¿QUÉ ENTIENDO YO CUANDO DIGO “GRUPOANÁLISIS”?

Introducción

 

Hola a todos. De entrada quisiera agradecer a Joan Coll el enorme esfuerzo que ha realizado para seducirme y conseguir, como veis, que reorganizara mis compromisos y mis tiempos familiares para estar con vosotros. Mallorca, lo sabéis muy bien muchos de los que estáis aquí, no deja de ser un lugar cercano para mí, un lugar en el que desde hace muchos años he podido ir desarrollando una de mis pasiones favoritas: la docencia. Mucho me gustaría poder seguir ejerciéndola.

 

No puedo dejar de mencionar a Pere Mir que era quien debiera estar en mi lugar. Espero estar a la altura de lo que hubiera dicho; sé que dada su relación personal con Joan Campos, y a partir de él con M. Pines, P. De Maré y todo el entorno cercano a Foulkes, hubiera inculcado a sus palabras vitaminas insustituibles.

 

El tema de esta mesa: “Grupoanálisis. Creando puentes: Foulkes – Cortesao – Ormont”, no deja de ser sugerente; pero complejo. Lo de los puentes me remite a un concepto empleado por Ormont (2001) y utilizado por él para establecer vínculos entre los miembros del grupo; pero quizás antes de construir un puente debiéramos saber algo del terreno sobre el que se deben asentar sus cabezas y pilares. Por esto he decidido centrarme en explicaros qué entiendo yo cuando digo Grupoanálisis. Para ello consideraré varias cosas:

 

  1. Maneras de considerar al grupo
  2. Qué es eso del Grupoanálisis
  3. Las bases formativas y conceptuales del Grupoanálisis

 

Maneras de considerar al grupo

 

Cuatro son las formas de considerar al grupo que conozco en el amplio campo de las psicoterapias grupales (Sunyer, 2008).

 

  1. La primera considera que el grupo es un medio que está ahí pero que no se le pone en la ecuación de nuestro pensamiento; en realidad es algo inexistente. Esto es frecuente en muchos lugares asistenciales; estando ahí no se le considera como algo útil sin más. Ejemplo, en numerosos centros los profesionales agrupan a los pacientes casi más por el ahorro de energía y tiempo que supone que por utilizar su potencial como elemento terapéutico o psicoterapéutico. Es propio de los administradores o gestores, y de quienes priman la cuestión económica favorecer esta visión y filosofía. Pero agrupar no es hacer grupo.
  2. Una alternativa es considerarlo como algo que nos puede ayudar. Por ejemplo, hay profesionales que valoran mucho las preguntas que les hacen los componentes de un grupo, ya que les facilita aclarar más una cuestión o saber qué han entendido los pacientes; o valoran el aplauso, apoyo o refuerzo que hacen los miembros del grupo cuando uno de ellos consigue un objetivo. En estas situaciones el grupo es un coadyuvante del tratamiento. Por aportar un dato histórico: las primeras intervenciones de Pratt y muchos otros en los contextos asistenciales tanto en Norteamérica como en Europa a principios del siglo pasado, consideraban el grupo como un coadyuvante en tanto que favorecía o ayudaba la labor y objetivos del profesional.
  3. También podría darse el caso de que el profesional considerara que la propia situación grupal es un complemento a sus intervenciones: complemento en tanto que, por ejemplo, lo que dice un paciente puede tener un efecto mayor que lo que diga el propio profesional, que refuerza una conducta apropiada o favorece la expresión de determinadas emociones y catarsis. O porque los miembros del grupo descubren que algo de lo que les pasa es común. En este caso consideraremos que el grupo es un coagente del tratamiento. Por ejemplo, muchos de los factores terapéuticos recogidos por varios autores y popularizados por Yalom, provienen de la actividad de coterapia de los miembros del grupo.

