136) ¿Podrías ponerme alguna situación grupal para hacerme una idea de cómo sueles trabajar?

136) ¿Podrías ponerme alguna situación grupal para hacerme una idea de cómo sueles trabajar?

 

Bueno, voy a intentarlo. Pero en realidad, lo que más me entusiasma no es eso, sino tratar de ayudarte. No me considero un modelo a imitar y, además, una sesión no es representativa. De todas maneras, escogeré una en la que mi presencia se hace muy evidente al tratarse de una de las primeras sesiones de ese grupo. Se enmarca dentro de un programa formativo y con ello te indico que no es el típico grupo de pacientes; pero ya sabes que no hago distinciones  porque padecer, padecemos todos. Verás un estilo de conducción pero es importante señalar que no todas las sesiones tienen esta dinámica. Se trata de un grupo de trece personas jóvenes, de entre los veinticuatro y los treinta y cinco. Tres varones y el resto mujeres. No se le puede considerar como pacientes puesto que son un grupo de personas vinculadas con un título universitario de postgrado, aunque no con el máster de la Universidad de Deusto en el que participo. Se trata de otro curso, de otra Universidad. El grupo se reunía dos veces al mes, en sesión de hora y media. Paralelamente a la experiencia grupal tenían otras, también de tipo vivencial, en las que se utilizaban técnicas no verbales. También tenían unas sesiones de supervisión que realizaban los miembros del grupo de profesionales que dirigía el curso. No estaba yo involucrado en ellas.

 

Cuando entro en la sala están la mayoría de los miembros sentados[1]. Observo una silla colocada frente a B., e indico si podríamos poner la silla de otra forma, para evitar barreras entre nosotros[2]; pero me informan por señas de que no puede ser porque tiene problemas con su pierna[3]. Coloco una silla que faltaba[4]. La sesión propiamente no había comenzado. Pero yo sí.[5]

 

Tras contar las sillas que había y comprobar que falta E., tomo asiento en una, la que tengo más cerca[6]. La silla está situada junto a una estufa. A mi izquierda hay una silla que ocupa R., a mi derecha, la estufa[7].

 

Miro a los componentes del grupo[8]. Me parece que están cariacontecidos. Como serios. Pienso varias cosas: intervengo, digo lo que pienso, me callo, espero… al fin opto por intervenir diciendo lo que en aquel momento me pasa por la cabeza[9]:

 

— (Cond) Os veo serios… me pregunto si os pasa algo… ¿qué sucede?[10]

N., me contesta al poco que «es por el cambio de grupo. Me cuesta cambiar de grupo, de situación»[11], dice.

En este momento E., le pregunta:

— ¿A qué grupos te refieres?

— No. Estaba pensando en los grupos de trabajo y en éste.

— Pero a los grupos de trabajo… ¿Cuáles? ¿Los de pacientes o los de profesionales?

—No, los de profesionales. Al equipo[12].

Diversas hipótesis pasan por mi cabeza.

—Sí, —añade R.— parece claro que tras el grupo de supervisión, ahora este grupo…

Me sigo preguntando cosas. ¿Intervengo? ¿Qué digo?[13]

R., añade:

— Bueno…. Os quiero decir que… estoy contenta de estar aquí… de estar entre vosotros…

Yo la miro. Algo me sugiere que hay mar de fondo en lo que dice. Su mirada, el tono de voz[14]

Al mirarla me mira[15]. Y añade:

— Podría no estar aquí. Acabo de tener un accidente. Me he saltado un Stop y… no ha pasado nada… pero podría haber sido mortal[16]

— (Cond) Y ¿eso[17]?

— Bueno, iba deprisa y no vi el Stop hasta haberlo pasado. En aquel momento venía un coche. Si llego un par de décimas de segundo más tarde, me mata. No estaría aquí[18].

Dejo pasar unos segundos. Quiero ver qué pasa con el resto del grupo. Todos están cabizbajos. Nadie osa mirarla ni mirarme. Parecen sobrecogidos por la noticia. ¿dónde se sitúa el supuesto pacto de silencio?

Insisto[19].

—  (Cond) ¿Y qué pasó entonces?

— Si, es que voy muy deprisa, siempre llego tarde. Y lo gordo es que llegaba con media hora de ventaja: me había equivocado en la hora de iniciar la sesión[20].

— (Cond) ¡Ah! ¡Siempre llegas tarde[21]!

— Sí, es de siempre. Siempre llego tarde[22].

— (Cond) O sea, que es crónico[23].

— Más o menos[24].

— (Cond) Más o menos. No entiendo. ¿Y eso?

— Eso me pregunto yo.

— (Cond) Y yo también[25]miro al resto del grupo. Busco alguna mirada sobre la que posarme y, articulándome con ella, preguntar al grupo. No la sé encontrar. Parecen como ausentes, como que no quieren escuchar lo que están oyendo. Me dirijo a todos…

— (Cond) Y qué tal si nos lo preguntamos. Porque digo, ¿habrá alguien que siempre llegue tarde? ¿O es algo que sólo le pasa a R[26]?

— Bueno, —dice R.—  también mis padres[27].

— (Cond) Ah. O sea que es un problema familiar[28].

— Más o menos.

— (Cond) Veo que siempre es más o menos[29].

— En mi caso,—dice M.—  es cultural[30].

— (Cond) ¡Ah! Bueno. Si es cultural no hay problema. Hablaremos con cultura a ver qué le pasa a ella[31]. Eso también lo digo dirigiéndome a todos. Parece que están totalmente pendientes de la conversación y, al tiempo, como temiendo participar de ella. De hecho participan, desde una posición callada.

— No. Es que allá siempre se llega tarde. Es un problema cultural[32].

— (Cond) Menos mal que siempre tenemos alguien a quien echar las culpas[33]. Cuando metemos la pata, se saca. No hay que tener miedo a ello. El conductor no es alguien que tenga la verdad absoluta. Que vean que cuando te das cuenta que metes la pata, pides disculpas, pues ganas tú.

— (Cond) Aunque es verdad que los elementos culturales, están siempre presentes en lo que hacemos.

— En mi caso también son mis padres —dice A—.

— (Cond) ¡Ah! Bueno. Vamos viendo que los problemas son de los padres, o son familiares[34]. O que os son familiares, no sé. Tendremos que preguntarles a esas familias qué les pasa. A vosotros, no. Claro. A no ser que os sean familiares[35].

— O., indica «Nos son familiares.»

— (Cond) ¿Qué quieres decir con ello[36]? Parece que el grupo se va implicando poco a poco.

—Bueno, que mis padres, de siempre… bueno que es un follón porque cada uno come a su hora…

— (Cond) ¡Ah! Entiendo. Que tu casa es como un follón[37].

— Más o menos.

— (Cond) No entiendo. Qué quieres decir con más o menos. Observo que todos están muy atentos a lo que está sucediendo. Así que digo:

— (Cond) ¿Alguien entiende eso de «más o menos»? Lanzo la pregunta otra vez al resto de personas que están ahí, con la intención de involucrarlos en la conversación. Parece como que son depositarios de una serie de secretos, o de lo que no se puede o debe decir, y siguen estando en ese lugar.

R., dice:

— Que en unos momentos es más y en otros menos.

Y le digo[38]:

— (Cond) Y en tu caso, ¿qué es más o menos?

— En realidad, más veces más que menos.

— (Cond) Esto ¿qué quiere decir?

— Bueno… que en mi casa siempre es un follón.

— (Cond) ¿Tienes hermanos[39]?

— No. Soy hija única… mi padre nos dejó cuando tenía 5 años… siempre he estado en casa con mi madre… y es un follón[40]

— (Cond) O sea, que por alguna razón tu padre se marchó cuando tú tenías 5 años…

— Sí…

— (Cond) Dura experiencia ésta[41]se lo digo mirándola, pero también miro al resto de las personas del grupo, sigo empeñado en tratar de averiguar qué está siendo depositado ahí, qué pacto hay establecido.

