EL PROCESO DE LA CIVILIZACIÓN EN LA SOCIOLOGÍA DE NORBERT ELIAS

Libros que ayudan a pensar

 

J. M. SUNYER

 

García Martínez, A. N. (2006). El proceso de la civilización en la sociología de Norbert Elias. Navarra: EUNSA

 

Podrá sorprender a algunos que esta vez nos centremos en un texto so- ciológico, ya que esta revista no es específicamente de este ámbito; sin em- bargo, la lectura que realicé como clínico y desde una visión grupal me permite creer que puede ser de gran interés. No es un texto cualquiera. Hay tres razones que me parecen fundamentales para incorporar el comentario de esta obra a estas páginas. Por un lado, el alto nivel de trabajo que su autor, Alejandro Néstor García Martínez, ha imprimido a lo largo de todo su texto. Licenciado en Humanidades por la Universidad de Navarra se doctoró en la misma con su tesis sobre Norbert Elias, que es la que le ha permitido escri- bir el texto que motiva este artículo. O sea, de entrada tenemos asegurado un alto nivel de elaboración y, además, una gran dosis pedagógica, ya que el Dr. García se ha esforzado en dosificar toda la compleja y, en ocasiones, espesa información que proviene de los diversos textos escritos por Elias para que el lector pueda hacerse una idea cabal de este sociólogo cuyas apor- taciones significaron una nueva visión de la sociología y que tuvieron una evidente influencia en Foulkes. ¿O sería al revés?

 

Dada la formación del autor, esta obra no fue redactada desde la visión psicológico-clínica; sin embargo, los esfuerzos que el Dr. García ha reali- zado para comprender y exponer la complejidad del pensamiento elisiano permiten que podamos construir puentes muy ricos que van desde la orilla sociológica a la psicológica y que, por avanzar en el pensamiento de Elias, igual son las dos caras de una misma moneda.

 

La segunda razón es la importancia que tiene un autor como Norbert Elias, poco conocido en nuestro ámbito grupoanalítico. Este académico de Breslau, como en varias ocasiones a Alejandro N. García le gusta men- cionar, fue una persona influyente en S. H. Foulkes. Se conocieron segu- ramente en la Universidad de Frankfurt, a la sombra de K. Mannheim. La escuela de Frankfurt fue un referente en la psicología de la forma y en el siglo pasado marcó todo un desarrollo con aportaciones que como las de K. Lewin1 han influido en los desarrollos teóricos grupales. Casualmente coincidían en el mismo edificio los psicólogos, los sociólogos y la sede del Instituto Psicoanalítico de Frankfurt del que S. H. Fuchs2, en aquella época, era su presidente. Debieron mantener una gran amistad que se prolongó luego al coincidir en Inglaterra, lugar en el que ambos pudieron refugiarse de la amenaza nazi. Y esa amistad perduró hasta la fundación del Instituto de Grupoanálisis de Londres, en el que N. Elias también participó desde sus inicios, por lo que hay que considerarle como uno de los autores que más pudo influir en el pensamiento de S. H. Foulkes. De hecho, leyendo a Gar- cía podemos detectar fácilmente cómo, sin él saberlo, va describiendo mu- chas cosas que muy bien podrían haber sido escritas por el propio iniciador del Grupoanálisis.

 

La tercera razón es que este trabajo, del doctor oriundo de Murcia que luego se traslada a trabajar a Navarra, es una grandísima oportunidad de ayuda para todos aquellos que no disponemos de tiempo para profundizar en la obra de Elias. En efecto, A. García nos ofrece una síntesis muy elabo- rada y trabajada de la obra del sociólogo alemán, enriqueciéndola con apor- taciones o aclaraciones de otros autores que nos permiten acercarnos a la sociología procesual y al concepto de homines aperti de forma francamente sencilla. Su estilo posibilita que la lectura del texto por parte de los que nos dedicamos a lo grupal nos permita ampliar la comprensión de fenómenos que vemos a diario en nuestro trabajo.

 

En las próximas líneas voy a dar unas pinceladas que pretender ayudar al lector a hacerse una idea clara de lo que creo que García intenta transmi- tir respecto del trabajo de Norbert Elias.

 

Las tres partes bien diferenciadas del texto, de 390 páginas y diez más de bibliografía, vienen precedidas por una introducción en la que, tras hacer un breve repaso de la figura de Elias y las razones por las que ha sido mar- ginado durante tan largo tiempo, expone los objetivos de su trabajo: se pro- pone como objeto el estudio crítico de la teoría de los procesos de civilización (…) con el objetivo de desvelar sus aportaciones más intere- santes (…) las dificultades más relevantes que presenta su teoría y las am- pliaciones o perspectivas que debería incorporar para constituirse como una teoría de la civilización lo más completa y adecuada posible (:20), ob- jetivos que parecen bien alcanzados.