 

Fijaros que hasta aquí el profesional disfruta de una posición diferenciada respecto a los pacientes: no es ni siquiera un primus inter pares. Es el elemento central en quien reposa el poder terapéutico o psicoterapéutico. Pero esta posición ya fue criticada por el mismo Ferenczi y fue una de las razones de su distanciamiento de Freud. Por ejemplo, si tomamos el principio de mutualidad, en los grupos mencionados la mutualidad excluye la del terapeuta. Otro ejemplo es el nombre del convocador: no es lo mismo que el que tiene la responsabilidad grupal se denomine terapeuta, psicoterapeuta o conductor. Y ahí está la cuarta alternativa.

 

  • Pero esta posición ya fue criticada por el mismo Ferenczi y fue una de las razones de su distanciamiento de Freud. Por ejemplo, si tomamos el principio de mutualidad, en los grupos mencionados la mutualidad excluye la del terapeuta. Otro ejemplo es el nombre del convocador: no es lo mismo que el que tiene la responsabilidad grupal se denomine terapeuta, psicoterapeuta o conductor. Y ahí está la cuarta alternativa.

 

De las cuatro consideraciones del concepto o la idea de lo que es un grupo, la cuarta es la que se ajusta a mi forma de pensar y entender eso que llamamos grupoanálisis.

 

Ahora bien, ¿qué entiendo por grupoanálisis? Para responder a esta pregunta quizás sea interesante remitirnos a los inicios de la psicoterapia de grupo, toda vez que el grupoanálisis no es más que una de sus muchas formas. Es una manera de utilizar el potencial del grupo, y una filosofía y forma de entender al ser humano diferente a otras, y unas maneras de desarrollar una psicoterapia de grupo que llamamos grupoanalítica.

 

Qué es eso a lo que yo llamo Grupoanálisis?

 

Si nos remontamos un poco por la historia de la psicoterapia de grupo (Sunyer, 2008), vemos que cuando Jacob Levi Moreno acuña este término, utiliza el concepto psicoterapia definido por Reil en 1803 y lo aplica a una técnica grupal que desarrolla con notable éxito terapéutico con niños o prostitutas; y que luego ampliará a otras poblaciones. Pero aclaró que lo que hacía era una terapia de grupo y no un análisis sociológico o psicológico (Moreno, 1987:24). Partió de la idea de que el paciente es un agente terapéutico del otro, un grupo es agente terapéutico de otro, llamando a todo esto principio de interacción terapéutica (1987:27). Esta idea es sugerente, claro, porque en realidad apunta a algo que ya aparecerá en Foulkes: la enfermedad mental es el resultado del apartamiento o alejamiento de una o unas personas de la norma de salud que viene marcada o determinada por el grupo. Pero siendo sugerente, también es peligrosamente sugerente. Ahora, por mucho que haya leído a Moreno no he sido capaz de detectar con claridad en él una conceptualización de la psicología del sujeto ni la del grupo que me permita deducir que lo que hacía era lo que entiendo por psicoterapia, esto es:

 

una intervención profesional basada en unos conceptos determinados de lo que llamamos psique, aplicada a una situación en la que una serie de personas que sufren eso tan amplio que llamamos enfermedad mental, se reúnen con el profesional que las convoca con el objetivo de tratar de salir de esa situación de sufrimiento o disminuirlo.

 

Pero es que por otro lado, Slavson otro de los padres del término psicoterapia de grupo, sí tuvo una conceptualización de eso que llamamos psique, y sí aplicó los conceptos psicoanalíticos a la situación de unos pacientes agrupados con finalidad psicoterapéutica. Quizás en este disponer o no de una conceptualización de la psique estribe la distancia que medió entre Moreno y Freud: hablaban lenguajes diferentes y tenían objetivos opuestos. Lo que no resta importancia al hecho de que fuera Moreno quien pusiera la primera piedra para el desarrollo de eso que llamamos psicoterapia de grupo y de lo que llamamos psicodrama, y cuyo desarrollo posterior tiene tanto éxito.