— Pues sí, dice M., a mí me pasa… es que algo me pasa y no sé que es…

— (Cond) Tus padres ¿viven los dos[42]?

— Sí. Pero mi padre… no sé… pone cara seria, como de enfado

— (Cond) Ah, ¿estás enfadada?

— Sí.

— (Cond) ¿Y este enfado…?

— Bueno, hace años.

— (Cond) ¡Ah! Tienes un enfado de años… esto es un enfado crónico[43]

— Pues sí.

— (Cond) A veces, hay enfados crónicos que se cronifican tanto que uno no sabe como arreglarlos.

— En mi caso hay enfados infinitos.

— (Cond) Qué bonita idea… enfados infinitos[44]. Esto es un enfado grande y duradero…

— Sí.

— (Cond) Por alguna razón…

— Yo intento hablarle… y explicárselo,… pero sigue igual… no reacciona… no me dice algo… no sé. Es que no me dice lo que me tiene que decir. Pienso en el grupo, en el silencio en el que muchos parece que se han instalado. Reflexiono sobre los paralelismos entre lo que se dice y lo que sucede. Vuelvo a la situación de esta persona.

— (Cond) Pero qué es: ¿un enfado infinito o un rencor infinito[45]?

— Bueno. Quizás es rencor infinito.

— (Cond) Éste es un enfado muy gordo al que se le añade rencor. El rencor es como tener la libreta de los reproches permanentemente abierta, con deseos de venganza, de instalar una especie de justicia particular que poco tiene que ver, seguramente, con la situación real. Tiene que doler mucho eso que tienes. Porque un rencor tan grande es como un estreñimiento crónico[46]. Y eso duele mucho[47].

— Mt., dice: ¿qué diferencia hay entre rencor y enfado? ¿No es lo mismo?

— (Cond) Parece que no. Alguien lo puede explicar[48]. Prefiero que lo expliquen los demás, creo que lo que digan va a tener más poder de penetración que lo que pueda decir yo[49].

— Bueno… (dice B.) yo tengo mucho rencor…

— (Cond) Bueno, veo que nos vamos aclarando[50]. Hoy hay muchos enfados, muchos rencores, muchas confusiones…

— Sí. Pero yo estoy enfadada —dice B.—  por esta maldita enfermedad y el accidente[51].

— (Cond) Ah, ¿tú también has tenido un accidente[52]?

— Sí… Se emociona mucho, llora. Y sigue:

— Y a raíz de este accidente[53] me han vuelto a aparecer las llagas en la piel[54].

— (Cond) O sea, que el enfado que tienes es tan grande y además no sabes qué hay en este enfado que no tienes más remedio que decirlo con llagas. Deben de haber muchas llagas en tu vida[55]. Sigo mirando al grupo al tiempo que centro mi mirada en las personas que están hablando en estos momentos. En especial a B., que es quien está aportando esta información.

— Sí muchas…

— (Cond) Y mucho enfado[56].

— Sí.

— (Cond) ¿Cómo fue el accidente[57]?

— Pues fue hace cosa de quince días, salía del arcén con la moto… y un coche… bueno, que su matrícula sólo se torció un poco, pero yo salté por los aires rodando[58].

— (Cond) O sea que te cogen y te hacen daño y el otro no se hace más que un pequeño detalle[59]

— Bueno sí… (Se pone a llorar) El grupo está sobrecogido. Todos callados. Yo respeto el llanto de B. De pronto, B., se levanta y se va del grupo. También R. se levanta y la acompaña.

El grupo queda en silencio.

Pienso un montón de cosas: ¿me habré pasado? ¿Qué es lo que le hizo salir? ¿Salgo yo[60]?

Mt., va y se levanta para irse.

Le niego el permiso[61].

— ¿Por qué me haces eso?

— (Cond) Porque mira, si vamos saliendo todos vamos a hacer la sesión fuera. Mejor será que nos quedemos y trabajemos lo que está sucediendo[62]. Y por esto os pregunto, ¿qué pensáis los que estáis callados[63]?

Se sienta. Pone mala cara. El resto del grupo sigue callado.

— Rto., (un varón) dice: bueno, la verdad es que tenemos un problema serio. Creo que las mujeres del grupo no confían en nosotros. Nos acusan de ser mandones, que no queremos hacer lo que hay que hacer. Y esto no es cierto. Siempre ayudo en lo que puedo[64].

— L., (una mujer que estaba particularmente ida replica): tu puede ser que si, pero esto no es lo habitual. Creo que en el equipo también hay como preferencias, os hacen más caso a vosotros que a nosotras. Como si no nos creyesen cuando decimos según qué cosas. El otro día, sin ir más lejos escuché a XX (un miembro del equipo) decir que éramos una pandilla de charlatanas[65]. Me enfadé mucho y no pude escuchar más.

— Rto., ¿y eso cuándo y dónde fue? Aquí parece que se descuelga del guindo; pero busca aclarar la situación..

— Pues el otro día. Salía de la supervisión y escuché a XX hablar con otro que no supe saber quien era. Estaban en el despacho, con la puerta abierta.

— (Cond) O sea que escuchas unas palabras[66] sin saber en qué contexto se dicen ni de quien realmente estaban hablando, y va y en lugar de darnos tiempo a poder entender de qué va eso, le damos un significado concreto: las mujeres de este curso son unas chismosas. ¿Podrían estar hablando de otras personas, quizás[67]?

— No, no creo…

— (Cond) ¿No crees? ¿Sería posible? Porque sólo oíste, dices, una frase, ¿no? Quizás estaban hablando de otras personas… además, digo yo, que las personas podrán decir cualquier cosa, ¿no? Podemos decir que las mujeres son chismosas o que los hombres son unos creídos…, ¿y qué? No es lo mismo que te digan directamente que las mujeres, en general, son chismosas a que oigas un comentario dicho no sabemos ni en qué contexto ni en qué sentido, ¿no?

— Ya, (tercia otro miembro del grupo, Emi, que hasta ahora había permanecido atenta a lo que sucedía), pero es que no nos hacen caso. Cuando me dirijo a esta persona o a otro miembro del equipo, me da la sensación de que pasa de mí…

— (Cond) Entiendo lo que dices, y hasta posiblemente en alguna ocasión percibas que paso de ti[68]. ¿Tenéis o tienes la sensación de que esto sucede aquí, en el grupo? Puede ser que pongáis en este suceso otro tipo de cosas. A veces nos pasa…

En estos momentos se abre un pequeño silencio[69], y entran B. y R.

Le pregunto a B[70].

— (Cond) ¿Qué pasó?

— No puedo llorar en público.

— (Cond) Pero quizás es lo que haces siempre: llorar en privado y nadie puede ayudarte[71].

— ¡Qué me van a decir…!

— (Cond) No sé, pero si sales, si te escapas de la vida, nadie te va a poder ayudar[72].

Se queda callada. Todos están en silencio.

Miro a R. La veo muy seria. Me dice en voz baja: no puedo llorar. Quiero llorar pero no me salen las lágrimas.

— (Cond) Bueno, tranquila. Ya vendrán. Le pongo la mano sobre el hombro[73].

Hay unos instantes de silencio. Parece como que no quieren que nadie vea a nadie. Percibo la sensación persecutoria que parece paralizarles. Esta parálisis ya estaba al inicio de la sesión. Como si mi presencia les molestara, les violentara por algún lado.

Al rato B. se pone a hablar:

— … es que… nunca lo había dicho a nadie… es por todo esto de las llagas…  el grupo está expectante, la atención es total y absoluta. Mientras va desgranando estas palabras trato de calibrar cómo están recibiendo los componentes del grupo todo lo que está comenzando a aparecermi tío abusó de mí a lo largo de 5 años… mis padres no lo saben… estoy muy enfadada con ellos porque no me protegieron[74] el silencio es ahora total, como si lo comentado por B., les hubiera impactado suficientemente como para ni respirar[75]

— (Cond) O sea que guardas un cabreo crónico y un rencor que no sabes qué hacer con él desde ¿qué edad[76]?

