Resumen: En una primera parte se describen las ideas que iban apareciendo en el debate grupal y en el espacio de supervisión Luego entro en el de las ansiedades. Y me centro en las dificultades de separación. Ahí emergen tres tipos de posicionamiento mental que Bion denominó Supuestos Básicos. Y Hopper, tomando esa idea añadió un cuarto

Palabras clave: Biológico, psicológico, heredado, adquirido, ansiedad, supuestos básicos, Bion, Hopper

La sesión grupal: lo biológico o lo psicológico

 

Fue agradable, como siempre; aunque ya en el inicio del grupo comencé a percibir cosas que me llamaban la atención. Supe que por el día que era, algunas personas que vinieron el día pasado no podían hacerlo hoy. Es decir, íbamos a ser menos. Y de hecho había menos sillas aunque luego resultó que vinieron más de las que esperábamos.

 

En realidad comenzamos muy poquitos y uno de los comentarios que me llamaron la atención (luego supe por qué) fue que estabais en situación un tanto precaria ya que debíais atender a personas casi sin cita (eso entendí) ya que podían venir cuando quisieran. Y me imaginé que toda la Comunidad de Madrid podría personarse en cualquier momento para ser atendido. Había otro hecho que también era evidente respecto a la puntualidad. No parecía que estuviera claro el momento de inicio. Ello me generó un montón de pensamientos ya que no sabía si era yo el que no había aclarado la hora de inicio, si pensaba que era a las 9 cuando en realidad era a las 9.30, o si entender en el retraso una cierta pereza a incorporarse a la sesión. O sea confusión.

 

La conversación fue tomando cuerpo centrándose en un principio en la sorpresa por la tardía aparición del término grupo en nuestro idioma. En realidad no es hasta el renacimiento cuando los artistas italianos utilizan un término alemán, para designar una configuración escultórica que resalta de un fondo. Eso dio pie a hablar un poco de lo que podríamos llamar procesos de mentalización, es decir, el proceso mental por el que una experiencia, la percepción de algo nuevo va adquiriendo forma mental, en este caso la aparición de la palabra grupo. De hecho esto es lo que ocurre en lo social y seguramente sigue el mismo paralelismo en el individuo. Pero claro –nos preguntábamos -, ¿los procesos se dan en el individuo para que luego pasen al grupo o es al revés? ¿O al mismo tiempo? La primera idea es la más extendida. Me lo decía un alumno de la facultad hace pocos días: “las personas estamos predeterminadas genéticamente. A través de la genética se va constituyendo nuestra personalidad. Cada individuo a partir de la relación con los demás y de la experiencia que extrae configura una personalidad. Sus características genéticas determinarán si desarrolla un trastorno de la personalidad o será un individuo neurótico. Incluso si será o no sociable”. Evidentemente tiene todo el derecho de pensar así ya que, además, es lo que la mayoría de las corrientes psicológicas apuntan desde que hace poco más de un siglo inicia la psicología a desarrollarse como ciencia. La segunda posición que indica una constante interacción entre los individuos que constituimos la sociedad y que es a través de esta inter relación cómo nos constituimos individual y colectivamente, es más difícil de explicar e incluso de entender ya que, al menos por mi parte, habiendo sido formado en la primera me cuesta acabar de situarme en esta otra postura. Es decir, la forma cómo hemos sido formados a lo largo de nuestra vida, ha potenciado –no podía ser de otra forma –nuestra visión individuo-céntrica, y pasar a otra posición no es fácil.

 

Sin embargo en este punto observé algo así como un cierto apasionamiento, un incremento la intensidad con la que se debatía (¿debatía?) la idea que los ingleses señalan bajo un doble juego de palabras: ¿nurture or nature?. Es decir, ¿las maneras de ser de cada cual vienen alimentadas de lo que los demás nos aportan o de lo que aportamos de forma individual y condicionados por nuestra genética? En este punto anoté en mi libreta “persecutorio” refiriéndome al ambiente que percibí. Y en este punto, mientras seguíais debatiendo el tema, me vino a la mente algo que desde hace casi un siglo el iniciador de toda una línea de pensamiento sociológico, Norbert Elias, señaló como “homo clausus” y “homines aperti”. Es decir, consideramos el ser humano como una especie de caja cerrada en la que va fabricando sus vivencias, las va como elaborando, proyectando, etc., o es un ser interconectado permanentemente con los demás de manera que todo lo que le sucede proviene del entorno al tiempo que él lo enriquece. Esta segunda idea nos permite considerar una constante interacción entre el individuo y los demás de suerte que no es fácil determinar si el origen de algo está en nosotros o en los demás.