 

Slavson inició un camino definiendo psicoterapia de grupo como una reunión voluntaria de tres o más personas, en una relación libre y cara a cara sujeta a un liderazgo, que tiene una meta en común, y que en relación con la misma genera una relación recíproca entre sus miembros de la cual puede resultar el desarrollo de la personalidad.” (1976:59). Fijaros que es una definición abierta, no circunscribe el término a la aplicación de las teorías psicoanalíticas ni de ningún otro tipo. Indica que es la relación recíproca entre sus miembros la que facilitará el desarrollo de la personalidad. Cierto que no habla de conflicto psíquico, pero en sus textos, sí. A partir de su definición el terreno de la psicoterapia de grupo se nos muestra amplio, incluyente. Y en él cabe perfectamente el grupoanálisis ya que es una forma de psicoterapia grupal; aunque no toda psicoterapia de grupo es grupoanálisis. En este sentido el grupoanálisis es restrictivo y excluyente. Esta definición abierta propuesta por Slavson podría incluir, con un cierto esfuerzo, lo que se denomina psicoanálisis del grupo (que es el posicionamiento de Bion, Ezriel, Anzieu, Kaës…), y con bastante más el psicoanálisis en grupo (que es el de Wolf, Schwartz, Shilder, Wender, y muchos otros).

 

Centrándome en los comienzos del grupoanálisis, vemos que se inicia en dos lugares bien distantes: Norteamérica bajo los desarrollos de T. Burrow; e Inglaterra en donde Foulkes inicia un desarrollo (recordad el famoso segundo experimento de Nordfield, y la experiencia en su consulta en Exeter) que será el que tomará cuerpo como grupoanálisis a partir de la creación de la Group Analytic Society, de una revista (Group Analysis International Panel and Correspondence) que dará paso posteriormente a la publicación Group Analysis), el Institute of Group Analysis, y posteriormente otros muchos institutos en toda Europa, Israel y Australia.

 

¿Quién era T. Burrow? Un avanzado a su tiempo. Estudió medicina (Universidad de Virginia), y luego en Múnich y Viena. Tuvo como profesor a Jung. En américa tuvo una fuerte influencia de autores como H.S. Sulivan pero también Margaret Mead, pero también de destacados psiquiatras alemanes. Conoció a Freud, Jung y Ferenczi cuando en 1909 visitaron Nueva York, y animado por A. Meyer con quien trabajó en Nueva York, se desplazó con toda su familia a Europa para formarse en psicoanálisis. Buscó el apoyo de Freud a sus planteamientos aunque no lo consiguió; y pese a insistir en ser analizado por él, Freud lo derivó a Jung. Eso no influyó negativamente en su relación con Freud y Ferenczi; y ya de vueltas a América acabó fundando junto a otros la American Psychoanalitic Association (APA, 1911) siendo uno de sus primeros presidentes (1925-26), y posteriormente creó la Lyfwinn Foundation for Laboratory Research in Analytical and Social Psychiatry entidad que ha heredado sus iniciativas. (Gatti Pertegato, 1999)

 

Fue pionero en muchos aspectos y ha sido considerado uno de los precursores del psicoanálisis relacional. Ya en 1913 mantuvo la existencia de un preconsciente precoz o fase precognitiva en la existencia humana, en la que la primitiva identificación del niño con su madre actúa como matriz en el desarrollo posterior, tanto normal como patológico (Gatti Pertegato, 1999:274).

 

Curiosamente el inicio de su trabajo grupal (1918) se debió a una discrepancia con uno de sus pacientes, Clarence Shields quien le subrayó la incoherencia entre su idea de la existencia de una base social común en el desarrollo de la neurosis, y la posición individual que se mantenía en la práctica psicoanalítica. Ello le llevó a abandonar el uso del diván y comenzó a trabajar con grupos informales de pacientes y profesionales. Denominó grupoanálisis al trabajo de ahondar sobre la conducta social, las raíces sociales de las conductas de los componentes del grupo, término que posteriormente fue sustituido por el de filoanálisis para destacar el carácter hereditario de las conductas y los traumas. Fue un rompedor, alguien que no se ceñía porque sí a los esquemas científicos, investigaba, se sometía a duros análisis por parte de sus discípulos, lo que le llevó a ser persona también temida y en cierto modo apartada de los salones habituales de quienes se instalan en el poder.