— Sí… desde los 5 años hasta los 10. El grupo sigue paralizado. Observando la conversación que se establece entre ella y yo. Al tiempo no dejo de pensar en lo que me han contado, en el recelo que despertamos los del equipo de profesionales, o sea, yo. La figura de autoridad está siendo vivida como muy persecutoria. Como si les estuviera violando también a ellos. Y es posible que la forma cómo estoy conduciendo el grupo pueda ayudarles a ampliar esta sensación.

— (Cond) Pero, ¿tus padres lo sabían?…

— No.

— (Cond) Entonces… ¿cómo te podían proteger…?

— Es que, ¿cómo se lo voy a decir[77]?

— (Cond) Ya. Me hago cargo; pero dime: si no puedes hablar las cosas, ¿por qué reprochas a los demás el que no te ayuden? ¿Igual no quieres ayuda? Y me pregunto si a vosotros también o pasa algo similar[78]. Por cierto B., ¿quieres esa ayuda?

— Sí la quiero.

— (Cond) Pues entonces, en vez de levantarte y marcharte, que es lo que parece que haces a lo largo de tu vida…  igual lo que tienes que aprender es a hablar, a decir lo que piensas, lo que te duele[79]. ¿Qué te pasa en la piel[80]?

— Es que tengo una enfermedad inmunológica que se llama (¿?)… me la detectaron hace tiempo y…

— (Cond) Y que es la representación corporal de la forma cómo tienes de inmunizarte ante situaciones que te crean mucha tensión y enfado. Y como llevas mucho tiempo de enfado, tu piel lo denuncia[81]. Posiblemente te callas tantas cosas que sólo pueden salir en forma de llagas[82].

— Es que lo que me enfada es que estaba bien… y ha sido este maldito accidente el que me ha hecho reaparecer toda la enfermedad[83].

— (Cond) O sea que es una enfermedad que aparece y desaparece según uno tiene accidentes o no[84]. Ya fue un largo accidente lo que nos has contado. Largo, dañino, vejatorio… De todas formas mal andamos, (me dirijo al resto de los miembros del grupo) porque si necesitamos accidentes para saber lo que nos pasa y lo enfadados que estamos[85]

—¡Eso! (dice Mt.) Ahora entiendo exactamente lo que me pasa. Mi enfado con Ud. Porque me he enfadado y es lo que te pasa a ti (le dice a B.). Que no decimos lo que nos pasa. Yo con mi padre… siempre me gritaba y grita y no puedo decirle nada, ni enfadarme con él[86]

— (Cond) O sea que estás muy enfadada con él.

— Si. Muy enfadada. Y lo he visto: me he enfadado con Ud. Porque no me ha dejado salir. Me cabrea mucho cada vez que me encuentro ante alguien que me prohíbe cosas.

— (Cond) Pues arreglemos el tema,  no vaya a ser que iniciemos un enfado crónico. Yo no estoy enfadado contigo. Pero te seguiré prohibiendo salir si considero que eso va en contra de tu propio desarrollo[87]. Veo que el grupo duda entre darme la razón y solidarizarse con ella. En cualquier caso, el grupo está muy activo.

— Pero yo sí me he enfadado. Porque no entendía las razones[88] por las que me prohibía salir. ¡A la mierda! —le hubiese dicho—, pero me quedé parada. Sin saber qué decir

— (Cond) ¡Claro! Bloqueada. Te bloquea el enfado, es una de sus funciones. Los enfados nos bloquean cada vez que los percibimos o imaginamos como terriblemente grandes, poderosos y destructivos (digo esto dirigiéndome a todos).

— Sí. Y me enfadaba con Ud. como me enfado con mi padre. Ahora lo he visto.

— (Cond) Y ¿hasta cuando esta situación? Porque que yo sepa, no soy tu padre. Me parece que algo tienes por ahí que convendría revisar y en todo caso arreglar.

— Sí. Lo malo es que no sé. Estoy muy enfadada[89].

— (Cond) Lo veo. Pero el recurso de convertir los enfados en cabreos infinitos no parece que sea la mejor alternativa. Y tú también (le digo a R.,) ¿Tienes frío[90]? (ya que la veo tiritando de frío a pesar de estar envuelta con un chal).

— Si

— (Cond) Mira por donde. El enfado o nos hace llagas, o úlceras o nos hace tiritar o nos paraliza. En tu caso parece que te hace tiritar.

— Sí. Estoy muy enfadada. Porque siempre voy así por la vida y no se puede ir de esta forma.

— (Cond) No, claro. Mira qué susto has tenido. Todavía no te lo has quitado de encima[91].

— Es que no puedo.

— (Cond) Bueno, pero piensa en lo enfadada que estás. Los Stop son para parar. Son una de estas muchas señales que la civilización nos ha enseñado a colocar para cuidar a los conductores. Es, en el fondo, una norma de educación, de modales. Pero uno puede verlo como algo autoritario, si está en contra de la autoridad, o verlo como señal de cuidado, de protección[92]. Aquí yo hago algo parecido. Si alguien como Mt., va a ponerse en peligro, la paro. No por autoridad, sino que, utilizando la que tengo, la protejo. Si uno no para, puede hacerse mucho daño o puede morir. A veces nos matamos en la vida sin haberla vivido. Y la verdad, es que sería una pena no tenerte entre nosotros porque al menos, a mí, me caes estupendamente[93].

— Ya

— (Cond) Y me imagino la cantidad de cosas que dejamos de hacer por no hablar. Uno va, tiene un enfado crónico, o infinito… y entonces se muere el otro y este enfado queda dentro de nosotros… y lo transmitimos a nuestros hijos… y ¡qué lío! Y todo por no aclararlo en un momento[94].

(Veo que R., está llorando)

—(Cond) Bueno, parece que el susto se te está quitando[95]. (Miro a los demás. Hay gente que todavía no ha hablado… miro a G.  y le digo: ¿Qué tal[96]?

— Humm.. Humm

— (Cond) Ah! Humm Humm  Si es todo un lenguaje.

— Humm

— (Cond) Bueno, al menos dice algo. Tendremos que darnos tiempo para ir aclarándonos porque así es difícil.

— Si.

— (Cond) Bueno, ya es otra cosa. (oigo unas tripas por la zona de mi izquierda) Miren, no sólo tendremos que aclarar lo del humm sino lo de las tripas[97]. ¿Alguien tiene un traductor de tripas por ahí? Pero fijaros en una cosa que nos pasa: al no poder hablar, al no poder expresar nuestros enfados y nuestras cosas, el cuerpo decide ir por libre. Aparecen llagas, aparecen eccemas, aparecen tripas… y mientras, nosotros, pasándolo mal. Aquí nos ha pasado igual. Un comentario escuchado de forma casual se convierte en un elemento que bloquea, paraliza. Y la verdad, independientemente de la realidad en la que se forjó tal comentario, si lo traemos aquí, ¿qué significa? Parece que señala la desconfianza entre las mujeres del grupo respecto a los varones, del grupo respecto a su conductor…, y si no vamos pudiendo trabajar los niveles de desconfianza que parece deambulan por aquí, pues nuestro trabajo quedará bastante mermado.

Seguramente tendremos que seguir trabajando para evitar que sea el cuerpo, el individual o el colectivo, quien nos lo haga pasar mal. Estar enfadado no es malo. Lo malo es que el enfado nos tenga a nosotros. En estos casos, cuando el malestar se adueña de nosotros empezamos a pasarlo mal. Tendremos que seguir hablando de estas y otras muchas cosas. Pero el tiempo, como en los partidos de fútbol, se acaba. Y es un placer poder estar aquí y compartir con Uds., todas estas experiencias. Lo vamos a dejar por hoy. Hasta el próximo día.

