97)ME SIENTO EN CIERTA MANERA MUY RESPONSABLE ¿QUÉ ES TODO ÉSO?

97) Vale, creo que voy entendiendo. También hay una cosa que me agobia. Me siento en cierta manera muy responsable de lo que suceda; también que la consideración que tienen de mi persona es exagerada y como que me miran, y no sólo el de los ojos azules, sino todos, con una mirada especial. Creo que los pacientes me piden algo muy concreto y al tiempo no sé cómo dárselo ni qué darles exactamente. ¿qué es todo eso?

 

Bueno, igual lo podrías preguntar, ¿no? Pero creo entender lo que te sucede. No eres un cero a la izquierda y ¿cómo lo llevas eso? Eres una figura muy importante en estos momentos de su vida. Los miembros del grupo ven en ti una serie de aspectos por los que te admiran y esperan mucho de ti; y por lo tanto también te envidiarán, desearán tu destrucción, apretarán para que salgas de esta posición. Y no suele ser fácil ocuparla. Estamos en una primera fase del grupo que suele ser de dependencia. Ellos dependen de ti. Mejor dicho, ellos lo creen y de alguna forma, lo desean y precisan; y en cierto sentido eso es así. También tú dependes de ellos y te los miras con similares ojos. Creo que desearías que fuesen haciendo su tarea por sí mismos, que no te generasen momentos difíciles, que no te lo pusieran muy complicado… pero ésta es, también, la fórmula elegida por ti para ganarte las alubias. Más allá de otras necesidades que coloques en la conducción del grupo.

 

Estamos ante una serie de personas que no tienen ningún vínculo previo entre ellas excepto contigo. En algunos casos, en aquellos en que han sido derivados por otros compañeros y que tan sólo has visto unas pocas veces, este vínculo contigo es pequeño; pero algo es algo. Como entidad en ciernes, el grupo está en una fase de desarrollo más próxima a la desintegración, a la fragmentación que a la unión entre ellos. Hay autores, Nitsun (1989) entre ellos, que asocian estos momentos a las primeras fases del desarrollo del ser humano, desde mi punto de vista esto está vinculado con los primeros meses del bebé, aproximadamente los tres primeros, durante los que el bebé necesita negociar muchas áreas fundamentales del desarrollo del yo (1989:249). Y ahora lo que está más en evidencia es la necesidad que tienen de ti, del conductor, y por lo tanto la dependencia es una fase necesaria en el desarrollo del grupo. Dependencia que toda ella viene cargada de «pendencias»: aspectos de enfado que toda relación de este porte conlleva. En este sentido y en un primer momento hay que facilitar la aparición de esta forma de relación para que, más tarde, puedan emerger los sentimientos, las pendencias, que las dependencias van generando de forma inevitable.

 

Recuerda a Bion. Se posicionó ante el grupo y percibía exactamente cosas similares a las tuyas. Fíjate qué lindo: los miembros del grupo comienzan a llegar a la hora convenida y entablan una breve conversación; luego, cuando se ha reunido un cierto número de personas, el silencio cae sobre el grupo. De pronto, surge de nuevo una conversación inconexa, y luego se hace otro silencio. Me doy cuenta de que, en cierto sentido, soy el centro de atención del grupo. Además tengo la sensación incómoda de que se espera que haga algo… (1980:31). Como ves, a él también le pasaba: sentía que el grupo le pedía algo. Esa es una vivencia muy rica porque, más allá de que en ocasiones la presión tenga connotaciones negativas, agresivas, en último término nos informa de cómo estamos interrelacionados. Y ante esto puedes obrar como Bion: comentándolo con ellos, señalándoles que sientes esta presión y también, y esto me parece lo más sugerente, que te preguntas si esta presión la pueden estar sintiendo ellos de forma inversa. Con esto indicas, no sólo que a ti también te afectan las cosas del propio grupo, sino que a ellos también les pueden estar afectando. Y al mismo tiempo, percibirán otra cosa más: que trabajamos con lo que nos sucede en el aquí y ahora del grupo.