 

También apareció la idea de la responsabilidad extraída de mi escrito, y ahí me sentí como un poco avergonzado creyendo que debía ser responsable de lo que escribo y, en consecuencia, saber qué quiero decir en lo que pongo. Pero admito (y admití) que fuera del contexto me resultaba difícil ubicar lo que quería transmitir porque no me veo como caja negra repleta de conocimientos sino más bien como un organismo que procesa los aspectos que provienen de vosotros y los digiero a partir de mi experiencia personal. Pero eso abrió la puerta a la idea de que todos somos corresponsables de las cosas que hacemos; incluso los pacientes (por poner una diferenciación que no me gusta porque, padecer, padecemos todos) quienes en su padecer algo también hay de corresponsabilidad y responsabilidad. Y apareció la idea fantástica y que creo ilumina muchas cosas: el jarrón se rompió porque le tiraron una piedra, o es que el jarrón, rompible él, se rompió al golpearle la piedra. La traducción a lo humano es evidente.

 

Y me pareció fantástica porque abrió un camino en la conversación que nos llevó de nuevo a otra disputa: lo biológico o lo psicológico. Esta es una vieja dualidad que en nuestra cultura separa una cosa de la otra. Quizás es difícil concebir lo psíquico como una expresión más de lo biológico al tiempo que eso biológico es también expresión psíquica. Es decir, pensar que somos seres biológicos, que evidentemente tenemos una naturaleza concreta palpable y que se comporta de una manera y no de otra, que vivimos gracias a complejos mecanismos electroquímicos, y en dónde el reír, hablar, o llorar tiene sus componentes biológicos y psicológicos. Eso igual no es una contradicción. Igual; o sí. Pero lo apasionante en realidad era otra cosa. Porque no se trata de pontificar y decir que hay una verdad y que sólo existe esa. Lo apasionante era que había un baile de ideas, de pensamientos, de manejos en la discusión, y con todo ello emergía la tendencia a tomar posturas, o a establecer puentes, o… hablaban de alguna otra cosa. Era como las eternas discusiones que tenemos en torno a un partido de fútbol: ¿se habla de fútbol o de otra cosa? Si embargo volví a anotar la palabra “persecutorio”. Y en el fragor de la conversación se nos pasaba la hora y tuvimos que parar el partido.

Espacio de supervisión

 

Tras el descanso nos pusimos a trabajar aquella idea tan maravillosa que nos aportó uno de los miembros del grupo al hablar de su trabajo: “grupo de padres de niños que consultan”. Esa frase tiene para mí un contenido delicioso: o sea que los niños consultan y envían a sus padres para que formemos un grupo con ellos, ¿verdad? Reconoceréis que la idea es fantástica si bien no era la que estaba tras la idea original de quien la expresó. Y con esta idea se trabajó una situación en la que palabras como confusión, angustia, agobio, ahogo, falta de límites, miedo, susto… dieron pie a muchas reflexiones ante las que la de unos trastornos por déficit de atención de…, se mezclaban de forma constante.

 

Y tras eso, el descanso y … vamos a extraer algo de teoría.

Las ansiedades relacionales

 

No sé si el título del apartado es correcto o no, pero algo me dice que es la relación con el otro lo que me genera eso que podemos llamar ansiedad; aunque al decirlo así suena como si pensara que las hay relacionales y no relacionales. Y esto parece contradictorio con lo que os vengo subrayando: somos grupo desde nuestra concepción y si es así, ¿por qué el estar en relación con el otro me genera ansiedad? Es decir, si siempre he estado en relación con el otro, ¿cómo puede esta relación generarme ansiedad en un momento o no estar permanentemente ansioso? Quizás conviene aclarar que la palabra ansiedad no tiene exclusivamente la significación clínica asociada también a la de angustia, sino que indica el malestar (grande o pequeño) que todo ser siente cuando percibe un peligro más allá de que ese peligro sea real o no. Por ejemplo, no tiene peligro real dar una clase, o escribir un texto. Pero uno siente una serie de cosas cuando se encuentra en estas situaciones que hablan de momentos de ansiedad.