 

Parte de esta Función Teorizante pasa por todas y cada una de las experiencias profesionales, de las que la grupal debería ser una muy importante. Sólo nos hacemos a través de estas experiencias y de las capacidades que aprendemos de los pacientes que, con paciencia infinita, van enseñándonos cómo lidiar con las dificultades que nos proponen y que corresponden a su sufrimiento real.

[1] Creo que es importante observar la situación total. Cómo están dispuestos, quien está en qué lugar…, con ello uno se hace una idea general de por dónde van las cosas hoy. Es como si pasaras una especie de escáner que te da una información total.

[2] Hay quien no le importa que haya elementos intermedios, o que incluso instalan una mesa baja como para ocupar el centro y aglutinar el grupo en torno a ese punto. Yo prefiero no tener elementos que medien en el espacio intermedio.

[3] No entro en detalles, me pregunto qué demonios pasa que precisan hablar mediante señas, como si hubiera algo prohibido. Como un acuerdo tácito en no decir o no hablar. Como con un pacto de silencio.

[4] Una de las funciones del conductor tiene que ver con la atención de los elementos físicos del espacio grupal. Hay quien cree que no deben colocarse las sillas y deja que sean cada uno de los miembros el que se la coja. Esto tiene la ventaja de utilizarlo como elemento proyectivo añadido. Yo prefiero ponerlas y cuidar que todos tengan su lugar. Solo cuando alguien se da de baja, se la retiro.

[5] Considero que las cosas con las que tengo que trabajar se inician en el mismo momento en el que entro en contacto con el otro ya que las interdependencias vinculantes se establecen o se actualizan en el momento mismo del encuentro, es decir que no precisan del reloj para ello.

[6] Creo que no deben haber sitios fijos, suelo sentarme en cualquier silla disponible y a ser posible ir cambiando de sesión en sesión. Es más, si observo que alguien parece tener sitio fijo, lo subrayo para que tome nota y tomarlo como una información que me suministra. Esta actitud me ha traído sorpresas como un día en el que los miembros del grupo se apiñaron de forma que me era imposible acceder. Evidentemente era una actuación grupal, pero lo mantengo en mi recuerdo.

[7] Es curioso, normalmente el grupo determina el lugar en el que se sienta el conductor; o quizás en el que no se sienta. Con frecuencia he observado que las personas que tengo a mi lado suelen ser las que precisan más apoyo tácito. Como si «casualmente» siempre me encontrara sentado junto a quien precisa de más apoyo.

[8] Hay que mirar, mirar a los ojos de quienes tenemos a nuestro alrededor. Observarás que en muchas ocasiones las personas tienen dificultades en mirarse. Por lo general, los zapatos es lo más estudiado en las primeras sesiones del grupo

[9] Siempre creo que hay una conexión completa entre las personas que se encuentran en el grupo. Dicha conexión hace que todo lo que se nos ocurre en una relación entre personas y en especial lo que se dice, tiene que ver no sólo con uno sino también con el otro. Por esta razón la idea de decir lo que me pasa por la cabeza no es alocada, sino expresión de este profundo convencimiento.

[10] Considero que puedo optar por dos caminos: el de esperar a ver de qué va esta situación dejando que el resto de las personas tome el rumbo que quiera, lo que no sólo es legítimo sino correcto. De hecho se correspondería más a la consideración del grupo como entidad que se sitúa frente al conductor, el del análisis del grupo. Y en ocasiones es bueno colocarse en esta posición, ver qué tal y cómo se organizan frente a la situación de silencio. La otra postura, la de tomar la iniciativa para evitar los tiempos de silencio que, en muchas ocasiones no hacen sino incrementar las resistencias, sería otra alternativa, que es por la que opto. Posiblemente interfiera en el lo que vaya a ocurrir, pero como creo que formo parte del grupo, pues me atengo a los hechos. También pudiera haberme dirigido a una persona cualquiera, preguntándole o por cómo está, o por la hipótesis que tiene ante este silencio. El conductor se ha de sentir totalmente libre de intervenir cuando lo crea oportuno.

[11] Si pienso en las eidesis, la palabra cambio sería una. Con esto quiero decir que tengo una pista para pensar sobre por donde parece que va la sesión. La idea de cambio puede ser una dirección.

[12] Este fragmento me parece muy rico. Si tomásemos a Bion como referencia, podríamos pensar en la superposición de dos grupos, el de trabajo y este. Y éste, siendo de trabajo también porque son alumnos de un Máster, parece que está muy impregnado de los supuestos básicos. El grupo en el que nos encontramos es una experiencia psicoterapéutica en el contexto de un curso de formación. Por otro lado, el equipo puede referirse al equipo de profesionales que atendemos a ese grupo, por lo que la referencia aludiría a la existencia de dos grupos, el de profesores y alumnos. En este caso, yo sería un representante de ese primer grupo. A partir de ahí se me abren dos alternativas: ¿hablan de las relaciones con el conductor del grupo comparándolas con otras, o hablan de espacios diversos con elementos distintos depositados en cada uno de ellos? En cualquier caso es como más de lo mismo: se depositan cosas en dos lugares; o dicho de otra forma, se habla de tipos de interdependencias diferentes. Posiblemente difícilmente articulables.  Como si fuesen dos tipos de relación distinta. Pero no olvides, Lola, que al inicio del grupo parecía haber como un pacto de silencio, ¿te sugiere algo?

[13] Ahí quiero evidenciar una dificultad de la conducción de un grupo o de cualquier otra situación asistencial: cuándo intervenir y cuándo callar. Por lo general hay que escuchar la voz de la prudencia porque lo importante, en estos momentos, es ver hacia dónde se encamina el grupo. O la persona. Ahí es muy recomendable hacer caso de la intuición. Ya lo decía Grotjahn. Aquí la intuición sería la conexión con los elementos silentes que están en el sujeto que habla y que uno intuye pero desconoce al tiempo.

[14] Volvemos a encontrarnos con lo dicho hace unos segundos. Aquí es importante subrayar que no sólo hay que atender a los mensajes verbales, sino a los paraverbales y a los corporales. En este caso R., se había sentado a mi lado. En muchas ocasiones he constatado que las personas que se ponen al lado del conductor algo tienen en mente contar y que precisan del apoyo, presencia, compañía del conductor. Y la sospecha de algo deriva del hecho de agradecer el estar entre nosotros. No es una idea que suela aparecer en estos momentos; otra cosa sería si estuviéramos al final de la experiencia grupal, en cuyo caso parecería que está introduciendo una despedida. Pero ¿ahora?

[15] Ahí el cruce de miradas. Este es el momento fundamental en toda psicoterapia en el que los mundos personales de uno y otro entran en contacto. En este momento una miríada de conexiones se actualiza y, en especial, aquellas que valoran el nivel de fiabilidad y confianza que uno inspira al otro. Fijarse en la palabra inspirar, los átomos de la psicología del otro penetran en uno. Es en el espacio de la mirada el lugar en el que anidará la relación entre ambos.

[16] Aquí aparece la comunicación de un hecho que le ha producido un impacto muy fuerte. Podríamos pensar que el colocarse junto al conductor, más allá de las casualidades (en psicología no las hay) parece ir paralelo a la necesidad de apoyo y ayuda concreta. La comunicación produce el mismo impacto que el que le ha producido a esta persona. Dicho de otra forma, el impacto sale del sujeto y se ubica, ahora sí, en la relación, en la interrelación entre todas las personas que asisten al hecho. Ello modifica la que existía anteriormente dándole un color que proviene no sólo de la confianza que se ha incrementado sino del propio impacto: ya hay un hecho que los vincula más, el impacto, el susto.