 

1 Ver referencia en: Autores de referencia: Kurt Lewin. (2010) Teoría y práctica grupoanalítica 1(1):352-61.

 

2 Ver referencia en: Autores de referencia: S.H. Foulkes. (2010) Teoría y práctica grupoanalítica 1(0):159-65.

 

La primera parte comienza con una descripción de la teoría de los pro- cesos de la civilización en la que expone, de forma sucinta y clara, tres de las más importantes obras de Elías que son La sociedad cortesanaEl pro- ceso de la civilización Los Alemanes. A esta parte le sigue la que titula Fundamentos teóricos y metodológicos y en la que desmenuza todo el pen- samiento eliasiano. Y, finalmente, en la tercera, el Dr. García plantea una re- visión y ampliación de la teoría de los procesos civilizadores. Junto a este importante esquema no quiero dejar de mencionar la presencia de abun- dantes notas a pie de página que amplían la información dada en el texto y que nos remite con frecuencia a otros autores con los que poder ampliar y profundizar en lo que Elias indica o en lo que el propio García aporta desde su lectura.

 

Si nos centramos en el primer texto de Elias, La sociedad cortesana, es- crita en 1933, puede considerarse como un preludio de su teoría de los pro- cesos de civilización (:26) y como nos hace ver García, el sociólogo nos muestra las interdependencias humanas que configuran la estructura so- cial y las posiciones de poder de cada uno de los individuos que confor- man esa sociedad declarando nula la visión individualista del homo clausus (:29-30). Y es que realmente la visión del individuo como un ser en el que se entrelaza lo individual y lo social o, dicho de otro modo, poder ver lo so- cial (y creo que de forma paralela las estructuras familiares e incluso las in- dividuales) como una configuración de individuos -palabra que prefiero a la de figuración y que en cualquier caso alude a las relaciones de interdepen- dencia que mantienen unidos a los hombres entre sí de un modo determi- nado (:43)- nos permite modificar buena parte de la comprensión de la psicopatología o de la psicología tanto individual como de la colectiva. La alternativa al homo clausus es la de homines aperti que, en opinión de quien escribe estas líneas, puede suponer una modificación radical de cómo en- tendemos parte de nuestro trabajo como grupoanalistas. De la mano de Gar- cía Martínez, también podremos comprender que el tiempo de la humanidad es un tiempo que puede concebirse en un esquema tripartito, o, en palabras de Elias, como “un río de tres corrientes”: el tiempo biológico, que es el tiempo de transformación en el ámbito de la especie humana, de la evolu- ción en sentido estricto; el tiempo sociológico, que es el de las figuraciones sociales y los procesos más o menos lentos, a los que están sometidas; y el tiempo individual que se corresponde con el tiempo vital de la persona par- ticular (:39). A partir de ahí nuestro autor hace una síntesis bastante por- menorizada de este trabajo de Elias.

 

La segunda obra, El proceso de la civilización, escrita en 1939, tuvo serias dificultades para ser publicada y no fue hasta 1969 que empezó la difusión del trabajo de este sociólogo y persona bastante influyente, por lo que podemos ver, en la conceptualización de Foulkes. Según García, una de las tesis que vertebran esta obra es, precisamente, la comprensión uni- taria de los cambios en la estructura social y los cambios en la estructura de la personalidad (:77). Es decir, Elias nos expone cómo la dirección del cambio, por ejemplo, en la estructura de la personalidad de los seres hu- manos puede ser descrita como un conjunto de cambios que se encaminan hacia “una mayor consolidación y diferenciación de los controles emotivos y, con ello, también, de sus experiencias […] y de su comportamiento (:79). Pero ello conlleva la incorporación de la idea de proceso, que está presente no solo en las modificaciones sociales sino también en los individuales. Esa idea procesual es la que nos permite entender un poco más el concepto de Homines Aperti, en el que los individuos estamos sometidos a procesos de transformación de nuestro comportamiento, esto es, de nuestra estructura afectiva, del control de nuestros impulsos. En un breve resumen que nos ofrece el profesor de la Universidad de Navarra, la progresiva prohibición de conductas antes permitidas mediante las pautas o normas de conducta conlleva una diferenciación y distinción social que contienen un valor sim- bólico y representativo que facilita el desarrollo de diversos grupos huma- nos que se van diferenciando; ello, a su vez, permite lo que podríamos definir como interiorización de pautas y, a la larga, modificaciones de las es- tructuras de la personalidad. Esto es parte del proceso de civilización que su- pone una cierta organización de los comportamientos humanos y nos permite entender mejor la incardinación entre lo social y lo individual, o lo psicológico y lo social.