 

Y mientras Burrow partía de una ruptura con el psicoanálisis atreviéndose a ahondar en un territorio, el social, vedado en aquel momento, S.H. Foulkes partió de otro ángulo. Se formó en medicina y tuvo una primera gran influencia de Goldstein quien, como sabéis, subrayaba la unicidad del ser humano. Se analizó por Helen Deustch, y completó su formación como psicoanalista llegado a presidir el Instituto psicoanalítico de Frankfurt. La sede del Instituto estaba puerta con puerta con la del grupo que se denominó la “escuela de Frankfurt” que, como bien conocéis, reunió a profesionales y pensadores en torno a las propuestas de Marx, Engels y Freud. Entre quienes pululaban por aquel local se encontraba N. Elias, un sociólogo radical e inconformista, crítico con los posicionamientos oficiales; sus aportaciones (que a mi me parecen más que brillantes) influyeron mucho en quien acabó siendo su amigo, Foulkes. Ambos tuvieron que huir de la Alemania Nazi y se refugiaron en Inglaterra. Allí Foulkes no solo tuvo que revalidar sus formaciones médica y psicoanalítica, sino que tuvo que esforzarse por conseguir introducirse en la sociedad inglesa (cambió su nombre inicial Fuchs, por el de Foulkes).

 

La coincidencia del nombre grupoanálisis es llamativa. Si bien Foulkes llegó a saber de Burrow y lo valoró como el primero en reconocer el rol del grupo en la neurosis del individuo. [y que ] Hablaba de neurosis social, y acuñó el término de grupoanálisis como herramienta de investigación. (Foulkes, 1957:41), no aparece en sus escritos nada que indique que lo tomara de él; pero sí que le sirvió de estímulo ya que “en la década de 1920,[participó en una experiencia de] análisis muto de un grupo de psiquiatras bajo la inspiración de T. Burrow” (ibídem:21). De todas formas, sea como fuere fijaros que en ambos planteamientos, el de Burrow y el de Foulkes, está presente el psicoanálisis y el elemento social; solo que en el caso de Burrow plantea una ruptura notable mientras que Foulkes encuentra un relativo equilibrio entre lo que Dalal denominará ortodoxia y radicalidad. El mantenimiento de la dialéctica entre uno y otro punto trazan diversas líneas de fuerza, de trabajo, de conceptualización que podemos ver en muchos autores posteriores. Esa característica es su condena: los ortodoxos del psicoanálisis banalizan sus aportaciones y en cierta forma recuerda a lo que le pasó al emperador del cuento de Andersen; pero por otro lado los radicales lo aplauden por lo que supone de apertura de ideas, la incorporación de otras fuentes como las sociales, las neurociencias, etc.

 

Con todo ello, ¿qué se entiende por grupoanálisis? Es una forma de psicoterapia del grupo y por el grupo sin excluir a su conductor (:21). No es el psicoanálisis del individuo en el grupo. Tampoco el tratamiento de un grupo por parte de su psicoanalista. Aquí, que la figura del líder reciba el nombre de conductor, es significativa. Lo que podría ser su corpus teórico proviene de las continuas aportaciones que hacen quienes están en él que, a modo de miembros de un grupo grande de profesionales que realizan aportaciones desde su experiencia clínica, tiene que aunar sensibilidades diversas, establecer una dialéctica entre posiciones en ocasiones distantes, si bien podríamos hablar de una serie de conceptos comunes y bien establecidos a los que me referiré a continuación.