[17] Aquí el conductor no queda paralizado por el impacto, sino que intenta seguir buscando más información. Podría perfectamente haberse quedado callado esperando que fuese la propia persona quién diese, si quería, más detalles. O podría haber dejado que otro miembro del grupo fuese el que buscase más información. Aquí opté por seguir. No sólo porque la tenía a mi lado sino porque no quería dramatizar más la situación dándole un halo de gravedad a través del silencio o del no preguntar, y porque considero que la comunicación aquí está al servicio no de mi curiosidad sino de su necesidad de compartir. Al tiempo pienso en otras cosas. Una de ellas es que más allá del hecho concreto esta persona me habla de un hecho metafórico: algo que le ha producido un impacto brutal y que le ha puesto en evidencia la fragilidad de la existencia. Y en segundo lugar porque habla también de otro impacto, no ya en ella, sino en el grupo. Pienso que el grupo habla del impacto de algo sobre las vidas de cualquiera.

[18] Vuelvo a pensar en lo metafórico del hecho. Claro que puedo quedarme en el relato, en el hecho que explica. Pero al tiempo prefiero seguir pensando en que hay dos ideas que parecen tener mucha enjundia, la velocidad y el stop.

[19] Nos encontramos ante otra de estas situaciones complejas. Puedo optar por callarme conectando con el mismo modo de proceder del grupo. Creo que con ello daría más protagonismo al grupo, cierto, pero dejo de lado el impacto que acaba de tener esta persona. Aquí, para mí, importa más lo que ella sufre que lo que el grupo puede estar pensando o sintiendo. Por otro lado considero que el atenderla es también atender al grupo ya que ella es parte del grupo en el que nos encontramos. Diríamos que una parte del grupo representada por mi atiende a otra parte personificada en ella.

[20] Aparecen varias ideas que convergen. Por un lado el reconocimiento de su parte poniendo más énfasis en su responsabilidad que en lo que siente. Por otro la contradicción: llegando pronto, llega tarde. Desde otra perspectiva estamos hablando también de algo que tiene que ver con lo transferencial: la importancia del grupo, la de llegar pronto al mismo, la de no fallar al compromiso con los demás, todo lo que esto significa y algunas otras cosas que en este momento se me escapan, se hacen presentes en la frase. Y junto a ello, el componente metafórico. Seguramente podríamos pensar en si hay que trabajar o no ese componente contradictorio desde una perspectiva más conductual o incluso cognitiva. Si iniciásemos esta senda dirigiríamos el grupo hacia un lugar diferente al que yo quiero conducirlo: que es el de la resolución de conflictos que anidan bajo los elementos conscientes.

[21] Opto por una parte de la contradicción: siempre llegas tarde. Evidentemente podría haber elegido la otra, pero ésta me pareció más significativa. Llegar tarde es como que aparecen obstáculos en el camino que entretienen y nos dificultan llegar a tiempo. Aquí quiero saber más. Y, como se apreciará, estoy dejando al grupo más como espectador. Tengo la impresión de que en estos momentos esta persona precisa de una atención especial. Desde otra perspectiva hubiese optado por callar, por ver cuál era la reacción del grupo. Sigo pensando que no estamos hablando sólo de ella, sino que a través de ella considero lo que el grupo dice: siempre llego tarde. Pero opto por atenderla sin dejar de pensar en el contexto en el que estamos, el contexto de un grupo que, a su vez, se ubica en un marco institucional que poco cuida los elementos de puntualidad y cuidado a las personas.

[22] Parece como si no quisiera ir más allá. Confirma lo que le digo. Podríamos dirigirnos al grupo y ver qué es eso de «siempre llego tarde», pero opto por seguir, no cejo en mi empeño en quitarle el susto de encima. Creo que si la dejo así no acabo de realizar mi labor de ayuda. Es como ceder a su resistencia. Resistencia que me parece evidente ya que de lo contrario seguiría la conversación y no me la detendría.

[23] Nos hemos puesto a bailar. Un paso al lado, otro al otro. Quiero ir a su ritmo, pero no abandonar el baile. Éste siempre se da en el contexto de la psicoterapia, sea ésta individual o de grupo. Hay un baile, un trenzar movimientos que nos sirven no sólo para darnos aire y oxígeno para respirar en estos segundos en los que seguimos calibrando la confianza en el otro, el interés que puede tener, en la valoración de las fuerzas que tenemos para seguir en la brecha, de seducirnos lo suficiente como para poder seguir escuchándonos y acercándonos.

[24] Evidentemente sigue el baile. No parece que quiera ir mucho más allá. Sigo intentándolo, pero percibo que la resistencia aumenta. Lo tendré que dejar ahí.

[25] Lo tendremos que dejar ahí. No se puede proseguir sin la ayuda del otro. Quizás me pasé en mi insistencia, por esto opto por detenerme. El grupo está ahí. Algo de lo que estamos hablando quedó depositado en el resto de las personas que asisten paralizadas al hecho, a la noticia, a nuestro baile. Posiblemente se haya asustado ante los niveles de cercanía a los que estábamos llegando. Seguramente la seducción era elevada y ante tanta gente no íbamos a escenificar una escena amorosa. El pudor también existe, es un elemento de protección.

[26] Aquí dirijo mi atención al resto de las personas, aunque no acabo de abandonar el barco. Al lanzar la pregunta al grupo posibilito que la atmósfera de intimidad se aligere un poco, corra un poco más de aire, aspecto éste que valora la interesada que, aunque resistente, parece no querer que la abandone tan fácilmente.

[27] Y haciendo gala de su deseo de seguir pero no tan de cerca, introduce una nueva variable: los padres. O sea, dirige la atención a eso que llama «mis padres». Recuerda que en otro momento he comentado que la institución no se caracteriza por atender mucho a los grupos que cobija, los horarios, las atenciones a las personas es algo que no está muy presente en ella. Y aquí, cuando R., dirige el haz de luz hacia eso que denomina «mis padres», me abre una puerta en, al menos, dos direcciones: la personal y que vincula a sus padres realmente, y a la institución. Si fuese esta última, ¿qué significado tiene el «llegar tarde»? Quizás hay una queja del grupo respecto a la institución, respecto a mí mismo, en la que  ese llegar tarde tiene un significado de no estar cuando se tiene que estar…

[28] Recojo el guante, pero quiero no ser excesivamente explícito. Aquí, al ponerlo como «familiar» no sólo me refiero a su familia sino a que es algo habitual, común. Con ello, también abro la ventana hacia otros horizontes para que sea ella o el grupo quienes decidan por qué sendero seguir.

[29] La idea de «más o menos» es una forma de tirar balones fuera. Es la típica frase de quien no quiere profundizar más allá, al tiempo que no desea romper la conversación. Entonces opto por seguir el juego, el baile que me propone. Fíjate  que el resto del grupo, hasta ahora, no ha dicho ni pío. Espectador de la situación, impregnados por el hecho, la noticia, por el baile al que R. y yo estamos entregados, no sabe cómo salir del patio de butacas para incorporarse al escenario.

[30] Y ya se anima alguien más. M. lo pone en lo cultural, en un personaje que parece como mítico, como de nadie y de todos. Pero podríamos pensar que «cultural» aquí significa muchas cosas. Entre otras el conjunto de patrones que hemos ido estableciendo como forma de relación, y eso, en el contexto en el que nos encontramos, engarza bien con la problemática de la institución en la que estamos.

[31] Juego con la palabra, con el personaje oculto tras la palabra cultura. Creo que es mejor no profundizar por ahora. Podríamos fácilmente organizar un pensamiento racional entorno a lo que la cultura hace, dice o representa. Pero no es el caso. Tenemos que seguir metiéndonos en el ajetreo del grupo.

[32] Aquí me cogen por un lado que no esperaba. Ciertamente, M. está hablando de su país. Procede de otro lugar en el que las pautas del tiempo no transcurren por las mismas por las que transcurrimos aquí. No caí en la cuenta de este extremo. En cualquier caso no importa mucho: aquí convergen muchas subculturas y habrá que saber si nos dirigimos a un discurso racional, una especie de conferencia entorno a los valores culturales, u optamos por personificar el tema y acercarlo a quienes estamos aquí, en el grupo.