 

Desde que nacemos estamos en relación con el otro, y el otro con el que ha nacido. Es decir, estamos o formamos parte de una malla de interconexiones de la que cada uno de nosotros es algo así como un nudo, un punto nodal, un entrecruzamiento de conexiones. Esta característica nos pone en una tesitura complicada ya que, proviniendo de un vínculo tan especial madre-hijo en la que no hay diferenciación entre uno y otro ser, cada vez que se despiertan las fantasías de fusión con el otro la reacción automática es la de huir de eso, separándome de la persona con la que me siento vinculado. Pero el vínculo es mutuo: el hijo hace a la madre y ésta al hijo. Y en el de la madre al hijo, la vivencia de la sujeción que ello representa es más que evidente si atendemos a lo que dicen respecto a lo que les agobia, lo que les cansa, lo que les paraliza y condiciona. Eso se llama vínculo.

 

Claro que podemos pensar que eso es una hipótesis no demostrada porque el recién nacido no nos lo cuenta. ¿Seguro? Me contaba ayer una compañera que ha sido abuela que a su nieto, al poco de nacer, lo tomó el padre de la criatura en brazos. Y al poco se puso a llorar, a berrear, y el padre hacía los posibles por calmarlo hasta que la madre le dijo: dámelo. Lo puso sobre ella y de forma automática el niño se calmó. Es decir, el olor a su madre, el latir de su corazón y algunas otras cosas que en estos momentos no sabría decir qué, lo tranquilizaron, y se durmió. Para mí, lo que le tranquiliza es que se restaura la unión con la madre (posiblemente la unión con alguien con quien estoy acostumbrado desde hace nueve meses). Y a la madre, en estas circunstancias, lo que le tranquilizó es que le pusieran a su bebé en su regazo. Es decir, que hay una dualidad o para decirlo en terminología moderna, hay una mutualidad.

 

Uno de mis psicóticos preferidos (llevo más de dieciocho años con él) me llama a menudo y me deja numerosos mensajes en el contestador. Pero cuando ayer al mediodía estaba con él me contaba que creía que su padre era él por una cosa rara y que en un momento de reencarnación en unos dos mil años más, se curaba; pero que algo hizo su padre que le interfirió la curación y que eso le llevaba a odiarlo porque él estaba convencido de que nada había tenido que ver con la separación y que K., le ponía un poder que solventaba la situación. Evidentemente hay una serie de elementos delirantes pero si los leemos con una cierta atención fijaros cómo hay una dificultad de diferenciarse de la figura paterna al tiempo que se siente diferente a él (porque lo cuenta explicando un absurdo que él percibe pero que no sabe explicar). Es decir, las fantasías de fusión llevan a confundirse con el otro. En los procesos de enamoramiento hay fusión, y gracias a esa fusión las personas enamoradas comienzan una relación determinada que es diferente a otras relaciones “de no enamoramiento”. Esta fusión supone que cada uno de ellos va adquiriendo gestos, pautas de comportamiento verbal, cambios en el estilo de vestirse o peinarse, que hablan de que hay fragmentos de la identidad de uno que han quedado preñados de los del otro. Pero esta fusión debe poderse resolver en algún momento para no confundirse, para que en la unión no se vaya perdiendo cada uno en el otro y entremos en relaciones simbióticas, indiferenciadas y que, de seguir la cosa así, vamos a acabar mal. Es decir, el humano es un animal que tiene una cierta tendencia a fusionarse con el otro a través de la relación. Esto individual y colectivamente. En realidad los problemas de la identidad, tanto los individuales como los colectivos, son los que se derivan de las vivencias de fusión (que pueden ser una fantasía, claro) y en ella, la fantasía de pérdida de lo que se llama “identidad” (que es otra fantasía en cuanto se la considera como algo estático; pero no entremos ahí). Y fijaros cómo en la adolescencia y en esos otros períodos en los que las personas nos sentimos perdidos se potencian los comportamientos que buscan las raíces, las señas de identidad.