 

El tercer texto consiste en la recopilación de una serie de ensayos y conferencias realizados por Elias a partir de los años sesenta (:131) a tra- vés de los que trata de comprender el colapso del comportamiento civili- zado provocado por el período nazi. El interés de este tercer texto posiblemente sea mayor para aquellos profesionales interesados por el tema de los grupos grandes, por el significado del terrorismo y la comprensión de las motivaciones que aparecen tras las situaciones violentas y los vínculos que ello tiene en torno a la idea de la identidad individual y colectiva de un grupo. Las ideas que aparecen en el texto, resumido por García Martínez, nos llevan a pensar en la necesidad de comprender más aún cómo derivan aquellos procesos grupales que no han podido realizar un duelo respecto a experiencias dolorosas habidas tiempo atrás, incluso por generaciones pa- sadas.

 

La segunda parte de esta obra se centra en lo que se denomina la so- ciología figuracional. Aparecen dos ejes en torno a los que podemos articular correctamente el pensamiento. Por un lado, la idea de que la realidad que engloba las formas humanas de pensamiento, cultura, relación y es- tructura social es un proceso que se inicia en los albores de la humanidad y que va prosiguiendo y proseguirá constantemente a lo largo de nuestra his- toria, es decir: no hay un punto cero. Esa idea procesual permite una com- prensión del ser humano como el de una unidad que va más allá de sí mismo, una unidad que procede de procesos evolutivos que se han ido acumulando de generación en generación no sólo desde un punto de vista genético sino también, y sobre todo, psicológica y sociológicamente. Pero esta idea se combina con la que será el segundo eje en el que pivota el pensamiento de Elias, el de la relacionalidad. Decir, pensar, concebir al ser humano como un ser en relación (interrelación, diría yo) permanente con el resto de la hu- manidad atenta contra el propio narcisismo. Dicho de otra forma, la con- cepción de un individuo queda totalmente desnaturalizada si no la incluimos en su carácter relacional: todos estamos constituidos y nos constituimos constantemente por y con los demás. Estos dos ejes, el procesual y el rela- cional constituyen un pilar en la conceptualización del ser humano que nos lleva a otra idea bastante radical: la del ser humano entendido como homi- nes aperti, en oposición a la visión occidental del ser como homo clausus.

 

Evidentemente no es este el lugar para hacer una explicación exhaus- tiva del trabajo de García pero creo que puede ser importante para el lector que le indique algunos aspectos que nos pueden permitir enriquecer nues- tro trabajo grupal como clínicos o personas que trabajamos con grupos gran- des y organizaciones. La concepción procesual de la humanidad es algo que puede ayudar a los sociólogos a comprender los hechos desde un enfoque diferente al que quizás con una cierta frecuencia tienden. A los que nos de- dicamos a lo grupal, esa conceptualización nos refuerza aquella por la que concebimos los procesos psíquicos, tanto los normogénicos como los pato- génicos, como algo que se cuece en el seno del individuo con la participa- ción del grupo de personas con las que está vinculado y con las que ese grupo lo estuvo en su proceso transgeneracional. Es decir, algo de lo que desde otro ángulo señalaba T. Burrow se vuelve a hacer presente tras la com- prensión del elemento procesual de N. Elias. Los hombres vamos cocinando nuestras cuitas diarias a partir de los recursos de los que disponemos como individuos y como miembros de un colectivo social (familiar, laboral, so- cial…). Esta forma de írnoslas apañando va a ir determinando las solucio- nes nuestros vástagos van a disponer para hacer frente a las diversas circunstancias de sus vidas. Y así sucesivamente, en un aprendizaje que se va transmitiendo de generación en generación. Esa idea no es contraria a la transmisión genética sino que en este caso no queda materializada en un ADN y se realiza por la segunda característica que subraya García: el ca- rácter relacional del ser humano. Y aún podríamos decir más: las formas de expresión psicopatológica, las maneras de expresar el constante malestar provienen de los recursos que el propio proceso humanizador aporta; la ma- nera en la que hemos ido aprendiendo a expresar nuestra queja y a transmi- tirla provienen de las maneras con las que se han ido articulando las pautas de expresión en la cultura de cada ser, pautas que se han ido interiorizando y, de esta forma, moldeando al sujeto y a los grupos humanos.

