129)¿CREES QUE TODO EL MUNDO ESTÁ CAPACITADO PARA CONDUCIR UN GRUPO?

129) ¿Crees que todo el mundo está capacitado para conducir un grupo?

 

Sinceramente, no. No es fácil aceparlo dadas las «ventajas sociales y profesionales» asociadas a la idea de ser conductor de grupo. Y tampoco le ha de resultar fácil encajar esta opinión a quien tiene responsabilidades administrativas en el terreno sanitario. Ahí especialmente no todos pueden hacer de todo. La realidad lo confirma. Hay quienes tienen una capacidad extraordinaria para el abordaje individual, para el estudio de las potencialidades psíquicas del individuo. Otros quizás mostramos una mayor habilidad en los procesos psíquicos de las personas en grupo. Encajar las limitaciones que tenemos todos en el terreno clínico —como en cualquier otro— no es fácil. Unos pueden tener habilidad en comprender la realidad psíquica. Otros lidian mejor en otros terrenos. Ello depende de cómo es cada uno y de la formación técnica, clínica y personal que se tenga.

 

Entiendo que estas palabras sonar excluyentes. No es lo mismo hablarlo y explicarlo que escribirlo. Pero creo que lo  podemos entender. En la vida todos nos hemos encontrado con situaciones en las que alguien nos ha colocado en nuestro sitio. En otro lugar al que creíamos tener derecho. Aceptarlo es importante. No todo el mundo sirve para cocinar. Slavson lo dice de manera muy clara: Sólo pueden asumir la practica de la psicoterapia grupal personas que, además de un prolongado adiestramiento y experiencia en la psicoterapia individual, dinámica, reúnan ciertos rasgos específicos de personalidades, tales como un alto grado de intuición, penetración, tolerancia a la frustración, confianza en sí mismos cuando se hallan en situaciones grupales y objetividad (Slavson, 1976:79). Podremos estar o no de acuerdo. Pero hay que asumir que se precisa una formación. La pregunta igual es, ¿qué tipo de formación se precisa para qué tipo de grupos? La experiencia me indica es necesario un prolongado adiestramiento y experiencia en psicoterapia grupal. La individual puede venir bien, muy bien incluso; pero la grupal es fundamental. No estamos hablando de dos terrenos iguales. Aún que hay quien es hábil en igualarlos.

 

Las formas de conducir un grupo son tan variadas como múltiples son quienes los conducen. Podemos aceptar que se podría llevar un grupo de habilidades sociales — por poner un ejemplo— sin haber pasado previamente por una experiencia con sus propias «habilidades sociales». Aunque no lo acabo de tener muy claro. Es cierto que hay quien puede explicarte de pe a pá cómo se hace un determinado guiso sin haber nunca entrado en la cocina. E incluso guiarte paso a paso en la confección de uno. Pero creo que al aprendizaje que no pasa por la cocina le falta ese punto especial de la experiencia personal. Y en el terreno de las psicoterapias, a pesar del intento de ir acotando y normalizando la formación de quienes las sostienen, hay mucho francotirador. Gente con buena intención, lo acepto. Personas que están muy dispuestas a ayudar.

 

