31)¿PARA QUÉ SIRVE ORGANIZAR UN GRUPO DE PSICOTERÁPIA?

31) Entonces, ¿Para  qué sirve organizar un grupo de psicoterapia?

 

Sirve, al menos, para tres cosas; o cuatro. De entrada, y aunque suene un poco mal, para que disfrutes trabajando y no acabes quemada. A partir de ahí, hay otras razones: a) para que las personas que lo integran puedan disfrutar de la experiencia de hablar con otras de forma franca, con las menos cortapisas posibles y comprobar que esto les permite comprenderse mejor y comprender al ser humano en su totalidad posibilitando un proceso psicoterapéutico en el que son parte activa; b) para que el profesional que lo propone, organiza y convoca, pueda disfrutar, también, de la oportunidad de aprender de los procesos psíquicos implicados en la relación y constatar cómo entre éstos y los sociales apenas hay diferencias significativas, y; c) para que los equipos que sostienen tales grupos dispongan de una oportunidad para ahondar en la reflexión sobre sus propias dinámica internas, los procesos de intervención psicoterapéutica y puedan trasladar a la Administración una mayor y más completa información sobre la realidad psicológica de la sociedad en la que nos desarrollamos. Y todo ello con el convencimiento de la eficacia y la eficiencia psicoterapéuticas.

 

Valiente (1987) cree que hay tres razones para organizar psicoterapias de grupo: la primera de ellas es la de Tratamiento, la segunda la de Aprendizaje, y finalmente por razones de Investigación. Pensando en la primera poco voy a poder añadir a lo que ya vengo señalando hasta el momento y que tiene mucho que ver con este conjunto de situaciones que van permitiendo que las personas del grupo se vayan entendiendo mejor. Y añado: para que se vuelva a establecer el proceso de individuación que quedó interrumpido. En efecto, el desarrollo humano no deja de ser un esfuerzo importante de maduración que facilite el poder ser uno mismo al tiempo que pertenece al grupo familiar en el que está inserto o  al que se incorpora. El proceso de individuación se inicia a los pocos momentos de nacer pero si bien la independencia biológica se alcanza por el propio parto, la emocional y psíquica es mucho más costosa. En realidad dura toda la vida. Pues bien, el tratamiento es, en último término un proceso por el que se reactivan estos movimientos de individuación.

 

Centrándonos en las de Aprendizaje, Valiente señala que es necesario crear en el grupo un clima, una atmósfera e incluso una cultura que permita que cada cosa sea lo que pueda ser, una especie de dejar ser, dejar hacer y favorecer el discurrir, aunque sea el discurrir de nada, sin que nadie se sienta forzado a nada. (1987: 9-10). Es decir, se trataría de crear un espacio para que los integrantes del grupo, conductor incluido, puedan vivir una experiencia que no van a poder tener en la vida cotidiana. Y añade una idea: el grupo es lo que algunos pacientes llaman “escuela de vida” (…) un lugar que me ayuda a conocer quien soy yo ante el otro, quien soy yo ante los otros en las relaciones que mantienen entre ellos, y también qué y quien son los otros al ser observados por mí. (1987: 11). Otras de las razones que esgrime es la de la posibilidad de investigación, que centra en lo que en algunos pacientes definen “laboratorio de comportamientos humanos”: basado en el clima o atmósfera permisiva y en la honestidad de la comunicación, el grupo aparece como un espacio inmejorable para buscar nuevas respuestas, para ensayar nuevos vínculos y, en definitiva, para conocer algo más de nuestras formas de comunicación (1987: 12). Desde esta perspectiva, la organización de espacios de psicoterapia ofrece la posibilidad de generar más salud mental, más vinculaciones interpersonales y más abanico de respuestas que el trabajo psicoterapéutico individual.