 

Las bases formativas y conceptuales del grupoanálisis

 

Este aspecto es curioso. De entrada habrá que admitir que hay tantos grupoanálisis como profesionales nos dedicamos a ello. Esta es una realidad humana. Hay tantos electricistas, carpinteros, abogados, médicos como profesionales que trabajan; siempre y cuando se parta de una formación básica común. Esta variedad, esa panoplia de formas de ser grupoanalista (como en cualquier otra profesión) proviene de las diversas interpretaciones que hacemos de la realidad, del conjunto de experiencias vitales que nos llevan a ser de una forma y no de otra, de la formación y la filosofía personal de cada uno y de lo que la práctica clínica diaria y durante muchos años ha ido informando y deformando al profesional. Es decir, a partir de una formación que sigue los criterios que señalaré, las personas, afortunadamente, acabamos constituyendo nuestra manera de ser grupoanalista. Pero ello no es un canto al relativismo. Sigo pensando que un buen pintor requiere dominar todas las artes de su oficio y, a partir de ese dominio, creará su propio estilo. Para ello hay unas bases formativas y se han desarrollado una serie de conceptos clave.

 

Las bases formativas en el terreno de la psicoterapia de grupo ya fueron propuestas por Slavson (1944), Kadis (1960), Foulkes (1975) e incorporadas por los diversos Institutos formativos que constituyen EGATIN quienes determinaron el número de horas mínimo para la formación grupoanalítica. Forman un triplete de elementos:

 

1.- El primer elemento es la experiencia personal en un grupo orientado grupoanalíticamente durante un período no inferior a las 240h.

 

2.- El segundo, la formación conceptual que abarca tanto los elementos psicoanalíticos como los sociales y los de la psicología de grupos, durante un período no menor de las 160h.

 

3.- En tanto que el tercero es la supervisión grupal de la actividad grupoanalítica durante un período no inferior a las 120h.

 

Este es el formato básico. Luego, la realidad de cada país, la de cada instituto y las personas que lo configuran, su propia tradición formativa y las experiencias clínicas de los formadores, van dibujando variaciones en los contenidos conceptuales, en el diseño de la experiencia personal, de la misma forma que hay variaciones en el formato y estilos de la supervisión.

 

A partir de este trípode los profesionales disponen de una serie de elementos conceptuales que han sido integrados a partir del estudio, de su propia experiencia en un grupo que no es solo didáctico sino experiencial, y de su práctica clínica. Los conceptos que me parecen básicos son:

 