No hay razones contundentes para pensar que incluso los mejores psicoanalistas del mundo tengan que ser buenos conductores de un grupo. Esto ya lo recogía Wolf, por tomar las palabras de alguien que hacía «psicoanálisis en grupo», como recordarás. Decía este autor: Como señala Foulkes, los psicoanalistas no son buenos analistas de grupo ipso facto y, de ningún modo se intenta significar que se requieran atributos especiales para ser analista de grupo. Antes que nada, debe ser un psicoanalista. Debe tener entrenamiento adecuado, discernimiento intuitivo, capacidad para la empatía y habilidad para disponer de actitudes de contratransferencia. Debe esperar embates conjuntos tendientes a desanimarle. Debe tener la capacidad de soportar con serenidad ataques neuróticos. No debe desanimarse o perder el equilibrio por la intensidad de enemistades que en ocasiones surgen durante las sesiones iniciales  (Wolf: 47).  Señala que debe ser psicoanalista, punto en el que discrepo. Estoy convencido de que por el hecho de tener esta importantísima formación personal (la tengo y no reniego de ella en absoluto porque me ha sido excepcionalmente válida) uno ya se puede colocar frente a todo lo que le depositan un grupo. De hacerlo lo hará marcando una distancia entre él y los demás. No es fácil sentirse involucrado con los miembros de un grupo que te mira, huelen, observan y están constantemente enviando invormación vinculante. Para estar en este coso, debe saber lidiar con aspectos absolutamente variables, inesperados, complejos y, en muchos casos, caóticos. Y básicamente psicóticos. Porque a lo largo de la vida de un grupo transitamos por importantes momentos regresivos que nos arrastran a situaciones en las que la lectura de lo psicótico debe poderse realizar con toda normalidad. Debes saber estar en un el entramado de interdependencias que te vinculan, atan, condicionan y estimulan. Al tiempo, mantener la distancia, la opacidad adaptativa necesaria para el desarrollo de todos los quienes estáis ahí —porque el conductor forma parte del grupo—. Y elaborar los procesos intelectuales y afectivos que se dan para devolverles lo elaborado para facilitar el crecimiento de los individuos y del grupo al unísono.

 

¿Cómo creo que debería ser un conductor de grupo grupanalítico? Prefiero tomar en consideración lo que dice Grotjahn. Señala que el terapeuta, debe ser hombre múltiple, confiado, invitar a la confianza y a la confidencia, debe ser maestro de la comunicación, tanto consigo mismo como con las personas a quienes trata de comprender. Su honestidad debe extenderse al inconsciente y para ello precisa de coraje. Lo que el terapeuta diga debe sentirlo auténticamente. Cuánto diga, y a quién y cómo lo diga, es cuestión de estilo personal. Debe ser un hombre que haya experimentado la vida en plenitud o que por lo menos esté dispuesto a hacerlo. Debe considerar su estilo de vida como una expresión orgullosa de un esfuerzo creador de su existencia total. Puede considerarse también como su paciente favorito: un paciente que debe aprender mientras dure su vida. Debe aceptar su maternidad, aceptar una identificación parcial con su madre (…) es la madre buena a la que debe restaurar dentro de sí mismo (…) ser capaz de comprender de vincularse a los demás y a comunicarse (…) debe tener conciencia de la necesidad que experimenta su paciente de fusión simbiótica con la madre (1979:160-2). Es complejo, ¿verdad?

 

De todas estas ideas que suscribo, destacaría y añadiría algunas. En primer lugar, debe ser alguien profundamente interesado por el ser humano, con plena confianza en su capacidad recuperativa. Interesado no sólo por su estructura psicológica, sino por la vida completa de ese ser que intenta desarrollarse en interacción constante consigo mismo y con sus congéneres. Por otro lado, creo que la espontaneidad y capacidad creativa van a tener que ser dos ingredientes muy importantes para su interacción con el otro. Con capacidad de comprender, contener, sostener al tiempo que es capaz de ser contundente e incluso mostrarse duro con el otro en esa lucha por desarrollarse y negarse ese mismo desarrollo. Que sea cariñoso y empático, al tiempo que sepa mantener la distancia operativa necesaria para posibilitar el desarrollo del otro. Y trabajador. No sólo en relación a la parte asistencial sino a completarla con el estudio y la formación constante; y con una dosis suficiente de generosidad como para compartir todas sus capacidades con los que le rodean. Y familiar, tratando de poder vivir los diversos aspectos del desarrollo personal en compañía, acompañando el desarrollo de los suyos. Y, finalmente, siendo consciente de las propias limitaciones y de las que presenta la propia vida.

 

Dentro de la Función Teorizante también hay que considerar nuestra propia configuración. La que proviene de las interdependencias establecidas con quienes han ido constituyéndose en nuestros puntos de referencia, y con las experiencias que estas mismas personas nos han aportado. Conocerla supone ser más consciente, progresivamente más consciente, de qué elementos van a ser favorecedores de procesos de integración de recursos mentales en las personas con las que vamos a trabajar y cuáles no.