 

En efecto, los hombres somos seres que buscamos la relación con el otro desde el mismo momento de nacer. Antes somos “el otro”, puesto que estamos en relación íntima gracias a la conexión con nuestra madre a través del cordón umbilical; pero roto éste, desgajados del cuerpo que nos ha ali- mentado a lo largo de esos nueve meses, se mantiene, necesariamente, la búsqueda de la conexión perdida. Esa matriz relacional, por llamarla así, es la que nos da el carácter relacional mediante el que nos construimos indi- vidualmente; sin embargo, la bidireccionalidad de dicha relación hace que en tanto que nos construimos, construimos al otro. En este punto, el len- guaje, el carácter simbólico del mismo, es el que y a través del cual el indi- viduo se constituye como tal y, al mismo tiempo que se constituye asimilando el significado (las cadenas de significados, cadenas de signifi- cantes) que le transmite el entorno social en el que está arraigado, construye a su entorno. Esa reciprocidad nos lleva directos al otro concepto que tam- bién ha aparecido: homines aperti.

 

Para Elias, la forma que ha ido organizando el pensamiento occidental se ha basado en la potenciación del concepto del individuo como ser autó- nomo e independiente de los demás. En consecuencia, lo que le sucede se interpreta como que sólo corresponde a sus propias vivencias, a sus propios pensamientos y sentimientos. Desde esta posición, el otro y todo lo que le rodea es concebido como otros objetos independientes de él, más allá de que existan o no relaciones entre objeto y sujeto. Es decir, el indivisus es visto como un ser aislado que mantiene una distancia con el objeto con el que se relaciona. Esto es definido por Elias como homo clausus.

 

Finalmente aparece otro componente, a mi juicio altamente significa- tivo: el poder. Abordar este término es complejo, toda vez que la contami- nación que sufre proviene de lo que podríamos llamar entorno político y eso dificulta una comprensión más abierta. Para Elias, el término “poder” hace referencia a la presión que todo ser humano ejerce sobre sus semejan- tes. Es una fuerza innata en él que le lleva a ubicarse en relación a los demás en una posición determinada por el poder que ejerce sobre ellos y acorde con la que los demás ejercen sobre él. Entendido desde este ángulo como una fuerza de la propia naturaleza humana, podemos interpretar, desde una lec- tura realizada por un clínico y desde la clínica, buena parte de las conse- cuencias que siguen a un determinado trastorno, al mismo tiempo que podemos comprender también su aparición a partir de las presiones deriva- das de su entorno.

 

La tercera parte, Revisión y ampliación de la Teoría de los procesos ci- vilizadores, aporta, a mi modesto entender, algunas claves que nos permi- ten comprender aún más muchos de los fenómenos que contemplamos cuando trabajamos en contextos grandes. De los dos subapartados de los que consta, el primero se centra más en las críticas realizadas desde otros so- ciólogos, en tanto que el segundo, “ampliación de la teoría de los procesos de civilización”, es la que nos facilita la incorporación de conceptos como los de la “disciplinarización del yo”, “reserva del yo”, “distanciamiento e implicación”, “estilo”, “tacto”, la diferenciación de Mead sobre el mí y el yo…, términos no muy alejados de otros mediante los que definimos la in- terrelación individuo-individuos-grupo-sociedad y que son tan afines a la te- orización grupoanalítica.

 

En efecto, en el proceso civilizador del grupo humano va imponiendo a sus miembros determinadas coacciones que van acabando siendo asumi- das por el individuo e integradas en él. Es decir, se integra la actitud orga- nizada de los otros (:362) por lo que la conducta no es tanto la que deriva de la coacción cuanto la de la autocoacción. Ello va posibilitando que el funcionamiento del sujeto sea menos apegado a su grupo favoreciéndose un incremento en la racionalización y distanciamiento de sus comporta- mientos. Es decir, el Yo navega entre un “ser-para-sí-mismo “y al mismo tiempo en un “ser-para-la-sociedad”. Ello da pie a que cada uno desarrolle un estilo de hacer y de relacionarse que supone la forma en la que cada cual resuelve las demandas impulsivas, mantiene un distanciamiento adecuado con el grupo, no fundiéndose en él ni encerrándose en un autismo patogé- nico. En este orden de cosas la comprensión de los procesos civilizatorios va paralela a la comprensión de la emergencia de la individualidad, es decir, el grupo es anterior al individuo y éste emerge de aquel; lo que confirma las experiencias de individuación a partir de la grupalidad en el seno de los pro- cesos psicoterapéuticos.

 

El trabajo concluye con una larga cita de Elias, ubicada en la página 380, que aunque tiene un cierto tinte mesiánico converge con el de otros autores que aparecen en esta tercera parte como Simmel, Durkheim, Mead y que constituyen un equilibrio triple, entre los distintos aspectos estructurales de una sociedad (“división de funciones” y “productividad”, por ejemplo), entre los distintos actos de la subjetividad humana (“gozar sin trastornos y sin temores) y el equilibrio fundamental entre las estructuras sociales y la subjetividad humana, entre las “exigencias de su existencia social” y “sus inclinaciones necesidades personales” (:381)

En síntesis, un texto que considero puede sernos muy útil para la comprensión del ser humano desde la perspectiva grupoanalítica.