 

Por otro lado, Lola, al pensar en otras ventajas psicoterapéuticas que pueda tener el organizar grupos de psicoterapia, recuerdo un texto de Stock Whitaker del año 1985 en el que aparecen numerosas ideas que me resultan particularmente útiles en este aspecto. Voy a tomarlas como guía para profundizar un poco más en este punto, independientemente de lo que el autor desarrolla en ellos. Indica que hay una serie de características que facilitan el proceso (terapéutico). Estas son: la atmósfera grupal y el estado de ánimo del grupo; el compartir temas; los sistemas de normas y creencias, incluyendo la posibilidad de que algunas de ellas puedan adoptar la forma de defensas secretas; las diversas posiciones que las personas podemos ocupar en relación a las normas ya los sistemas de creencias y sus consecuencias para los miembros del grupo; las diversas posiciones de los componentes del grupo respecto al poder, la centralidad o el hecho de ser aceptado o rechazado; la comparación social que aparece en los grupos; la actitud de espectador; el desarrollo de la capacidad para dar y recibir respuestas de los demás de nuestros propios actos; las oportunidades para desarrollar nuevas conductas; y el grupo como aquel entorno en el que aparecen los choques y los acuerdos tácitos[1] (1985:33)

 

La primera de estas características, Lola, hace referencia a un hecho comprobado por todo el mundo: en cualquier grupo se genera una atmósfera y un clima determinado, que depende de muchos aspectos, pero que es un elemento básico en el desarrollo de procesos psicoterapéuticos y en las modificaciones que éstos provocan. A este tema soy especialmente sensible y es una de mis áreas de interés e investigación, tanto en grupos de psicoterapia como en centros de tratamiento psiquiátrico o de intervenciones académicas. La atmósfera nace de las formas de relación que el propio grupo desarrolla y suele estar también muy vinculado a los objetivos que ese grupo tiene y a los que el propio conductor quiere alcanzar. Tener la posibilidad de desarrollar una determinada atmósfera psicoterapéutica en colaboración con los demás miembros del grupo es una experiencia profundamente agradecida.

 

Otra de las razones para organizar este tipo de grupo es que permite tratar temas muy variados, conocer los entresijos que les dan forma, ahondar en las razones por las que para cada miembro ese tema resulta o genera determinados afectos, investigar las líneas genealógicas que han dado forma a estos enfoques en cada uno de los miembros del grupo y con todo esto brindar la posibilidad de un reaprendizaje compartido. Es otra de las experiencias agradecidas que sólo puede darse con varias personas ya que son ellas las que dan riqueza a la investigación afectiva que se desarrolla.

 

Otra gran experiencia compartida, Lola, es constatar cómo se van desarrollando las normas del grupo, las creencias que sostienen determinadas actitudes que acaban siendo grupales, los secretos, las confidencias, las fidelidades y lealtades. Ello nos convida al estudio de los grupos familiares a los que pertenecen los miembros de nuestro grupo de forma que posibilitamos ir entendiéndonos a partir de lo que podemos llamar filogénesis de la patología humana. Esto es una gran fuente de riqueza ya que posibilita tomar conciencia de que lo que nos ocurre, nuestros propios sistemas de creencias o de manera de ver el mundo no son totalmente genuinos; provienen largamente de lo que los nuestros nos han ido aportando y que cada uno ha ido cocinado a su estilo y conveniencia. Y esto tiene una clarísima consecuencia psicoterapéutica: facilitará los procesos de individualización en tanto que cada uno va tomando conciencia de lo que piensa y va diferenciándolo de lo que se piensa.

 

El cuarto elemento, el de los límites individuales y colectivos, se convierte en otra razón poderosa para trabajar en grupos. El autismo es un recurso patológico y, desde la posición en la que me coloco, pienso que las enfermedades psicológico-psiquiátricas, los problemas que solemos tener los humanos, mucho tienen que ver con la imposibilidad de poder compartir lo que nos ocurre, de salir de una cierta tendencia autista. Y en otras ocasiones es justamente por lo contrario: porque la permeabilidad de los límites que todo ser humano, todo grupo, ha de tener, sea excesiva. El equilibrio, lo que podríamos denominar “equilibrio homeostático”, la semipermeabilidad de nuestras membranas psíquicas, de nuestras fronteras, es una garantía de salud. El grupo ofrece la gran oportunidad de reconsiderar el grado de permeabilidad de los que lo conformamos, del que tiene el grupo como globalidad y los diversos subgrupos que lo constituyen, y hacer extensible este conocimiento a otros grupos a los que pertenecemos.