[33] Aquí hago un requiebro. Utilizo un hecho que también es real: al echar las culpas a algo genérico, las despersonalizamos, las sacamos de la responsabilidad individual. Por esto subrayo el hecho

[34] La opción de no entrar en lo personal es absolutamente coyuntural. En otras situaciones podría haber decidido considerar la aportación desde lo personal. Pero en estas circunstancias como el grupo se sitúa en un contexto académico-experiencial, creo que no es conveniente una excesiva penetración y sí, en cambio, incidir en la situación grupal, para involucrar a más personas en lo que nos estamos encontrando. Evidentemente, en una situación más clínica, posiblemente hubiera sido más adecuado incidir en la situación familiar, concreta, de esta persona.

[35] Tomo el guante, y lo recoloco en la familia, en lo familiar. Creo que ahí es donde se cuecen las alubias de lo que estamos hablando. Algo que nos atañe puesto que el grupo familiar es nuestro primer crisol en el que nos hacemos fundamentalmente. Y de hecho ya estoy consiguiendo lo que quería, que el grupo se abriera y diera la posibilidad de meternos a reflexionar en los contextos desde los que procedemos. O sea que la situación se ha tornado familiar, conocida. Parece que algo de eso tiene que ver con los grupos de procedencia, y con ello desplazo no sólo la idea de culpa substituyéndola por algo que tenga que ver más con la idea de responsabilidad compartida, sino que vuelvo a poner el foco en el grupo originario, en la matriz íntima de cada cual, la matriz.

[36] El tema se ha grupalizado, por decirlo así. Van apareciendo otras voces que posibilitan que el baile sea más grupal, más de todos. Giramos en torno al hecho de llegar tarde, a las cosas que nos resultan familiares, a los elementos que nos vinculan con nuestras familias, a hechos que también residen en ellas.

[37] La idea de follón parece aglutinar muchas cosas. Cierto que se abría una brecha entorno a los horarios, o en torno a ese aspecto más de funcionamiento individualizado del grupo familiar. ¿de qué grupo estaremos hablando?, me pregunto. Este también es un grupo familiar. Y aquí hay una tendencia al self service importante. Cada cual come a su hora. No se aprecia mucho funcionamiento colectivo, más o menos unificado. Pero no es mi problema, de momento. Prefiero no correr demasiado (recordemos la frase, siempre corro, siempre llego tarde), y acompasar mis movimientos a los del grupo.

[38] Me vuelvo a referir a ella ya que sigue ahí, como acompañándome en este baile. Parece claro que está habiendo un emparejamiento y que el resto del grupo espera que de ahí salga algo. Posiblemente he estado favoreciendo esta situación desde el inicio de la sesión. En realidad este emparejamiento es posible en tanto que los demás lo toleran y aceptan. Es decir, todos estamos en este juego. Las interdependencias se tejen y destejen cada día, y en este caso nos encontramos con una dinámica que determinará las siguientes sesiones.

[39] Ahora decido introducirme claramente en su vida. No sé cuanto podré entrar, pero está claro que debemos pasar del bailoteo seductor que tiene mucho de calibrar el terreno que pisamos, al bucear en las características que condicionan la vida de esta persona.

[40] Aquí, puedes ver que aparece una separación y por lo tanto algo del duelo que posiblemente no acabe de estar suficientemente elaborado. La idea de que la psicopatología guarda buena relación con los duelos no suficientemente elaborados, la deberías tener siempre presente.

[41] Sigo teniendo en pantalla al resto del grupo, por lo que opto por ir entrando pero dar la posibilidad a que otras personas se introduzcan. Creo que hay posibilidades dada la atención con la que seguían la conversación.

[42] Vuelvo a realizar el mismo movimiento que con R., es decir, quiero indagar, penetrar en la vida de esta otra persona. Soy consciente de que desde otras posiciones mi actitud debiera ser más respetuosa en el sentido de dar tiempo a que cada cual se suba al carro cuando pueda, pero creo que en esta posición se pueden favorecer fácilmente movimientos de pasividad y huida. No estamos en una situación políticamente o psicológicamente correcta. Nuestra responsabilidad también es la de favorecer la interrelación vinculante, es decir, establecer vínculos que nos aten a todos, incluido el conductor.

[43] Vuelvo a jugar con las palabras. Es importante, creo, considerar que estamos en el grupo para poder participar entre todos en la exploración de lo que nos pasa. Hasta ahora parece que se están estableciendo bailes de emparejamiento con el conductor; bailes, no lo dudo, también favorecidos por mí. Con este tipo de frases intento ir involucrando a todos en la conversación.

[44] Aquí tengo muy presente la teoría psicoanalítica. La escisión entre las experiencias agradables y desagradables como medio para poder ir absorbiendo una parte de la realidad. Pero habitualmente no tenemos en cuenta lo agresivo, desagradable. Hay una tendencia en la psicoterapia de grupo, en el grupoanálisis a no considerar lo destructivo. Nitsun ya se hacía eco de esa resistencia de los conductores de grupo. Y es que el cabreo, cuando emerge en el grupo asusta más. No es que sea mayor, pero asusta más al conductor. Pero aquí hay que hacer una labor de saneamiento. Hablar de enfados, de enfados infinitos es dar la oportunidad para darnos cuenta del lastre que arrastramos. Enfados que no han podido ser elaborados, digeridos e integrados en la personalidad de uno. Quedan como elementos enquistados (enfados infinitos son quistes enormes) que paralizan la vida relacional y contaminan las interdependencias dada que éstas quedan mediatizadas por este tipo de vivencias. Y en consecuencia, se reproducen.

[45] Introduzco un nuevo concepto. El rencor es un nivel de enfado cronificado que no posibilita su digestión. Considerar el rencor como algo que nos paraliza y con lo que nos paralizamos es, a mi entender, dar un primer paso para poder comenzar a pasar página. El pasado sólo tiene sentido para comprender el presente. Cuando éste nos ancla en él, no nos es útil para seguir viviendo.

[46] Estamos hablando a partir de una premisa: en las interrelaciones vinculantes lo que se pone en marcha es la comunicación inconsciente entre las personas que facilita que, toda ocurrencia, toda idea que viene a la mente, es un elemento que puede servir para seguir profundizando en el conocimiento del otro. Aquí, la libre comunicación, la libre discusión flotante entre los miembros del grupo, en este caso conductor y miembro, irá facilitando la emergencia de datos personales que nos ayuden a comprender qué sucede entre las personas.

[47] La utilización de metáforas vinculadas con la fisiología facilita la comprensión de los hechos psicológicos de forma que la persona pueda comprender, a través de la vivencia fisiológica que es fácilmente visualizada, la entidad patogénica de lo que en este caso es el rencor. Esto más allá del convencimiento pleno que tengo de la conexión total de las vivencias: biología, fisiología, psicología.

[48] Sorteo la tentación de convertir lo que estamos viviendo en una sesión teórica. Tengo la convicción de que el lenguaje es el lugar en el que nos hacemos. Si existen tantas palabras es porque a lo largo de la experiencia humana se han ido pudiendo delimitar y perfilar sentimientos. Es el proceso de la civilización el que nos ha dado la riqueza de poder hilar con mayores finuras el amplio y vasto mundo de los sentimientos y afectos. Y en esta intervención remito al grupo la búsqueda de significados.

[49] Siempre sucede lo mismo. Lo que dice el conductor, dado que está teñido por los elementos de poder, de autoridad depositada en él, suelen tener menos poder de penetración que las que dicen los mismos miembros del grupo.

[50] No quiero entrar en los elementos que están tras el rencor. El contexto no me permite ir mucho más allá de lo que el grupo va a poder trabajar en estos momentos. Sé que todos tienen el espacio individual por lo que considero que ahí ya habrá espacio para trabajar este aspecto. En estos momentos preocupa más que el grupo vaya aportando elementos que le permitan a esta persona ir elaborando el tema del rencor que ahondar en él.