 

El grupo de profesionales que sois, aunque no lo creáis, establecéis una relación con los pacientes, con la población que os corresponde atender que debe ser muy rica y de mucha compenetración. Fijaros en lo que contasteis. En el segundo tiempo, cuando comentáis que debéis hacer un curso para explicarles a las madres que “no hay que dormir con el hijo” (y otras muchas cosas similares), estáis señalando la necesidad de ayudar a separar a la madre del hijo (y viceversa) para que cada uno realice su desarrollo sin que ello suponga que ya no se le quiera. Estáis pensando en que precisan de límites. Estáis hablando de que el papel de cada miembro de la familia ha quedado diluido. Estáis subrayando la necesidad de ayudarles a salir de la confusión. De la fusión con el otro. Y para ello debéis establecer una relación lo suficientemente buena y potente como para posibilitar esos cambios.

 

Cuando trabajamos en un grupo, a mayor tamaño del mismo, mayor confusión evidente. Y en estos estados de confusión, la vivencia de la pérdida de la identidad toma tal fuerza que en ocasiones puede haber una descompensación psicótica. Esa fantasía de pérdida de la identidad proviene en parte de la disolución temporal, si queréis, de los límites del yo. Eso hace que, por ejemplo, cuando una turba comete determinadas atrocidades, nadie es responsable de las mismas ya que la disolución de los límites del yo posibilitan que uno haga lo que la masa indica hacer: ya no soy dueño de mis actos. Esto ya lo decía Le Bon en 1895. O de la misma forma en los estados de enajenación temporal. Y estos estados aparecen porque ocurren cambios en los mecanismos sinápticos y en la actividad eléctrica cerebral sin poderse determinar si fue antes el huevo o la gallina: se dan al unísono. Son ansiedades que podemos llamar relacionales en tanto que lo que se juega es algo de la relación con el otro u otros. Y estas ansiedades (y muchas otras) aparecen porque la capacidad mental para elaborar lo que está sucediendo se detiene. La mente no es capaz de procesar una serie de cosas que el sujeto está viviendo y busca una salida.

Las conducción de un grupo

 

Cuando los profesionales queremos empezar un grupo, lo más sensato es que pensemos en grupos centrados en la tarea: grupos de tipo psicoeducativo, talleres de memoria, de habilidades sociales, grupos de relajación o de psicomotricidad, de expresión artística o lo que sea. Podemos decir que lo hacemos por que hay una serie de criterios que me aconsejan hacerlo así. Claro, cuando acaban de darme el carné de identidad no cojo el primer coche que veo y me pongo a 200 Km., por la carretera porque todavía mis criterios me aconsejan no hacerlo. Pero esto que está a nivel racional bien argumentado desde otro punto de vista se corresponde a lo que la intuición personal me indica: no debo ponerme en peligro. Y elijo una tarea porque esa me va a ayudar a organizarme ante los pacientes. Es decir, la tarea cumple una función contenedora de las ansiedades de relación que tengo y las que tienen ellos. Es el parapeto tras el que me puedo sentir a salvo si en algún momento me asusta la ansiedad. Y la intuición del profesional va ligada a eso: si tengo una tarea, si me ciño a unos objetivos, a unos aspectos concretos, las ansiedades que provendrían de la ausencia de esa tarea desaparecen o se aminoran. Es decir, nosotros también percibimos las mismas ansiedades y para paliarlas (podemos poner todas las racionalizaciones que queramos) proponemos un tema que justifique el encuentro y, al ceñirme a esa tarea, todo lo que guarda relación con la interrelación, se aminora o desaparece. Pero cuando esto no es así…

Ansiedades y supuestos básicos

 

