91)¿NO ES MÁS OPORTUNO VER LOS MECANISMOS PSICOLÓGICOS QUE INCORPORAR CONCEPTOS?

91) Ya, pero parece que estos aspectos de índole social poco tienen que ver con la patología que estamos tratando de remediar. ¿No sería más oportuno ver los mecanismos psicológicos que se ponen en marcha que incorporar conceptos o un lenguaje más social? ¡Estamos en el mundo de la clínica!

 

Entiendo que sea más fácil no incorporarlos; pero en mi opinión, apenas hay diferencia, si es que la hubiere, entre lo psicológico individual y lo grupal, lo social. Como tampoco entre lo clínico y lo social. ¿Recuerdas a Elias? De hecho, si trabajamos en grupo, trabajamos en un contexto también social. Foulkes lo señalaba también. De lo que se trata es ir haciendo conexiones entre lo social y lo psicológico, entre lo psicológico y lo fisiológico, entre lo fisiológico y lo social; y viceversa. Y ayudar a contemplar al ser humano no como un ente aislado sino en toda su dimensión. Como ser que está en íntima relación con todo lo que le rodea y le conforma. De esta manera podremos ir trasladando las problemáticas de tipo fisiológico a problemáticas individuales o sociales. Te recuerdo lo que te señalé al final de la pregunta anterior. Somos una configuración de aspectos y éstos están interconectados con los de los demás y con todo lo que nos rodea. Estas interconexiones vinculantes poseen, por nuestro carácter social y por lo tanto cultural, un significado relacional. Entonces lo que denominamos patología personal no es ni más ni menos que la concreción (localización dice Foulkes), de lo que es grupal e incluso social en un individuo. Estas relaciones, estas interdependencias, tienen el mismo carácter de gravedad, que ejerce un cuerpo físico sobre otro, sólo que en nuestro caso, esa fuerza toma la forma de poder en nuestra especie animal; poder que determina el lugar en el que coloco al otro y en el que soy colocado respecto a él. Pienso, por ejemplo, en la anorexia. ¿No tiene un fuerte componente de dominio y poder sobre el otro, de la misma forma que lo tiene una huelga de hambre? Y al tiempo, ¿no podríamos pensar que a través de esta manifestación están denunciando la gran dificultad que tienen de poder independizarse, sentirse personas individualizadas respecto al grupo familiar al que no pueden, por otra parte, fallar? Hay una gran variedad de comportamientos humanos (no me atrevo a decir todos, pero es posible que así sea) que tienen un fuerte componente grupal e incluso social.

 

Señala Ayerra que el desbordamiento frecuentemente genera disfunciones que tienen repercusión global en el individuo y [en] la colectividad, traduciéndose en disfunciones, síntomas, malos entendidos y sufrimiento, paralizando el avance y crecimiento. (Ayerra. 1999: 25) Ese desbordamiento significa que uno no puede elaborar ni contener la cantidad de estímulos, de percepciones, y vivencias que tiene en determinados momentos de la vida, repercutiendo en el contexto en el que vive. Si, por las razones que sea, ese contexto no puede, no sabe o no quiere desarrollar la función contenedora de la que carece el individuo, la consecuencia lógica es que éste comienza a desarrollar todo un cuadro calificable de psicopatológico. A partir de ahí, el sujeto ya no es visto como alguien que grita desde su silencio incomunicable, sino que pasa a ser un miembro «enfermo» o «con problemas psíquicos». El desarrollo de esta persona queda paralizado o enlentecido. Recuerda lo que te traía de la mano de Skinner. Y me dirás que eso no es tan así, que hay estudios que hablan de disfunciones en el cerebro, en las conexiones interneuronales, etc. Es cierto. ¿Acaso no somos sino un puñado de células conectadas eléctrica y químicamente entre sí? Cuando escribo estas líneas, ¿qué cantidad de procesos químicos y electroquímicos se estarán dando en mí? Lo mismo sucede con nuestros comportamientos, nuestras percepciones, nuestros pensamientos y emociones. La clave está en escoger dónde pones el punto de mira ya que todos estos puntos de vista se dan al unísono.

