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Reconozco que me está siendo bastante más difícil acabar este número que los anteriores; y debe de ser porque es el último, al menos el último de esta primera etapa. Y tras esta, vendrá otra. Diversas circunstancias me han llevado a tomar la decisión de finalizar el compromiso que he querido mantener con todos vosotros, los suscriptores y los que de forma individual han mostrado interés por este proyecto que nació en 2010. A todos, mis más sincera gratitud, ya que sin lectores no hay publicaciones.
La ilusión por crear una revista venía de lejos y sé que sus raíces alcanzaban zonas de mi niñez, vinculadas con mi familia materna, y también con el trabajo de mi padre. Pero más allá de las raíces que siempre han nutrido mi vocación editora —no tengo porqué olvidar ni los boletines y la revista que impulsé en mi actividad montañera cuando contaba con quince años, ni los orígenes del Boletín de la Asociación de Psicoterapia Analítica Grupal, cuya responsabilidad llevó a cabo con una gran entrega mi amigo Florencio Moneo—, más allá de esas raíces, como decía, ha habido un empeño por facilitar y promover que mis compañeros, que las personas que se han dedicado y se dedican a la psicoterapia de grupo, y quizás más específicamente a la grupoanalítica, y también que aquellos profesionales que están en formación tengan la ocasión y el apoyo para publicar sus trabajos. Y junto a ese empeño, la ilusión de posibilitar, a quienes han estado presentes como editores invitados, de que tuviesen esta experiencia, que al mismo tiempo —y esto no deja de ser lícito— dilata su currículum.
Sabía de las dificultades que tiene toda prensa científica y en especial de las de psicoterapia de grupo, pero la ilusión y el convencimiento de disponer de más apoyos que el de los suscriptores me animó a lanzarme a esa aventura. Sabía de la existencia de muchos profesionales que se están formando en este terreno y abrigué la esperanza de que la acogida iba a ser la adecuada. Pero los tiempos de crisis generalizada que afecta no solo a la economía sino a todo un conjunto de valores y actitudes, fundamentalmente a la curiosidad y a los deseos de saber y compartir, no han acompañado suficientemente. Está claro que la cultura no está de moda. El énfasis que se pone en lo económico (que los hospitales sean rentables, que las revistas también lo sean, al igual los proyectos asistenciales…) es, a mi modo de ver, totalmente excesivo: no facilita que quienes de- sean formarse, escribir o publicar lo puedan hacer. Y siendo así, desaparecen revistas, se bajan los niveles de lectura y solo se adquieren aquellos productos que por su acompañamiento mediático resultan atractivos (independientemente de su valor).
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