Bion fue un psiquiatra inglés del siglo pasado que en uno de sus desarrollos teóricos (posiblemente por el que es más conocido entre los que nos dedicamos a lo grupal) es el que tiene que ver con los llamados “supuestos básicos”. Un supuesto, aquí, es una hipótesis, una creencia a partir de la que se actúa de una o de otra forma. Por ejemplo, hay quien opina que comer melón en el momento de la cena es malo porque no deja dormir bien, y uno tiene pesadillas. Esa hipótesis está presente en muchas familias de forma que en ellas no se toma jamás un melón en estos momentos del día. Pues bien, esto es un supuesto. Como lo era el que la tierra atraía a las cosas que estaban sobre ella y esa atracción era la causante de que las cosas se cayeran y que no pudiésemos volar: no era una fuerza llamada gravitacional sino la atracción que esa tierra ejercía sobre lo que se posaba en ella (y a nadie se le ocurre pensar que también ejercemos una fuerza gravitacional sobre la tierra, aún siendo cierto; pero como la intensidad es tan baja, tan despreciable, que la anulamos). Otro supuesto. Sólo que en el terreno que nos movemos, el supuesto no es consciente si bien se actúa. Es decir, estamos hablado de supuestos inconscientes que emergen y se detectan a través de cómo funcionamos las personas. En estos casos, estos supuestos son formas de pensar y sentir que consideran que las ansiedades que tenemos se amortiguarían si…

 

Según Bion, tres serían los supuestos que emergen en la situación grupal: el de Dependencia, el de Ataque y fuga, y el de Emparejamiento. Y los detecta al constatar el comportamiento de las personas en un grupo, el comportamiento y el estilo de la relación que se establece. El primero, es decir, la primera hipótesis inconsciente que emerge en el grupo supone que las ansiedades que tenemos desaparecerán por la acción del líder del grupo. Es decir, si me pongo en la actitud de “el sabe, yo no”, él me sacará de la situación, estos posicionamientos hablan de un supuesto al que llamamos de dependencia: yo, nosotros, dependemos de él. Y esta posición es muy clara y evidenciable en la clínica. Cuando los pacientes esperan de nosotros que les saquemos del atolladero se colocan (y nos colocan) en posición de dependencia. Y en parte, la tensión y cansancio que nos generan tras la visita se debe a eso. Y por esto nos sorprende cuando les vemos fuera charlando tranquilamente con quien sea cuando un ratito antes estaban en la consulta diciendo lo que nos decían. Nos sorprende e incluso molesta porque en el supuesto de dependencia la vivencia que se nos activa es que nosotros debemos solventarle algo de lo que le está pasando.

 

La posición de ataque y fuga proviene de creer que las ansiedades que nos despierta una situación se resolverán si me peleo, discuto, me alejo, me separo del otro o de los otros. ¿Cuántas veces el paciente se enfada con nosotros al constatar que no somos capaces de resolverle sus problemas? ¿O en cuántos matrimonios hay la creencia de que la resolución de los problemas de convivencia vendrá de la discusión, de la pelea, de la acusación…? Las ansiedades que rodean muchas situaciones de la vida no se suelen resolver mediante ese tipo de medidas, pero es cierto que es una de las maneras mediante las que la sociedad cree que así se resuelve la cuestión. ¿Cuántas veces las ansiedades que provienen de determinados pacientes no las resolvemos derivándolos a otro ya que consideramos que nosotros no podemos con ellos, o con la ansiedad? En esta forma de establecer la relación no se mira tanto el encontrar puntos de contacto sino de separación. Por lo que no se escucha al contrario ya que de hacerlo podrían aparecer puentes que unen ambas riberas y eso activa las fantasías de fusión. Se ve con frecuencia en las crisis matrimoniales. Hay un continuo juego de ping pong, en el que lo que se busca es la anulación del contrario.

 

La tercera vía es la de emparejamiento por la que consideramos que en la medida que todos participemos colegiadamente y de forma unida en la consecución de un objetivo común, las tensiones entre nosotros desaparecerán. Y de ahí, o el hijo que viene a resolver nuestra situación de pareja, la compra de la vivienda porque ese proyecto nos aunará, el viaje que nos servirá para estar más juntos, o nuevas iniciativas que al ser como si fuese el producto de nuestra nueva dimensión será el que paliará nuestras deficiencias. De esta forma muchos grupos buscan encontrar algo que les agrupe con la creencia que esa cosa será lo que nos unió. Y es cierto que las desgracias (por ejemplo, un terremoto, una emergencia nacional) lo favorecen; pero la realidad no deja de ser un espejismo, útil quizás, pero espejismo a la postre. Los políticos, los gobiernos, suelen activar este tipo de cosas buscando banderas, motivos de orgullo colectivo, éxitos deportivos o militares, que consiguen durante un tiempo solventar la angustia de base que subyace en el colectivo.