 

Un quinto elemento que añade al trabajo grupal interés e importancia, guarda relación con lo evolutivo. Las personas evolucionamos individual y colectivamente, pasamos de ser bebés, niños, adolescentes y jóvenes a adultos y viejos. Los grupos también. Los que los integramos tenemos una oportunidad para volver a revisar estas fases no sólo por las aportaciones que vienen de nuestros compañeros sino por la propia evolución del grupo. Y es que, Lola, la forma de relación que se establece al principio de un proceso grupal no tiene nada que ver con la que se establece al final de cuatro o cinco años de trabajo. La manera con la que una persona se incorpora al grupo poco tiene que ver con la forma en  como se relacionará tiempo y años después con los compañeros y con el conductor.

 

Las modificaciones que cada uno de los miembros va teniendo respecto a los demás y de su posición ante ellos es otro de los motivos que hace de la psicoterapia de grupo un tratamiento más beneficioso fructífero. Esta experiencia, que sólo puede darse en esta situación de estar con más personas, representa una oportunidad para poder ver cómo la actitud que se tiene en un momento dado ante una persona varía a partir de los conocimientos que de ella se van obteniendo; o cómo no siempre uno es el centro del interés por parte de los demás y tiene que compartir una posición secundaria durante algunos momentos de la vida del grupo. Ver y verse en estas circunstancias variables, posibilita la toma de conciencia de deseos y necesidades que no siempre son reconocidos y de los afectos que todo ello genera.

 

Muy cercano a este aspecto y que también añade una razón e interés al trabajo grupal es el que deriva de la importancia que para uno puede representar el otro. Ver cómo localizamos en otras personas aspectos y actitudes o conductas personales nos da la oportunidad, Lola, para comprendernos mejor. Al mismo tiempo, valorar la importancia que puede tener la presencia del otro para mi o viceversa, añade un valor que no siempre se puede constatar. Calibrar esa importancia y los sentimientos que en mí genera acaba siendo un elemento difícilmente olvidable en la experiencia psicoterapéutica.

 

En este listado de elementos que proviene de Stock Whitaker no podemos pasar por alto la importancia que tiene para cualquier miembro la experiencia socializante y socializadora del mismo. Constatar cómo aparecen diferencias y que éstas no sólo se dan en el grupo sino que derivan y son paralelas a las que se dan fuera de él, acaba representando una posibilidad única para considerarse como miembro de un colectivo, compartir lo que sienten otras personas desde otras experiencias y posiciones sociales, valorar el grado de aceptación de quien vemos como diferente e integrar esas mismas diferencias. Todo este conjunto de elementos sólo puede ser constatado en un espacio como el que proponemos.

 

Muy vinculado al trabajo grupoanalítico, Lola, está el desarrollo de una capacidad observadora de lo que sucede cuando varias personas están juntas, ver cómo se posicionan los demás, ver el proceso evolutivo del grupo, sus movimientos, sus tejemanejes. Cuando podemos observar estas situaciones nos abrimos a la posibilidad de comprender fenómenos familiares, laborales y sociales sabiendo que no provienen de nuestros deseos mágicos o de nuestras fantasías sino que surgen de la propia interrelación, de las propias interdependencias, lealtades y complicidades. Esta comprensión nos vuelve a posicionar de manera más autónoma respecto a los demás.

