125)UN MIEMBRO SE PREGUNTA HASTA CUÁNDO. DICE ESTAR BIEN Y PREGUNTA POR ALTA

125) Es cierto que se están dando cambios, y quizás por esto ya he escuchado a un miembro preguntarse hasta cuándo dura esto. Dice que se encuentra bien y me pregunta por el alta. Parece que esos cambios animan a pensar en la finalización. Creo que tenemos miedo a hablar sobre ello. Ya llevamos un año de trabajo, y me pregunto también sobre su permanencia en el grupo. ¿Cómo resuelves este aspecto?

 

Si lanzas la pregunta sobre la duración es posible que alguien del grupo esté pensando en algo similar. Recuerda que si tú lo piensas ellos también. Otra cosa es si la intensidad del pensamiento lo coloca en primera pantalla o no. De hecho, si cuando piensas algo y lo expresas considerando que el resto del grupo puede tener tal preocupación, si realmente no la tienen, el tema propuesto se disuelve como un azucarillo. Cuando surgen este tipo de ideas podríamos pensar que o son comentarios sonda o hacen alusión a las ganas de comenzar a poner punto final. Este es un tema muy complejo. Si lo miramos desde tu posición, un grupo podría no acabar nunca; es decir, que el espacio grupal que creaste en un momento determinado sigue permaneciendo igual a lo largo de los años, aunque los componentes del grupo ya no sean los mismos. Eso da cuenta del compromiso que nos sujeta y explica un poco más el temor y la responsabilidad que se adquiere. De ahí la ventaja que tenemos trabajando en coterapia o con alguien que haga de observador.

 

Al hablar de las fases, Foulkes propone la existencia de tres. Una Fase inicial que Bach la ha llamado el período de “luna de miel terapéutica”  que se correspondería con todo aquel primer período en el que los miembros del grupo están conociéndose, compartiendo un montón de cosas que les «han sucedido», pero en el que apenas se cuestionan las relaciones que existen entre ellos y menos en cómo han intervenido en las cosas que les suceden. Este período ya lo pasamos hace bastante tiempo. Más adelante encontramos una Fase intermedia, en la que, como hemos podido ver, los miembros del grupo comienzan a acercarse, a cuestionarse muchas de las cosas que se plantean, así como a tener en consideración las relaciones que han establecido entre sí, con el conductor y el contexto en el que se encuentran. Creo que es el período que acabamos de pasar. En él se ha hablado bastante claro, se han expresado sentimientos entre ellos y producido cambios que se empiezan a considerar de suficientes. Y finalmente una Fase Terminal (1964: 155-60), en la que las personas que constituyen el grupo comienzan a pensar en la posibilidad de finalizar su experiencia grupal, a reflexionar sobre lo que se ha alcanzado o sobre los planes que se tienen de cara a un futuro. De hecho, siempre llega un momento en el que alguien comienza a pensar en poner punto final a esa experiencia afectiva que es el grupo de psicoterapia. En unos casos ese punto aparece bajo la forma de abandono, en otros como finalización de un proceso personal. Parece que nos encontramos en este punto, ¿verdad?

 

En ocasiones no es tanto el deseo de terminar sino lo que en palabras de Grotjahn sería la «amenaza de la terminación». En realidad se corresponde con aquellos conflictos que tienen que ver con el desarrollo del grupo. No deja de ser una presión que se ejerce sobre los demás, bien por el hecho de que le están señalando cosas que uno no desea oír, bien por avisar a los demás de que si se sigue por ahí, «me iré». No hay que indicarte  que cuando esto sucede hay que ir directamente a la situación conflictiva. No te aconsejo que lo dejes pasar ya que posiblemente, y como también nos recuerda el mismo Grotjahn (1979) puede ser que posibilitemos que el grupo se divida entre partidarios y opositores a su actuación. Y es que, como veíamos,  hay una cierta capacidad para aliarse con aquellas fuerzas destructoras o resistenciales al trabajo grupal, por lo que si aparece alguien que encabeza un movimiento de este tipo conviene ir a la raíz del problema y no posponerlo.

 

En algunas ocasiones esta amenaza está latente y la percibes claramente. Ocurre, por ejemplo, ante aquellas personas que te hacen pensar que si les aprietas un poco, se van. Entonces te encuentras como atrapada, como atenazada por dos fuerzas opuestas: si intervengo, se va. Pero si se queda, no trabaja. Son situaciones muy sutiles en las que sientes miedo. Un miedo difícilmente descriptible ya que en realidad nada hay que te permita decir que tienes razón. Suele pasar ante personas que muestran un narcisismo muy marcado y que toleran estar en tanto que les posibilitas mantenerse en esta situación; pero de lo contrario… Ante esto prefiero verbalizarlo. Anunciar que es muy posible que abandone por tu interés en conocer más cosas de esta persona. Que tú no lo deseas; es más, que deseas que pueda permitirse estar en el grupo desde otra posición. Entonces puede ocurrir que se anime a modificar esta actitud defensiva y constatar que se le acepta, o sencillamente se va. En cualquier caso, el grupo gana.