  1. Punto nodal. La noción básica es que el individuo (de indivisus) es social hasta la médula. Toda su estructura proviene de la elaboración que realiza de los elementos que están en su grupo familiar (y por lo tanto en el grupo social en el que está inserta la familia), y de cómo esta elaboración modifica e interviene en el grupo que le acoge. Desde este ángulo, es visto como un punto nodal dentro de una matriz de comunicaciones y relaciones no concibiéndose ni como ente aislado ni como una entidad indiferenciada del contexto en el que se desarrolla. El sujeto (indivisus) es la parte más elemental del tejido humano y, por consiguiente, parte integrante del grupo (familiar, social, laboral…). Se constituye a partir de las relaciones que establece con su entorno y éste con él desde el mismo momento de nacer. Las estructuras neuronales que organiza a través de sus procesos perceptivos y mnésicos y que representan sus vivencias relacionales del estar en el mundo, constituyen configuraciones internas dinámicas que se modifican constantemente a partir de las relaciones que se dan entre él y los miembros de cualquier grupo del que participe. En este juego, introyecciones, proyecciones, identificaciones, etc., son mecanismos de comunicación y al tiempo de defensa.
  2. Matriz. Es la red de comunicaciones conscientes e inconscientes que constituye cualquier grupo a partir de las relaciones entre todos y cada uno de sus miembros. La matriz que constituye el grupo de psicoterapia incluye, como no puede ser de otra forma, al conductor. En esta matriz reside el significado de todo lo que ahí sucede y lo determina; se constituye a partir de las características de los miembros del grupo, al tiempo que es la que les moldea modificando las estructuras internas de los individuos del grupo hacia la normogenia grupal. Es el elemento diferenciador entre un grupo y otro, en tanto que determina y viene determinado por los diversos significados que se da a todo lo que se comparte, las formas de compartirlo y los afectos derivados de toda esta actividad. Y depende de las características de los miembros que constituyen el grupo.
  3. Conductor. El término alude y define varias cosas. Por un lado agrupa una serie de funciones que le son propias (convocante, higienizante, verbalizadora, teorizante). Por otro es quien a través de su estilo propio (patrón) contribuye a la creación de una matriz, sirviendo de hilo conductor de las fuerzas provenientes de los miembros del grupo y encauzándolas para reconvertir los elementos antigrupales en progrupales. Ello conlleva una actitud que le permite verbalizar lo que está diciéndose, expresándose o callándose de manera que sirva para una mayor comprensión de los mecanismos psíquicos que se activan a través de las relaciones e interdependencias que se dan en el grupo. El conductor no es quien necesariamente interpreta sino quien guía y favorece la búsqueda de los significados que aparecen a partir de las relaciones y las circunstancias que se dan en la vida del grupo.
  4. Patrón grupoanalítico. Término introducido por Cortesao y define las actitudes que emanan del conductor del grupo, a través de las que la matriz adopta su propio estilo. En este sentido, es básica la formación del profesional que precisa haber experimentado los procesos grupales a través de los que incrementará su conocimiento sobre sus formas de relacionarse con los demás, consigo mismo, y los demás con él.
  5. Mutualidad. Es un concepto que proviene del psicoanálisis relacional y que define la necesaria coparticipación en la construcción de todo lo que nos es humano. Ese carácter que conlleva un “tanto monta, monta tanto” garantiza el óptimo funcionamiento del grupo y, cuando no aparece, es expresión de las dificultades, grandes o no tan grandes que tenemos los humanos en la creación compartida de eso que llamamos humanidad.
  6. Antigrupo. Término introducido por Morris Nitsun en 1996 que sirve para desmitificar la visión optimista del trabajo grupal que emana de Foulkes introduciendo en la vida grupal los elementos destructivos que minan, boicotean los esfuerzos de construcción de los miembros del grupo. Su presencia sirve también para contrarrestar las fuerzas creativas con el fin de que, en la síntesis entre ambas tendencias, pueda posibilitar el desarrollo de los patrones normogénicos de los individuos que componen el grupo.