 

Y en este terreno identificamos otra ventaja: los demás opinan sobre nosotros, sobre nuestras actitudes, pensamientos, ideas, conductas, fantasías…; y ante ello también podemos vernos, ver cómo reaccionamos, cómo asumimos lo que nos dicen, cómo toleramos o no las opiniones de los demás. Y por lo tanto, el grupo nos pone en la tesitura de no sólo realizar un aprendizaje sino además en la de considerar qué sentimos y cómo actuamos ante lo que sentimos. Igualmente nos lleva a establecer paralelismos con lo que en otros contextos nos sucede y poder pensar sobre los sentimientos que emergen en todas estas situaciones, a expresarlos a partir de lo que los demás y uno mismo hacemos, decimos, pensamos, opinamos… y ver cómo todo ello va contribuyendo a que los que nos encontramos ahí, vayamos estableciendo estos lazos de afectos variados que nos son tan necesarios y, en ocasiones, tan escasos en la vida cotidiana.

 

Siguiendo por este derrotero, el grupo no deja de ser un especialísimo laboratorio, un especialísimo campo de juego en el que experimentarnos, en el que desarrollar nuevas pautas de relación, en el que improvisar reacciones o imitar actitudes y comportamientos, viendo que facilitan el desarrollo de las personas. En este “laboratorio” aprendemos a expresar nuestros afectos, tanto de cariño como de enfado y rechazo al otro, pero de otra manera. Vivimos la experiencia de que por expresarlos no suceden mayores cataclismos y que pueden ser entendidos, trabajados o explicados. Y que, aún así, siempre seremos aceptados por los compañeros. Este aprendizaje emocional representa un revulsivo ante la tendencia a aislarnos y a considerarnos únicos seres que tenemos problemas, ya que con frecuencia  creemos que no vamos a ser aceptados por los demás si expresamos tal o cual emoción o pensamiento.

 

Finalmente Stock introduce un par de elementos que están muy presentes en la vida grupal: los choques entre personas a causa de diferencias de actitudes o de modos de ser y de actuar, y la constatación de complicidades o connivencias que van en contra del desarrollo del propio grupo. Y esto, que está en la vida cotidiana, también aparece en la vida de los grupos. El grupo ofrece la posibilidad de Ver cómo uno reacciona ante ello, de ver cómo estos elementos interfieren en la vida de las personas, de detectar los paralelismos existentes en la vida cotidiana… y todo ello, Lola, no deja de ser otra razón para el trabajo en grupo.

 

Si dejando los elementos más técnicos paso a contestar desde otro ángulo más personal, desde mi propia experiencia, te diré que el grupo de psicoterapia me es útil para varias cosas: en el ámbito privado, como forma de ganarme un poco mejor la vida sabiendo que puedo ofrecer un tratamiento más asequible a los pacientes que lo que podría ofrecer desde una perspectiva individual. Pero esta ventaja se mantiene también en el terreno público, por atender mejor a grupos de personas ofreciéndoles una forma de tratamiento que cree en la capacidad normogénica de la persona y evitando en la medida de lo posible que se asiente aún más la teoría extendida de que la enfermedad psíquica es algo inevitable y ante lo que poco puedo hacer. Pero esta ventaja no queda en lo económico o social. El grupo, las personas que lo constituyen y que trabajan en su seno, me ofrece la posibilidad de colaborar con más convencimiento en la tarea de mejorar la vida de quienes a él asisten. Convencimiento que puede comprobarse y que ya habrás constatado por  las ideas y opiniones que he ido  exponiendo a lo largo de estas preguntas. Además, esta constelación de personas que trabajan con las dificultades que todos tenemos para ahondar en nosotros mismos y en los demás, me  brinda una oportunidad única para la comprensión de lo que llamamos psicopatología desde una perspectiva no individualizada pero sin perderla de vista. Y al mismo tiempo  me ofrece la posibilidad de colaborar en la expansión de la idea de que la patología no es algo tabú, no es algo que queda dentro de los manuales de psiquiatría: es la expresión del ser humano en su lucha entre el permanecer aislado o el de sentirse miembro del colectivo humano. Y que es la expresión unitaria del ser, que abarca desde los procesos fisiológicos a los sociales en una línea continua sin interrupción, lo que nos proporciona una potente luz sobre el ser humano y sus circunstancias.

 

[1] Traducción del autor.