[51] Se van incorporando personas al baile que iniciamos ya hace tiempo. El hilo del enfado, rencor, lo enriquezco con el de la confusión. Y es que ésta es un producto de los anteriores. Cuando uno está confuso es porque no puede deslindar los diversos matices afectivos que se viven en un momento determinado como consecuencia de los enfados y rencores anclados y que anclan en el pasado y en los recuerdos o asociaciones ideacionales.  En estos momentos, B. se incorpora activamente a la situación aportando, además, otra idea: la de la somatización. Posiblemente deba tomarla más adelante.

[52] Como se puede apreciar, la idea de accidente con la que comenzamos la sesión quedaba relegada a un hecho puntual y particular. Hay numerosas resonancias, ecos, que se van haciendo explícitos a lo largo de la sesión. Un accidente es un hecho que ocurre en la vida de forma inesperada, en ocasiones involuntaria, que tiene el poder de marcar un cambio importante en las vidas de quienes lo han sufrido. No necesariamente hablo de accidentes de tráfico: hay numerosos hechos que son como accidentes.

[53] La palabra accidente no necesariamente hay que entenderla como algo de tráfico. Recuerda que hemos hablado de lo manifiesto y lo latente. Aquí, como en otros momentos, debemos pensar en sentido más metafórico, dándonos pie a pensar en los elementos latentes .

[54] Aparece la psicosomática. La piel no es más que el pergamino en el que muchos escriben su dolor. Unas manchas, unas modificaciones en la textura de la piel, más allá de que los dermatólogos puedan delimitar sus características y causas físicas, son expresiones del sufrimiento que no puede ser articulado de otra forma que esa. Poner palabras ahí supone abrir la posibilidad de cambios importantes también en este terreno.

[55] Aquí las llagas toman un cariz psicológico. Las llagas de la vida son la expresión de los sufrimientos que tenemos todos los humanos.

[56] No quiero dejar de recordar que la base de todo esto está en los enfados no integrados, no digeridos. Enfados, cabreos, rencores…, todo esto constituye una geografía compleja de la psique humana. Siempre he considerado que los psicólogos somos también cabreólogos. Pero creo que profundizar en la diversidad de llagas me va llevar a más dispersión. Prefiero esperar y ver hacia dónde me dirige.

[57] Tampoco quiero irme del tema que aparecía: el accidente. No sé de qué se trata. No tengo ni idea de por donde va a salir. Puedo suponer un accidente de tráfico, pero no sé más. Aquí, quien sabe, es el paciente.

[58] Hay suficientes elementos metafóricos como para pensar en cualquier cosa. Fíjate que si te pones a pensar en la duplicidad del lenguaje, la idea de la moto y el coche, nos desplazan de lo que son elementos de la realidad (un accidente de tráfico) hacia otro terreno: el de las relaciones hombre-mujer.

[59] Hay algo que me informa de que ese accidente es otro accidente. No me acaba de cuadrar el relato con los afectos asociados al mismo. Un accidente de tráfico, de este porte, no debería porqué quedar reflejado en un problema dermatológico importante y que, al parecer tiene pinta de crónico. Hay piezas que no encajan. Mi mente no deja de conectar con lo metafórico de la situación. Se me ocurren varias cosas.

[60] Es una situación compleja con la que nunca me había encontrado. Una cosa es el nivel de tensión que viene de B. cuando cuenta el accidente. Pero algo debe estar latente ahí, posiblemente vinculado a algunas de las fantasías que se me han ocurrido, que hace que aparezca una actuación en toda regla, actuación que viene acompañada por otra y… hasta por mis propias fantasías de acompañarlas a no sé donde. Las cosas se suceden sin mediar palabra, sin entender qué está sucediendo. Este hecho es el que acaba siendo la razón de las actuaciones: no poder hablar. El marcharse, el salir de la sesión es una clara demostración de la imposibilidad, al menos por ahora, de poder hablar. Y si no se accede al verbo sólo queda la actuación. Ahí se me confirma la hipótesis psicosomática. B. no puede hablar y su tensión y angustia quedan ubicadas en su piel.

[61] Queda claro que debo mantener el grupo en su sitio. A pesar de que deba recurrir a lo que pudiera parecer una actuación autoritaria. Había como un contagio que presagiaba una salida en cadena de las personas del grupo, con todo lo que ello conlleva: negar la utilidad del propio grupo para poder abordar lo que sucede. Ahí aparecen, pues, dos temas superpuestos. Lo que tiene que ver con B. y su problemática camuflada bajo la idea de accidente, y la propia incapacidad que parece tener el grupo para sostener la tensión y hablar de ello. Vamos a ver cómo sigue esta situación.

[62] La autoridad del conductor debe quedar clara. Pero para ello no precisamos levantar la voz. Sencillamente nos oponemos a algo que consideramos perjudicial para el grupo. El mensaje queda claro: debemos hablar dentro del grupo, no fuera de él. Ello genera mal humor, claro. Pero es que no estamos para ser sólo buenos amigos, estamos para trabajar.

[63] Hay que involucrar a las personas que lo constituyen. Cierto que podría lanzar alguna hipótesis de las que me pasan por la cabeza. El silencio del inicio de la sesión, el aparente pacto de silencio, las diversas aportaciones en las que aparece un conflicto entre unos y otros, entre grupos, entre… Al plantear la cuestión al grupo intento no sólo ocupar la función de conductor del grupo sino la de desmarcarme de la idea de que soy quien lo sabe todo.

[64] Aquí se abre otro aspecto, esta vez totalmente grupal: hombres y mujeres.

[65] Aquí amplía la situación. El equipo está formado por hombres, mayormente. Aquí se plantea un conflicto, como ves, a partir de un comentario oído y que se toma como razón para articular una parálisis grupal: no podemos hablar entre hombres y mujeres, como en el grupo.

[66] Intervengo porque están apareciendo muchos temas. Recuerda que hay dos personas fuera de él. Que están apareciendo conflictos en el grupo que seguramente tienen que ver con la estructura.

[67] Abro hipótesis de trabajo. No me parece que una frase oída de pasadas tenga tanta transcendencia. Aquí se está cocinando algo más. Y de alguna forma debo posibilitar el desencallar el tema. Con frecuencia trazamos malos entendidos a partir de comentarios de «Radio Macuto»

[68] Recuerda que estamos hablando en el aquí y ahora. Me importa relativamente un carajo lo de fuera, por esto lo traigo aquí. ¿qué pasa aquí?

[69] Esto rompe con la conversación que se había iniciado. El tiempo que han estado fuera no habrá superado los ocho minutos que se hubieran hecho eternos si no hubiera aparecido un nuevo conflicto en el grupo. Creo que la actuación daña al grupo. Básicamente porque al salir del espacio grupal deja al grupo sin recursos para seguir hablando. Ello nos da pie para pensar en la gravedad de la situación planteada por B. Y cómo los elementos latentes han hecho mella en el grupo que se ha quedado como paralizado. Mi intervención a raíz de la prohibición a salir de un miembro parece que ha posibilitado seguir hablando de un conflicto grupal. Pero el grupo, tras este aspecto se queda de la misma manera como se queda B., es decir, muda. De ahí la necesidad del recurso psicosomático.

[70] Si me callo, si espero a que alguien pregunte, si dejo pasar la oportunidad, posiblemente no accedamos a la situación. Hay un hecho real: dos personas han salido del grupo, han estado fuera hablando o haciendo qué sé yo, y ahora vuelven. No podemos dejar la situación sin abordarla.

[71] Más allá de ser excusa barata, tengo que reconvertirla en algo provechoso. Y lo que me parece más acertado es el utilizar el hecho de marcharse como la metáfora de lo que hace, seguramente, en su vida: escaparse, esconderse. Así no hay bastante psicosomática que le resulte útil. Y con ese recurso enfermizo, patogénico y patológico, ella queda anclada en el silencio. El síntoma tiene ahí su función.

[72] Hay muchas formas de suicidio. Una de ellas es el escaparse de las circunstancias de la vida y, si quitársela, morir en vida. Creo que debo traducir su actuación y señalársela como conducta patogénica. Sólo evitando el salir corriendo, sólo pudiendo tener la experiencia de compartir lo que siente va a poder modificar su posición en el mundo en el que está.