 

Rutan y Stone (2001) nos hablan de tratamientos incompletos cuando las personas dejan el grupo tras haber resuelto sólo algunos aspectos de su problemática. Y es cierto que la libertad de tomar esta decisión es total y absolutamente respetable, pero acarrea algunos problemas que provienen, básicamente, de los denominados elementos contratransferenciales. Tanto de los conductores como del resto de los miembros. En estos casos aparecen varios elementos que pueden ser trabajados, y de entre ellos los sentimientos encontrados que se activan en el resto de los miembros del grupo (y en ti). Por un lado hay una aceptación pasiva, casi como de complicidad y envidia, al ver que alguien opta por marcharse. Es vivido como que “se libera”, algo así como si el grupo fuese una especie de jaula de la que no se pudiera ir uno y, lógicamente, si alguien se va hay algo de “héroe” en él. Por otro, la rabia, el enfado, el descontento, que se activa al ver que hay quien toma las decisiones sin contar con los demás. Poder trabajar estos aspectos beneficia al grupo. De hecho son cosas que en la vida se ven con una cierta frecuencia. Hay quien abandona los lugares de trabajo, la familia, incluso quien opta por quitarse la vida. Trabajar el conjunto de vivencias que estas situaciones activan en cada uno y en el grupo es muy enriquecedor. Aunque también habrá que considerar que en algunos de estos casos, en especial cuando son finalizaciones de procesos inacabados, la experiencia grupal les lleva a un trabajo individual. Y si bien a los conductores desde nuestra perspectiva narcisista nos resulta más fácil pensar en sus resistencias, también es cierto que el recorrido que haya hecho esta persona en el grupo se inscribe en la posible decisión actual o posterior de iniciar un trabajo más personalizado, más centrado en sí misma. Por lo que ya es un beneficio secundario de su estancia en el grupo. Y en cualquier caso, amiga mía, nos debería hacer pensar sobre la posición que adoptamos frente a los modos de intervención, y a nuestra propia dificultad en aceptar nuestras limitaciones.

 

Rutan y Stone (2001) también nos hablan de las fantasías curativas, que es un organizado deseo de lo que ellos consideran que deben alcanzar a través del tratamiento (:339). Ahora bien, en este punto hay un delicado límite cuando queremos separar el alta de esas mismas fantasías curativas. Porque si bien es cierto que se dan razones claras de alta que vienen recomendadas por cambios significativos, la línea que separa estos dos campos es fina. En ocasiones, los profesionales somos los primeros en no facilitar el alta dado que en nuestro fuero interno (por no querer pensar en otras razones no tan altruistas) hay lo que denominaría fantasías infantiles depositadas en el objeto tratamiento: solo daremos el alta cuando el sujeto haya alcanzado tal grado de perfección que pueda ser considerado sano planteamiento que, ateniéndonos a los criterios de salud y curación de los que hablábamos en otro momento de la entrevista, queda revestido de una fantasía muy primitiva.

 

También hay que tener en cuenta que algunos pacientes que son resistentes a seguir su proceso vital de forma más autónoma se mantienen en el grupo participando en él de forma un tanto defensiva ya que al colocar la curación en una determinada meta dejan de lado, en muchas ocasiones, un trabajo mucho más real y que guarda relación con su propia estructura yoica. La idealización del grupo y del tratamiento la podemos entender como la expresión de mecanismos que tratan de mantener el control omnipotente sobre la vida de uno: yo me curo si me da la gana y a mi manera, no porque esos lo quieran. En esos momentos las personas del grupo pueden sentir que han sido utilizadas para la búsqueda de un beneficio personal y no tanto como colaboradoras del desarrollo integral de una persona.

 

Rutan y Stone también nos hablan de los pacientes limitados, es decir, de aquellas personas que alcanzan metas significativas y obtienen beneficios pero que no están capacitadas para ir más allá. Han permanecido durante un tiempo en el grupo, han sido capaces de desarrollar determinados aspectos pero llega un momento en el que no ven qué más pueden hacer, como si ya les fuera suficiente el nivel alcanzado. Otro tipo de paciente al que se refieren es el de los resistentes, personas que, generalmente, ante las nuevas dificultades o problemas que comienzan a percibir a través del propio tratamiento grupal, optan por el abandono.

 

De todas formas, y más allá de tu grupo, que recuerda no es cerrado lo normal es que se vayan dando altas a partir de la constatación de mejorías aceptables por parte de quien se va. Ello beneficia la rotación de pacientes, es decir, el que nuevos pacientes vayan incorporándose al tiempo que otros dejan de venir sin que ello suponga que el grupo acabe. El grupo sigue evolucionando. Con ventajas considerables, como el hecho que supone que los que permanecen mantienen ya un nivel de trabajo que facilita mucho que los que se incorporan accedan a niveles de elaboración sin lo que pudiéramos llamar la pérdida de tiempo que supone alcanzar temperaturas críticas de trabajo. Al menos esto es lo que la experiencia me enseña. Y, claro, en este sentido el grupo dura años y años. Otro aspecto es si cuando diseñaste el grupo lo planteaste como experiencia cerrada en el tiempo. Cuando es así podríamos decir que es una finalización pactada y planificada.

 

Siguiendo con el proceso, la Función Verbal va acercándose a lo que tiene que ver con la experiencia de separación y finalización. Hay quien prefiere considerarlo como procesos de duelo; pero prefiero dejar tal consideración a lo que son separaciones derivadas de la muerte y entender estos momentos de finalización como procesos de autonomía, de final de etapa, de reconsideración de las interdependencias vinculantes para posibilitar evoluciones que seguirán dándose a partir de ese momento final. Una separación no necesariamente conlleva la muerte, por lo que habrá que atender esa otra visualización; aunque toda finalización y separación puedan aludir, también, a la separación definitiva.