en el aula: las propias articulaciones en torno a su elección, y cómo estas articulaciones, cuando provienen de quienes no participan en su confección, contrastan con las que cada uno había confeccionado. Aquí hay un elemento, pues, que es rico en tanto que nos permite, o nos hubiera permitido hablar de lo que personas ajenas a nosotros realizan ante una propuesta determinada. Ahora bien, fíjense que, casualmente, no entramos en este tema, sino que lo orillamos, dejándolo a un lado.

En su lugar emergió otro tema, no menos interesante. La cuestión económica y cómo este aspecto se articula en nuestras intervenciones. Valoré y valoro muy interesante este tema ya que, de entrada, no suele ser habitual hablar de estos temas tan terrenales, en un contexto Universitario y de Aula. Cierto que puede ser abordado en espacios quizás más reducidos (el bar, el seminario); pero hacerlo ante un grupo de cuarenta personas… Y, curiosamente, la participación fue algo superior a la que suelen tener. Y les sugerí que trasladasen lo que puede ser específicamente crematístico, a un terreno más relacional, y quizás más simbólico.

Así que les propuse una idea: ¿cómo valorarían, en términos económicos, mi actividad con Uds.? Y no es que desee una respuesta; no. Lo que deseaba es que se planteasen algo que deberán plantearse a partir de pocos meses: ¿Cuánto valgo yo? ¿Cómo me valoro, cómo me valora el paciente? ¿Qué sucede en este aspecto de la interacción económica? Porque como señaló uno de Uds., no somos una ONG.

La inversión económica en obtener, no sólo el título (es decir, el reconocimiento oficial de haber realizado y superado unos estudios), sino en formarse es elevada. Las horas dedicadas no sólo al estudio sino a la profundización de esto que llamamos «ser humano» son muchas y serán muchas, muchísimas más. ¿Cómo valoro esto y cómo se me valora? ¿Qué elementos aparecen en el intercambio económico proveniente de la relación asistencial? ¿Qué elementos entran en juego, cómo se negocia el poder, los afectos agradables y los desagradables?

Evidentemente no estábamos hablando de dinero. Estábamos hablando de las dificultades que tenemos ante un hecho tan concreto como señalar un valor. Cierto que buscaban subterfugios, «que lo indique el Colegio profesional», «que lo indique la institución para la que trabajo»; en fin, varias eran las alternativas intentando alejar de nosotros la decisión. ¿Qué hacer ante alguien que no puede pagar? ¿Los honorarios son siempre los mismos o varían en función de la persona a la que atiendo? ¿Y si es un niño? Evidentemente no se trata de resolver aquí el tema, pero les indicaba que también entre nosotros podía darse una problemática en este sentido. ¿Ponemos una cuota para todos igual, o hacemos que cada uno pague lo que pueda, o…?

También podemos pensar en las evaluaciones que realizaré de los trabajos. Esto también tiene una relación con lo crematístico: cada uno de Uds., se valora (evalúa) el trabajo, pero ¿coincide mi valoración con la del profesor? ¿cuál será mi reacción si veo que la diferencia es sustancial? ¿Este profesor, valora de forma exigente o benévola? ¿cómo serán nuestras relaciones una vez tengan mis valoraciones? ¿cómo negociaremos nuestros enfados, desilusiones, tras la primera evaluación?

¿Cual podría ser la palabra que aglutinase la sesión de ayer? Pensaba en Valoración. La del trabajo que se realiza, la del profesional que la conduce, de la participación de Uds. Esa idea, es otra de las que aparecen en la cadena de elementos que emergen en el proceso de Orientación. ¿Recuerdan las anteriores? Y digo valoración porque pasado ese período en el que hay una cierta valoración, satisfacción e incluso una cierta idealización del profesor, del profesional, emergen una serie de preguntas que tienen, como denominador común, la idea valorativa. ¿Sirve de algo lo que hacemos? ¿Tiene alguna utilidad hablar de lo que hablamos? ¿No sería mejor que se ciñera a un programa más estricto, más conciso, y se dejase de hablar de forma espontánea? ¿No sería mejor que en el grupo grande propusiera temas concretos de discusión? Estas preguntas, de matiz académico, son exactamente transportables al ámbito profesional. Y fíjense que provienen del camino que estamos recorriendo; camino que, en la etapa anterior, en el día anterior, transcurría por una zona árida.

