Confusión grupal y social

 

Dr. Sunyer

 

En realidad es el tema que nos corresponde al próximo día, pero apareció hoy con parte de su fuerza. Y es que el grupo de hoy fue complejo. Por lo que percibí, el aire se cortaba con una cuchilla. Había tensión, mucha tensión. Y los componentes del grupo, en su inmensa mayoría, salió con tensión.

Había ganas de marchar, de escapar de la situación, de aburrimiento, sensación de no haber conseguido nada, de impotencia frente a una situación compleja. Incluso algunos intestinos expresaban el malestar y la tensión. Y el enfado y el bloqueo mental en el que muchos os veíais atenazados os impedía (nos impedía) remontar la situación. Pero ¿qué paso?

No resulta fácil escribir sobre esta experiencia. Sobre todo porque cualquiera puede verse reflejado en ella aunque no me refiera a nadie en concreto. Solo trato de ayudar a aclarar conceptos y a aclarar mi mente.

¿Recuerdan lo que les dije del equipo directivo y de la mente grupal? En este caso, me corresponde parte de la función elaborativa, que es la que debe realizar todo equipo. Y en ello debe invertir tiempo y esfuerzos personales. Pero conviene que hablemos del tema, y sobre todo, que podamos reflexionar para poder comprender lo complejo de la Orientación Psicológica en contextos organizativos, contextos grandes. Estas misas situaciones se dan en las empresas y organizaciones. También en las familias y otros grupos humanos.

 

Les dije que uno de los efectos que tiene el grupo grande sobre las personas es que nos empequeñece. Nadie, en una organización, en un contexto grande, puede jactarse de que es grande: todos nos sentimos pequeños, diminutos, ínfimos. La intensidad de los elementos proyectados sobre el grupo es enorme. Un comentario, una opinión, toman una relevancia inusitada. Piensen, por ejemplo, en lo difícil que resulta transmitir una idea o una noticia sin que sea desvirtuada, modificada en su contenido o su importancia. Les recuerdo, por ejemplo, su experiencia de asamblea y huelga posterior: un comentario cualquiera tomaba una dimensión que en nada se correspondía a lo dicho. O, cambiando de tercio, cómo corre cualquier comentario realizado en un contexto grande y cómo se sobredimensiona, deforma, altera su intencionalidad. Esto es un efecto del grupo grande. Un estornudo en una Iglesia parece un terremoto. Todo aumenta de tamaño; y nosotros nos sentimos absolutamente disminuidos ante ello.

En este contexto aparece la posibilidad de reflexionar, repito, reflexionar, sobre la idea de «madre» o sobre otros conceptos que aparecen posteriormente en el contexto grupal. Y el inicio es cauto, dentro de unos límites en los que creo, podemos pensar y reflexionar. Y pronto comienza a adquirir una dimensión que sobrepasa lo que pudiéramos denominar encadenamiento de reflexiones y sugerencias, y se ubica en un terreno confuso y confusionante. Y esta confusión surge, básicamente, al querer delimitar el concepto. Al querer decir que una mesa es una mesa, y casi más concretamente, «esta mesa»; el pensamiento grupal se paraliza.

 

Entramos en confusión.

 

Es una de las vías por las que la confusión se adueña del grupo. Pretender delimitar el significado conlleva la paralización de la capacidad de pensar. Ello me lleva a pensar en el tema del significado y el significante. Y en el momento en el que en el contexto del grupo grande, se desea delimitar el significado lo que estamos haciendo es paralizar la cadena asociativa que toda voz genera. Al limitar el significado y uno sólo a un único significante, la palabra pierde su poder comunicativo. Ya no hay capacidad de simbolización. Entre significado y significante desaparece la línea de separación, Se fusionan uno y otro y el pensamiento, concreto, paraliza el proceso elaborativo. Una mesa, en esta situación, sólo es esta mesa. Si alguien quisiera paralizar el pensamiento, y eso lo saben hacer muy bien los políticos, basta con que se empeñen en delimitar el significado de las palabras.