 

Dice Nitsun, aunque puede haber una cierto enfado hacia el conductor, la característica más frecuente es la de dependencia (…) desde este punto de vista, el conductor es básicamente una figura idealizada y añade, este deseo por ser una figura parental perfecta (…) puede ser vista como el reverso de una ansiedad persecutoria que puede ser fácilmente vivida en los inicios del grupo. El aspecto esquizoide de la posición esquizo-paranoide  determina la división entre lo bueno y lo malo y en la fase inicial del grupo puede habar una división entre el mal grupo, percibido como hostil y peligroso y el buen conductor, que es objeto de admiración y deseo[1]  (1989:252). Y es que en realidad, como todavía el grupo no está constituido, las personas precisan establecer una serie de vínculos de dependencia con alguien en concreto cuyas características o cuya posición les permita considerarla como persona buena e idealizada. Como puedes suponer, ese estado de dependencia habla, además, del momento regresivo en el que estamos, momento que podríamos clasificar, dentro de lo que sería un proceso evolutivo, de psicótico o mejor, esquizoide. No deja de ser una reproducción, involuntaria pero precisa, de la primera relación que tuvo al ser inserido en una familia. La madre, representante afectivo del grupo familiar en el que se encontraba, ejerció el importantísimo papel vinculante que posibilitaba una continuidad en lo social del mismo vínculo que el bebé estableció en su seno. El neonato pudo de esta forma entrar en el proceso de socialización, en el proceso de culturización, de civilización, gracias a que los cuidados de ese ser de referencia. Por esta razón cuando nos encontramos ante una nueva situación grupal precisamos de alguien que haga de introductor, de alguien a partir del cual vamos a poder seguir estableciendo vínculos con los demás. Sucede en cualquier contexto social. Pero toda vinculación tiene los dos aspectos: el de ida y el de vuelta. Es decir, me vinculo a ti al tiempo que te vinculas a mí. Y en esta doble dirección del vínculo se instalan sentimientos, fantasías, pensamientos que son tanto agradables y seguros como desagradables y peligrosos.

 

Freud, en su trabajo de 1921, nos recuerda que el grupo se constituye como tal gracias a que sus miembros se identifican con el líder y se cohesionan a través de él. En realidad, en el proceso de idealización de tu persona aparece un proceso de identificación por el que cada miembro hace suyos aspectos que percibe en el conductor y que le son muy útiles como refuerzo personal. Estos aspectos que ven en ti y que en cierto modo hacen suyos, sirven precisamente para fortalecer ese vínculo contigo y al tiempo, para no estar tan pendientes de los que emerjan de los compañeros. Tal proceso supone, siguiendo un pensamiento psicoanalítico que trata de establecer una linealidad en la relación, un progreso que irá desde unos primeros movimientos de introyección de tus características en ellos, hacia un segundo movimiento de identificación que conlleva un reconocimiento del rol social que lleva a cabo el objeto introyectado, hasta un siguiente movimiento más complejo que supone la llegada a un estado superior de evolución en el que la Identidad del Yo queda establecida. Este triplete de elementos es el que va constituyendo lo que en realidad acaba siendo la Identidad del Yo (Kernberg, O. 1998); identidad que les permite sentirse seguros y que las fantasías de pérdida de la identidad quedan compensadas. Pero fíjate que ese conjunto de mecanismos que el psicoanálisis ha descrito no dejan de ser sino la manera cómo lo social impregna lo individual: lo social se hace individuo a través de esos procesos que permiten que el individuo se socialice. Es un lazo de ida y vuelta que se da al unísono, en el que ambos aspectos coexisten y se posibilitan. Curiosa paradoja.

 

Es decir, en tanto que la Identificación no deja de ser un proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo del otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste, podemos afirmar que la personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones (Laplanche, Pontalis, 1981), y por lo tanto que nos hacemos a través del otro, que somos en tanto que hay otras personas que aportan aspectos con los que hacernos y son reflejo de lo que soy. En este interjuego de toma y daca, los individuos nos constituimos y constituimos al otro. Eso supone aceptar que, en cierto grado, los miembros del grupo van a tomar cosas tuyas y posteriormente de otros, para poder «rehacerse» a partir de esos modelos que inevitablemente mostramos. Y tu también vas a ir percibiendo que a lo largo de tu vida profesional has introducido formas de ser y de actuar no sólo de profesionales significativos para ti sino de pacientes que, por una u otra razón, han calado hondo. Y qué decir de aquellas que provienen de tus modelos profesionales, de aquellos conductores de grupo con los que te formaste y de los que adquiriste, identificación mediante, una serie de habilidades y de modelos a los que asemejarte. Esa co-construcción es el resultado de y la base de la socialización del individuo y de la individuación de lo social. Un proceso de doble dirección.