 

Estas tres vías vienen complementadas por Hopper cuando señala un cuarto supuesto: no-cohesión: masificación/agrupamiento. Y que en cierta medida habla de los dos polos en los que nos podríamos ubicar: en la posición de amebas o la de crustáceos. Es decir, o totalmente masificados sin diferenciarnos los unos del otro, o totalmente aislados (por muy juntos que estuviésemos) dentro del caparazón individual. Pero en este juego de me acerco al otro y hasta dónde me acerco sin confundirme también podríamos ubicar a los tres supuestos de Bion. En el primero, el otro no existe más que si es el líder de quien dependo y a quien me engancho (me uno casi confundiéndome en él; y esa unión la percibe el profesional que en ocasiones se asusta de la excesiva “dependencia” del paciente); o me separo violentamente de los demás ante la fantasía de poder quedar excesivamente unido a ellos (en las crisis adolescentes, el marcharse de casa dando una patada, un portazo no dejan de hablar de las terribles fantasías de quedarse atrapado en el otro); o me uno tanto que no puedo diferenciarme, aunque eso sí, gracias a un proyecto común que a la postre es el objetivo de nuestra existencia.

 

Eso nos da una pista para entender algo de lo que sucede cuando vemos que el grupo o se pone en una u otra posición. Habla de los niveles de angustia que aparecen y cómo se lidia esta angustia, y en estas circunstancias podemos buscar en el registro de los comportamientos sociales situaciones similares para que las personas vayamos entendiendo algo de nuestro funcionamiento en el grupo. Es decir, lo que se pretende en el grupo no es sólo que los componentes vayan desarrollando determinadas habilidades sino y fundamentalmente que podamos incrementar la capacidad de entender lo que nos pasa y cómo eso que nos pasa está conectado con los síntomas que presentamos. Dicho de otra forma, todo síntoma, toda señal que emitimos las personas a lo largo de nuestra existencia guardan relación directa con conflictos más o menos resueltos. Cuando el hombre no puede digerir el conflicto, integrarlo de forma creativa en su vida de manera que de esa asimilación pueda obtener beneficio no sólo el sino el entorno en el que se encuentra, comienza a manifestar su malestar mediante búsquedas más o menos desesperadas. Una de ellas es lo que se denomina enfermedad mental. Otra son los procesos somáticos. Un tercero es un tipo de desarrollo en el que no aparece mentalización sino sólo motorización de la ansiedad.

 

Y, si me permitís, si consideramos que hay tres tipos de angustia, la depresiva, la paranoide y la confusional, ¿podríamos calibrar hasta qué puto el supuesto de dependencia entra en juego la primera, en el de ataque y fuga la segunda, y en el de emparejamiento la tercera?

Ansiedades: su origen

Bien. Si ya sabemos algo de cómo nos las manejamos en el grupo para lidiar con la ansiedad ante la relación con el otro y hasta podemos considerar el tipo de ansiedad que entra en juego, ¿cómo averiguar el origen de tales ansiedades grupales?

 

Este es otro tema complicado y que creo que puede dar mucho de sí, aunque intentaré hacerlo breve.

 