La palabra muestra los dos filos: el de la comunicación y el de la incomunicación. Y este fenómeno lo podemos ver tanto en las reuniones de vecinos (cuando aparece el que trata de delimitar exactamente qué se entiende, por ejemplo, por «actuación de mejora del edificio», hasta las discusiones parlamentarias, las cumbres políticas y económicas y un sin fin de situaciones grupales todas. Esta es una de las vías à través de las que penetra la confusión en un grupo: la delimitación del significado.

 

En efecto, si una de las características que define el pensamiento grupal, y en especial el que se da en el grupo grande, es la proliferación y articulación de significados derivada de las diversas interpretaciones que cada uno de los miembros aporta, la delimitación del significado atrapa, elimina aquella articulación. El pensamiento ya no es grupal sino que tiende a pensamiento único. Ello, que es propio de las sectas, lleva a la confusión, a la anulación del sujeto y al enanismo psíquico.

Junto a este aspecto aparece otro. En un trabajo que publiqué en mayo del 2001 indico que uno de los elementos con los que un grupo entra en confusión es el de «no dar credibilidad a lo que se ve, oye o siente». Este aspecto aparece en algunos de nuestros encuentros. El quitar credibilidad, no dársela a quien expone una sugerencia que amplia un comentario, o que aporta una información iluminadora del pensamiento, todo ello tiene el poder de volver a paralizar el pensamiento grupal y, por lo tanto, sumir a sus miembros en la mayor de las confusiones. Porque a partir de este momento, ¿cómo voy a poder decir algo? Si soy capaz de superar la tensión que me produce hablar y, tras hacerlo, alguien descalifica, quita credibilidad a lo que digo, ¿para qué voy a hablar?.

Tenemos pues, dos aspectos de la dinámica organizativa expresados en toda su magnitud y sobre la que debiéramos reflexionar, pensar. Pensar en el sentido de posibilitar la corriente fluida del pensamiento entre los miembros del grupo. Porque cuando en una organización aparece el descrédito sistematizado de todo lo que aparece, provenga de donde provenga, o aparece el empeño de meter el pensamiento en un bolsillo, la organización no puede respirar y se ahoga. Pero es que, además, aparece un tercer elemento: «el no-reconocimiento del crecimiento de sus miembros» . Este aspecto conlleva que, pese a los síntomas evidentes de evolución, nadie valora lo que se realiza, nadie recoge lo realizado; y si se realiza lo es fuera del contexto grupal, con lo que la opinión que priva es la devaluadora. Con lo que ya tenemos tres elementos que son capaces, cada uno de ellos, de destrozar el esfuerzo de la mayoría de los miembros del grupo que, en consecuencia, se refugian en la individualidad, protegiéndose de los aspectos persecutorios que el grupo les presenta.

Un cuarto elemento es la presencia de «ideas sobrevaloradas». Las ideas no son más que expresiones que en un contexto toman un valor, un significado diferente al que se les otorga en otro contexto. En un contexto organizativo, en el que ya de por sí se tiende a engrandecer lo que se percibe, en cualquiera de sus dimensiones, la presencia de ideas sobrevaloradas paralizan también la capacidad del pensamiento de sus miembros. Estas ideas son intentos de tratar de organizar una determinada tensión grupal que, parece que sólo podría ser resuelta a través de aquella sobrevaloración. Por ejemplo, a raíz de los sucesos del once de septiembre aparecieron en el contexto frases como «justicia infinita», «venganza divina». Son ideas grandilocuentes que, en sí mismas no dicen nada pero que, en cuanto uno las escucha atentamente, puede observar lo terriblemente amenazadoras que suponen para todo grupo social. En el mismo paquete pondría la idea de «amor incondicional».

 

No existe eso.

 

Es una idealización que nos lleva a la confusión. Esta como otras ideas similares (podríamos pensar la de la «tolerancia máxima o extrema») conducen a los miembros que conforman un colectivo a la pérdida de límites y, por consiguiente, a la confusión.

Si hablásemos en terminología de Bion, podríamos hablar de que lo que en estos momentos está presente con fuerza, es el supuesto de ataque-fuga. Que es uno de los artilugios con los que un grupo cree puede resolver las ansiedades que genera. Cuando en realidad, la única posibilidad de resolverlas es restaurando la capacidad de pensar. Y esto lo saben todos Uds.

 

A ver cómo resuelven, resolvemos, la cuestión.

 

Un saludo afectuoso.

 

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