En efecto, la sesión del pasado jueves que tenía como telón de fondo algunos aspectos históricos, transcurrió con algunas dificultades. Unas provenían del propio texto que, como ya les señalé, no puedo considerarlo mínimamente bueno. ¿Recuerdan de qué hablamos? O ¿de qué hablé? Les expliqué algo en relación con la importancia del nombre y cómo éste, marca una parte del desarrollo de las cosas. Pero estaban preocupados por el trabajo y tuve que señalarles cuatro pequeñas orientaciones al respecto.

Pero… algo aparece que genera un cierto distanciamiento de la experiencia de compartir. Posiblemente tenga que ver con los temas que emergen. La dificultad de separar psicoterapia de la orientación. Deslindar si estamos en una clase o en un especio terapéutico sería otra de las cosas que están o pueden estar entre nosotros. Como si la delimitación de estos espacios fuese una prioridad. Y creo que hay una lucha en cada uno entre si esta experiencia lectiva es una cosa u otra. De un lado debe haber ganas de un espacio personal, más de índole de la ayuda, y de otro del deseo de enmarcarlo dentro de lo exclusivamente académico. Como si no pudiésemos compatibilizar ambos extremos. Posiblemente no haya tanta diferencia entre la Psicoterapia y la Orientación. O quizás en la Orientación hay componentes psicoterapéuticos. ¿Alguna palabra concentraría esa dualidad? Quizás es un problema de delimitar lo que hacemos, en cuyo caso podríamos poner la de «delimitación» ¿qué vengo a hacer aquí?

¿Y el día anterior, el Miércoles? Porque teníamos material de sobra. Había temas como el de los tres mecanismos fundamentales, o sobre lo transferido; pero el grupo optó por aclarar el tema de la función alfa. Y lo traté de aclarar, entrando yo mismo en confusión. Los elementos que percibimos se introducen en estado bruto, en estado beta, y sólo su elaboración (la función alfa), es la que permite asimilarlos, hacerlos nuestros, integrarlos en nuestra persona. Pero… ¿de qué hablamos? Parece que hablamos de poder asimilar cosas, de una preocupación por cómo sucede eso. Curiosamente hay otro elemento que está en nuestra mente: la opacidad relativa. Y aquí creo que tuvieron un pequeño choque.

¿Miente Miquel? ¿hasta qué punto, ese grado de sinceridad de la que alardea no se trata, en realidad, de una estrategia que le permite no ser «exactamente» como es él? Como si el ser sinceros supusiera desvelar exactamente nuestras vidas al otro. Como si se confundiera un pequeño elemento: mostrarnos tal y como somos quiere decir ser personas y no profesionales que «conducen» sus aspectos personales al servicio del paciente. Como si cuando un paciente me dice que «Soy del Barça», mi única salida fuese contestarle desde mi auténtica realidad y decirle «Pues yo del Madrid». Lo que sucede es que si le digo que soy de otro equipo (o del mismo), fuese una declaración exacta de mi DNI, olvidándome, en el caso de hacerlo, de que ahí estoy como profesional y no como su amigo.

No, Miquel no miente. Pero ese Miquel que conocen muestra la misma opacidad relativa que me permite estar muy cerca de todos Uds., y al tiempo preservarme y preservarles de mí mismo. Pero opacidad adaptativa (la prefiero a la relativa) no es lo mismo que «distancia fóbica» en la que parece que algunos se colocan. ¿qué palabra colocarían? Qué tal «¿quien es ese?»

Con esto tienen tres elementos nuevos y que constituyen parte de la cadena de elementos que definirían el proceso de Orientación: ¿quién es ese?, delimitación y valoración, podrían ser esos eslabones.

Seguiremos hablando.

Un saludo

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