  7. Procesos especulares. Toda relación se establece a partir de primigenias estructuras relacionales que se desarrollan a partir de las que establecemos con nuestro entornos en los primeros años de nuestra existencia, y las que el entorno establece con nosotros. En ellas se cocinan esquemas conductuales basados de entrada en el estímulo respuesta, que se van enriqueciendo con los aspectos afectivos asociados y que provienen de la relación que se establece con el entorno, fundamentalmente la figura materna. Es a través de las respuestas que percibimos en el otro (en la madre fundamentalmente) a nuestras demandas y acciones como se van estableciendo los primeros desarrollos del Yo. Así, la respuesta del otro actúa como imagen refleja de esas demandas y acciones, de la misma forma que esas demandas y acciones también reflejan la respuesta a las actuaciones del otro. De esta forma se establece una relación biunívoca entre uno y otro ser, una relación especular por la que el bebé percibe reflejada su imagen en las respuestas de la madre (o persona que la sustituya) y viceversa. Esta situación se reactiva en el grupo en donde cada miembro ve reflejadas en los demás, aspectos concernientes a sus propias demandas y acciones (u omisiones), a sus propios pensamientos, opiniones y criterios, constituyéndose una imagen a semejanza o en contradicción con la percibida a través de los otros.
  8. Interdependencias vinculantes. Desde los primeros momentos el neonato busca el establecimiento de vínculos con el entorno a fin de poder subsistir ante el vacío que proviene del propio hecho del parto y que conlleva una separación vital. Estos vínculos que nos sirven como forma de apego hacia las personas que constituyen nuestro entornos, van tejiéndose constante y continuamente de forma que surge un entramado relacional cuyas hebras guardan mucha relación con los aspectos comunicativos de los denominados mecanismos de defensa. De tal suerte que de la forma cómo estos lazos con las personas (y cosas) que constituyen nuestro entorno (afectivo, personal, ideológico, simbólico, y cultural) y con los que establecemos con nuestro propio cuerpo dependerá la estructura y arquitectura de nuestro mundo interno. Y viceversa, de la manera cómo esta arquitectura y estructura se van configurando y reconfigurando, se estructura, configura y reconfigura el mundo externo.
  9. Entrenamiento yoico activo. La noción introducida por Pines, alude a un aspecto de la actividad terapéutica necesaria y que se desarrolla en todo grupo de psicoterapia. El sujeto debe ir desarrollando formas de comunicación más eficaces y eficientes, así como sistemas de relación más adecuados a las exigencias del propio grupo. Esto determina una característica importante que convierte al grupo en un espacio en el que no se está para especular sino para aprender nuevas pautas de relación, de comunicación, de conexión con los propios sentimientos y los de los demás, a potenciar sus capacidades empáticas y a aprender a tolerar las frustraciones que conlleva toda vida grupal. Este aspecto involucra en buena medida al conductor que lejos de mantenerse alejado y distante, debe ser capaz de incorporar aquellos recursos técnicos que, en base a las características de los pacientes, posibiliten ese entrenamiento yoico activo.
  10. Factores terapéuticos y psicoterapéuticos. Ampliamente popularizados por Yalom, la verdad es que han sido recopilados por numerosos autores a lo largo de la historia de la psicoterapia de grupo. Se trata de aquellos elementos que parten de la propia experiencia psicoterapéutica que podríamos catalogar en dos grupos: los propiamente terapéuticos que son aquellos que guardan relación con los preconozados por Yalom, y los psicotereapéuticos. Entre los primeros podemos señalar que Implicación con el grupo, y unidad y cohesión en él; el estímulo de capacidades personales y ayuda. La proximidad con el otro. Los elementos “liberadores”. La importancia de abordar los aspectos agresivos y, o sexuales. La importancia del abordaje de los problemas familiares. La valoración propia y la del otro. La importancia de la actitud activa del conductor. Entre los psicoterapéuticos debiéramos mencionar la capacidad introspectiva, la elaborativa, la histórico-biográfica, la búsqueda del significado de nuestras acciones, el insight.

 

Bibliografía

 

Cortesao, E.L. (2008). Grupanálise. Teoria e técnica. Lisboa: Sociedade Portuguesa de Grupoanálise.

Dalal, F. (2002). Taking the Group Seriously.Londres: Constable

Foulkes, S.H. (1957). Grop Analytic Dynamics with Specific Reference to Psychoanalitic Concepts. Int. J. of Group Psychotherapy. En M. Kissen (Ed). (1979). Dinámca de grupo y psicoanálisis de grupo. Mexico: Limusa

Gatti Pertegato, (1999). From Psychoanalysis to Group Analysis. The Pioneering Work of Trigant Burrow London: Karnak

Moreno, J.L. (1987). Psicterapia de grupo y psicodrama. Mexico:Fondo de cultura económica

Nitsun, M. (1996). The antigroup.London:Routledge

Ormont, L.R. (2001). The thecnique of group treatment. Connecticut: Psychosocial Press

Slavson, S.R. (1976). Tratado de psicoterapia grupal analítica. Buenos Aires:Paidós

Sunyer, J.M. (2008). Psicoterapia de grupo grupoanalítica. La coconstrucción de un conductor de grupos. Madrid: Biblioteca Nueva