[73] La comunicación ha sido casi en privado. Como haciendo un aparte en el grupo. En cierta manera está respondiendo a la fragmentación grupal que está sucediendo.  De ahí también mi actuación afectiva. No tengo ningún inconveniente en mostrar el afecto sobre todo cuando éste va dirigido a calmar, a acompañar a quien nos pide ayuda. Los profesionales debemos poder saber manejarnos a nivel corporal de la misma forma y con la misma habilidad que con el verbo.

[74] Con esta confesión hay que andar con cuidado. Sobre todo porque ha tenido una cierta puesta en escena. Los hechos que narra fueron hace muchos años, calculo que unos veinte y pico, y me resulta muy fácil conectar con lo que llamaríamos brutalidad del familiar. Pero algo debemos tener siempre en mente para no poner más énfasis en lo que se explica que el que se precisa. Considerar tal información sin el dramatismo con el que podemos vivirla nos va a ayudar entenderla.

[75] Recuerda lo de la identificación proyectiva. Lo que les paraliza es la propia descripción con la que se han quedado atrapados. Pero tu, como conductora, debes poder seguir pensando. No siempre es posible. En ocasiones hay comentarios, descripción de experiencias personales, que son lo suficientemente penetrantes como para que te pueda suceder lo que les está sucediendo a ellos.

[76] He desglosado la situación en dos partes: el hecho y los afectos asociados. De entrada hago mención a los segundos ya que están en conexión con la temática del grupo. Luego recupero la parte de los hechos mencionados.

[77] Prefiero poner el acento no tanto en el hecho traumático sino en el marco en el que se sucedieron los hechos y, sobre todo, en aquellos aspectos del mismo que son similares a los vividos hoy en el grupo. Aquí lo que importa no es tanto el abuso, que sí lo es, sino el silencio en el que se queda y cuya manifestación más evidente está en su enfermedad cutánea.

[78] Aquí les vuelvo a introducir en la temática. Es fácil etiquetar a alguien y no quiero que eso se de en el grupo. Por esto les traslado el tema del abuso al propio grupo.

[79] Evidentemente esta intervención puede suscitar diversas respuestas por mi parte. Podría haber tratado de ahondar en el hecho, profundizar en los sentimientos, en la situación…; también podría haberme callado y ver qué respuesta da el grupo ante tal aportación. Sin embargo opto por no quedarme, en estos momentos, en la experiencia compartida y poner el acento en los hechos anteriores. Por otro lado la idea de «es lo que haces en tu vida» en realidad es un canto al sol. No lo sé, pero si pienso que lo que sucede en el grupo es una traslación de lo que le sucede a alguien en la vida, entonces puedo realizar este salto, que por otro lado sigo pensando que es cierto.

[80] Me interesa que vea fundamentalmente la relación entre los hechos. Lo importante aquí se sitúa en el no hablar, en el no poder acompañarse de los demás. Y me preocupa la situación psicosomática.

[81] Soy un gran convencido de que las expresiones somáticas, como tantas otras del individuo, no son sino la expresión psíquica de dolores inmensos. Cierto que para ello el cuerpo debe «enfermar», es decir, desarrollar patologías que, como tales, son estudiadas y tratadas por los médicos especialistas. Pero que intervengan los galenos no impide nuestra lectura psicológica.

[82] Aquí establezco claramente la conexión.

[83] El accidente en realidad es una reactivación del recuerdo traumático. La imagen que se me ocurrió fue precisamente la de violación. En donde los daños se quedan en la víctima en tanto que el violador no sufre apenas unos rasguños. Como el relato que hizo del accidente. Idéntico.

[84] En estos momentos prescindo totalmente de la realidad de su accidente. Ahora, accidente significa otra cosa. El pensamiento no sigue las normas de la razón.

[85] Lejos de querer centrarme en B., sigo estando en un grupo y debo ampliar las zonas de intervención para que nadie quede callado. Creo que una de las funciones del conductor es tener la mayor seguridad posible de que todos los miembros del grupo se van a ir del mismo en condiciones mínimas de seguridad y tranquilidad. No es tan necesario que todos hablen cuanto que todos sepan que tu sabes que algunos no han podido hablar.

[86] Esta fue quien no pudo salir del grupo porque se lo impedí. Está enfadada, claro, pero ha podido conectar su enfado con otro enfado más importante. Ahí los elementos transferenciales quedan muy evidentes.

[87] Entiendo que esta intervención puede ser considerada de arriesgada y poco terapéutica, o poco analítica. Mira, Lola, tenemos un trabajo que consiste en ayudar a una serie de personas a salirse de la trampa en la que están, en la que siguen estando. Cierto que podemos dedicar todo el tiempo del mundo para que, cuando sea posible, accedan a un insight que les lleve a la misma conclusión. Prefiero ir directamente al grano. Pero si la idea de tratamiento tiene que ver con el facilitar que la comunicación transite, señalar todo esto, que creo que es cierto, es indicarle que soy quien asume la responsabilidad de un aspecto del tratamiento. 

[88] Fíjate que «no entender las razones» es algo que está en la base de muchas de las situaciones ante las que nos encontramos. Los hombres necesitamos entender las cosas. Podremos o no estar de acuerdo, pero precisamos entender. Cuando esto no sucede, elevamos un montón de teorías que tratan de cubrir el espacio que quedó vacío. En casos graves, tenemos todos los números para edificar un cuadro delirante o incluso construirnos un mundo fantasioso en el que las alucinaciones juegan un papel fundamental en ello. En este grupo, una frase oída, pero no entendida, parece que ha cabreado a más de uno en relación a la institución que les cobija. En esta mujer, en la otra, estamos ante lo mismo. ¿qué pasó, por qué a mí? Son preguntas que a veces no tienen respuesta. Y vivir en esta incertidumbre también es otro ejercicio humano.

[89] En principio no sería necesario ir mucho más allá. Hay una similitud en las posiciones. El quedarse callada, bloqueada por el enfado que la posee, ha quedado de manifiesto en el aquí y ahora grupal, que es de lo que se trata.

[90] Otra manifestación somática. Es importante poderlas ir traduciendo en el contexto en el que nos encontramos. Sólo así podemos recuperar la palabra.

[91] Recupero su accidente, su susto de hoy. No quiero dejarlo tapado por las aportaciones de las otras personas.

[92] Fíjate que paseo por las intervenciones dirigidas a una persona o a otra, o al propio grupo. Y como en este contexto no quiero ir hacia las razones particulares de lo que estas personas están trayendo, tomo el elemento central, el cabreo contra la autoridad, contra mi, contra lo que sea, como elemento que me parece funciona como común denominador.

[93] Cierto que es una manifestación gratuita la mía, pero la hice. No creo que dañe, al contrario, creo que sirven para reforzar el vínculo, la interdependencia vinculante que estoy empeñado en ir fomentando.

[94] Este mini discurso es importante. El tiempo se está acabando y debo pensar en la finalización del grupo. Por esto no puedo abrir más ideas ni más caminos de exploración. Es una forma de decir al grupo que estamos llegando al final de nuestro tiempo de hoy. Pero dejo una simiente para que consideren el elemento transgeneracional en la psicología humana. Somos productos condicionados por las generaciones pasadas que nos han transmitido esta psicogenética que condiciona parte de nuestro ser. La otra parte deriva de cómo cocinamos todo esto.

[95] Ver llorar a R., me tranquiliza. No podía hacerlo porque estaba bloqueada. Ahora parece que pudo desbloquearse y sentir lo que le pasó en la rotonda, con el stop.

[96] Estoy cerrando el grupo, por esto me fijo en quienes no han hablado, o no han podido hablar. Es importante no tanto para que hablen cuanto para que sepan que tú sabes.

[97] Otra manifestación psicosomática, esta vez del aparato digestivo. Algo debemos estar digiriendo, independientemente de que sea fácil hacerlo.