 

Kissen, M. (1979) tiene un trabajo muy didáctico sobre este proceso en el que acaba visualizando la identificación en términos de proceso, con características estructurales, defensivas y cognoscitivas (1979:278). Desde el aspecto estructural pone acento en la formación del yo: la naturaleza misma del yo se define en términos de identificación. La introyección de características propias de los padres y otros tipos de figuras de autoridad ayudan a reafirmar el yo y a darle substancia (:279). Desde este ángulo hay que pensar que los miembros del grupo precisan de esos aspectos que perciben en ti (o que te atribuyen, y esto sólo ya eso es válido), como forma para reforzar y hasta formar ese yo dañado con el que van por la vida. Ahora bien, esa misma característica tiene una función defensiva. Defensiva, porque en tanto que eres el punto idealizado, los demás quedan cargados momentáneamente, de una carga más bien negativa que permanece más silenciosa y que se corresponde a lo que posteriormente emerge como rivalidad. Con el tiempo, esto se va atemperando, los miembros del grupo comienzan a ser vistos también como «buenos», y tú un poco más «mala». Es decir, es como si en el proceso de socialización del individuo y por lo tanto de su constitución, se precisara un separar lo dañino de lo constructivo. Esa necesidad, ontogénica y filogenéticamente organizada, posibilita justamente que el Yo, es decir el individuo, pueda constituirse como ser independiente. Creo que este proceso es algo que se adquiere del propio contexto grupal en el que crecemos, algo que transmitimos en tanto que también es una forma de funcionamiento social.

 

Tu figura al tiempo que es admirada, es temida. Y ese temor también les lleva a la utilización de ese mecanismo de identificación que, desde este punto es protector, defensivo. La identificación implica una forma de mecanismo contrafóbico mediante el cual un individuo responde a una experiencia pasiva amenazante asumiendo el papel del agresor activo (Kissen, 1979:279). Ese matiz es otro que incrementa muy mucho el conocimiento que puedes tener de los miembros del grupo ya que te permite entender qué otros elementos están también presentes. Y así poder ir desgranando el repertorio de figuras que han ejercido en ellos el papel de activadores de fantasías agresivas y destructoras: la manera en cómo el grupo matriz colaboró en su constitución. Y finalmente, la identificación posee un marcado matiz de modelaje de modelos externos. El proceso de representación es de naturaleza directamente cognoscitiva y se verifica a través de una imitación perceptual y la participación indirecta de estados subjetivos internos (1979:279). Esta participación lo es, también, sobre la realidad exterior, sobre los sujetos y objetos de nuestro entorno. ¿No te dije que las personas vamos estableciendo lazos de interdependencia? Este modelaje es uno de ellos.

 

Imagínate que pudieras visualizar las líneas que se van estableciendo entre cada uno de los pacientes y de las diversas constelaciones que se van formando. Y en ellas también estás tú. Y percibes esa presión que proviene de los lazos con los que te vas sintiendo atrapada, y de su exigencia: ¡no les puedes defraudar! Sientes que el grupo te pide algo, te fuerza a actuar de una determinada manera y no de otra: te atrapa. Recuerda: identificación introyectiva. Y, aunque tu posición de conductora del grupo conlleva una responsabilidad que, de momento, no tienen, esa misma presión también la sienten los demás. Es como si algo a lo que llamamos «grupo» fuese como una especie de «personaje» que te pide (cuando hay identificación introyectiva, te exige) que actúes de una manera y no de otra. Esto también les ocurre a los demás. Sienten que «no te pueden defraudar» y esta idea les fuerza a actuar de una y no de otra manera. Y la exagerada atención y valoración de la que es objeto tu persona también tiene un beneficio secundario: así no se acaban de ver tal cual son. Evitan percibir, en un primer momento, aquellos elementos que generan sentimientos negativos.

 

También te puedes encontrar con alguien que no pueda tolerar esta tendencia a verte así. O que no pueda aceptar que los otros así te contemplen y consideren. Y ante esta imposibilidad, se coloca en la posición contraria: «esto no sirve de nada», «este profesional no vale lo que dicen», «este tratamiento es una mier…»; en fin, toda una serie de lindezas que hablan de las serias dificultades que tiene, pero que todavía no le podemos señalar excesivamente; puesto que hay que ver cómo evoluciona este aspecto. Recuerdo que una persona me decía que «su altura moral era muy superior a la mía», por lo cual, y sintiéndolo mucho, dejaba de venir. Conviene también indicar que una excesiva idealización también es peligrosa: cuanto más alto estás, más fuerte es la caída. Por lo que habrá que pensar no tanto que tu valía no sea tan elevada —que puede serlo—, sino que tal exageración cubre otra necesidad o que se presenta como protección frente a otros miedos más intensos que habrá que ir delimitando.

 

El valor y el significado de las personas con las que nos relacionamos vendrá subrayado también por la Funcion Verbalizante que ayuda a ir comprendiendo que nuestra indivisibilidad personal no está reñida con la interconexión permanente, dinámica y vinculante con los demás. Los procesos psicológicos aquí tienen la vertiente de socializarnos al tiempo que expresamos los temores asociados a ellos.