Creo que el día pasado os contaba que en las conversaciones que se mantienen en el grupo hay como dos niveles de lectura básicos. Uno es el más elemental y en el que creo todos podemos estar bastante de acuerdo: se suele hablar de cosas reales que les pasa a las personas que están ahí. Diríamos que este nivel de lectura se sitúa en el real, en el que corresponde a personas que cuentan sus cosas, que se cuentan sus cosas. Ahora bien, si pensamos que un grupo conducido por profesionales de la salud sólo habla de cosas reales podemos caer en una cierta simplificación de lo que es la vida psíquica. Es como cuando uno va a ver una película, o un cuadro o lee una novela. Puede quedarse en lo que se ve sin más (cosa absolutamente legítima y que incluso puede sernos muy necesaria a los del mundo psi), y esa visión es absolutamente normal. Voy a ver por ejemplo, “el cisne negro” y cuentan una historia de una bailarina que… Perfecto. Ahora bien, ¿podría ser que a través de esa historia el director nos estuviera enseñando otra? ¿Podríamos pensar que tras una novela, un relato, una película, una obra pictórica el autor está explicando algo más que lo que leemos en un primer nivel? Leer un poco más allá representa asumir el carácter simbólico de todo lo que hace el hombre. Y si nos metemos en este terreno comenzamos a descubrir bastante más cosas de las que se pueden ver a simple vista.

 

El carácter simbólico de las cosas de las que se habla es el que nos conduce a poder entender algo que está articulado con las ansiedades que se están cocinando en el grupo. Y para ello sólo debemos hacer una cosa sencilla: oír sin escuchar. Cuando uno escucha presta atención a las palabras, al tono de voz, a los gestos y esta atención que ponemos nos conduce a la lectura de los elementos racionales del discurso. Y esto está muy bien. Pero como tenemos dos oídos, ¿qué tal si destinamos uno a ese nivel de lectura y el otro lo dejamos que sólo oiga? Al sólo oír, al no prestar especial atención a lo que se dice nos permite captar otro tipo de mensajes que están agazapados, camuflados, disimulados en el mensaje racional. Oír sin escuchar es como leer entre líneas. Pero al hacerlo, nuestros sentidos prestan atención a lo que podríamos llamar “escucha interna”, es decir, a oír a través de lo que esas palabras nos suscitan. Por ejemplo, en el inicio de este escrito decía que había entendido que podían venir cuando quisieran. Os lo puse en bastardilla expresamente. También puse estuviera claro el momento de inicio. Y en otra ocasión grupo de padres de niños que consultan. Creo que todos entendemos lo que dicen las frases sin más, es decir, a partir de la lectura racional. Pero, y sin ahondar mucho, ¿hay alguna conexión entre lo de venir cuando quieren y el no tener claro el inicio? A mí me parece que hay como unos puntos de convergencia que hablan de un estar a disposición total y absoluta, es decir, estar al servicio de otro, a su voluntad, a su capricho, sin que yo no pueda reclamar mi propio derecho a espacio propio. Pues bien, sin entrar más allá, ¿podríamos pensar que si estas frases hubieran sido dichas por los miembros de un grupo, el tema de la ansiedad está vinculado a esa total falta de límites, a esa disponibilidad absoluta a los caprichos del otro, a esa nulo respeto a uno mismo? ¿No conduce una situación así a un estado en el que el otro puede aparecer en cualquier momento y, por lo tanto, las fantasías persecutorias se convierten en realidad? Si el grupo se condujera en forma de “ataque fuga”, ¿podríamos considerar que en realidad está lidiando con ansiedades que se activan en contextos reales y que ponen en marcha fantasías de tipo persecutorio? Esto sí es una hipótesis. Pero si fuese el conductor de ese grupo, ahondaría en lo que se siente ante esta situación, me preguntaría de qué nos estaríamos defendiendo o qué peligro amenaza a esas personas.

 

Bien, espero que estas líneas un poco desbarajustadas por estar escritas en el tren, os sirvan para considerar algo de la vida de los grupos. Igual el próximo día podemos profundizar un poco más en ello.

Y para cerrar…

 

Fijaros cómo van transcurriendo nuestros encuentros. El primer día quizás nos posicionábamos en la consideración de que os iba a aclarar todas las dudas, alias dependencia. Hoy nos debatíamos entre nosotros como buscando aminorar algún tipo de ansiedad, alias ataque y fuga. Lo que no queda nada claro es si el próximo volveremos al de hoy, nos refugiaremos en una especie de emparejamiento fantástico, o volveremos a una posición de dependencia.

 

Y otro pequeño apunte… ¿qué era eso de un grupo de padres de niños que consultan? ¿no hablará también de nosotros, verdad?

 

En cualquier caso, muchas gracias por la experiencia. Os espero a las 9,15.

 

Dr. Sunyer