 

La psicopatología se contempla como la expresión de una serie de dificultades articuladas con la historia personal del individuo que se sostiene sobre sus características biológicas, genéticas, y en algunos casos hasta fisiológicas; y cuya expresión viene condicionada no sólo por esas mismas características sino por la realidad de su entorno. Desde esta concepción se sostiene el trabajo de muchos pioneros en el terreno de la psicoterapia de grupo. En este sentido parece muy coherente trabajar sobre los mecanismos que utiliza el individuo. Y así que pueda introducir las modificaciones necesarias a partir no sólo de nuestras intervenciones sino de la propia experiencia relacional. Slavson, por ejemplo, definía las siguientes fuentes de la psicopatogénesis: Desarrollo libidinal deficiente; Bloqueo de los impulsos de autonomía; Modelos de identificación defectuosos; Conflicto, culpa y temor neuróticos; Autoimagen defectuosa; Ambivalencia, y las Deficiencias orgánicas y constitucionales (Slavson, 1976:223-7). Estas fuentes, hablan más de aspectos «dañados» en uno mismo que de los que provienen de deficiencias o alteraciones más o menos importantes en la red de relaciones que el individuo establece, estableció y está estableciendo. Y seguro que tienen su reciprocidad en el cerebro. Todo cuando hacemos, pensamos, hablamos, tiene su correlato neuroquímico.

 

Desde la posición más rupturista, la atención no se ubica en el individuo sino en la red total del proceso psicopatológico. Tal red incluye a los miembros de la familia, los compañeros de trabajo, los amigos, las personas a las que uno quiere, y otros (Foulkes, 1984:133) ya que se parte del reconocimiento de una unidad que va desde la biología hasta la sociología, y más aún, la totalidad de la experiencia universal. Son las consecuencias de los déficits que provienen de los significados que en el grupo familiar facilitan o inhiben la libre comunicación de pensamientos, sentimientos, afectos. También de la constitución de una particular red de relaciones conscientes e inconscientes a partir de la red ya existente y de las modificaciones que cada miembro va introduciendo en ella. Los elementos familiares y la red de relaciones, es lo que en aquellas personas provistas de una particular predisposición genética, acaba manifestándose mediante una determinada forma de ser, de actuar, de percibir el mundo y a sí mismos. Una manera de instalarse en el grupo familiar y social, que acaba siendo organizado en las denominadas categorías diagnósticas que todos conocemos.

 

Piensa que desde esta postura más rupturista o si se quiere más radical (Foulkes, Elias, Dalal), incluso aquellos aspectos que denominamos instintivos —y que posiblemente un pensamiento más romántico fácilmente ubicaría en una naturaleza humana carente del elemento social o grupal—, son colocados en el contexto del conjunto de individuos. Si uno revisa un aspecto del trabajo de Elias fácilmente constata cómo a lo largo de lo que denomina proceso de civilización, el grupo social va marcando qué elementos instintivos tienen preeminencia y cuáles no. En el momento actual de la civilización occidental —o centrándonos en la realidad de nuestro país—, se percibe claramente qué elementos son socialmente estimulados y cuáles no (véanse, si no, los anuncios publicitarios, las campañas gubernamentales respecto a las relaciones interpersonales, las mismas normas de circulación…). Eso nos puede ayudar a pensar que lo de «la naturaleza» no reside en un supuesto nivel personal, individual, sino que radica en el grupo social que determina, canaliza, estimula o inhibe, las expresiones individuales de este impulso de la naturaleza humana, esto es, colectiva.

 

Por esto es muy importante que vayas adiestrándote en desarrollar diversas lecturas de lo que presenta todo lo que veas en un individuo como en un grupo. Desde este aprendizaje podrás ir transmitiendo que todas las manifestaciones de los miembros del grupo y las tuyas propias, tienen una relación directa con cualesquiera de estos niveles de funcionamiento humano. Un hecho cualquiera lo vas a poder traducir tanto en terminología fisiológica como en terminología relacional en la que caben las dimensiones social, política, económica, e incluso desde un nivel mucho más amplio, más universal. Si vinculamos ambos aspectos, los psicopatológicos y los sociológicos posiblemente podamos hablar de filogenia o psicosociopatología del ser humano.

 

Desde la Función Verbalizante tratamos de incluir nuestro discurso «centro-patogénico» en la dimensión social, grupal. De esta forma el síntoma deja de ser un hecho independiente para ser una parte del mensaje grupal personalizado en uno. Somos permanentemente miembros del colectivo humano del que no podemos desgajarnos sin sufrimiento ni patología.