Resumen. Es el texto de cierre de esta segunda fase del curso. Hago un repaso de todo lo realizado, que no es poco. 

Palabras clave: Despedida, grupos, valoración.

Como todo recorrido éste también tiene un final. E igual que la experiencia anterior que tuvo una duración de cuatro encuentros, en ésta fueron otros cuatro. Y cuando llegamos a este punto, se acabó. Y eso supone una despedida. No un duelo que sólo lo tenemos ante las pérdidas irremediables: la muerte. El grupo acabó, la experiencia finalizó; pero nada murió sino todo lo contrario: lo que vivimos, lo que aprendimos, los errores que cometimos junto a sus aciertos, todo ello está gravado en nuestra vida. Esto no siempre se entiende; pero la vida, como todos sabemos está plagada de separaciones, de finales, de adioses. Y precisamente gracias a ellos, vivimos y nos hacemos.

 

No nos ha sido fácil esta vez. De hecho ya fuimos llegando uno a uno y con una cierta lentitud y hasta parsimonia. Cierto que había razones importantes que nos ataban a otros compromisos; aspecto éste que toca con la realidad. Pero, como ya hemos comenzado a ver en este curso, hay otros aspectos que hablan de otra realidad, una realidad más desconocida pero no por ello menos real. Posiblemente la manera que tuvimos de expresar nuestro dolor (y me incluyo porque también sentía algo parecido), nuestra llamémosla pereza en comenzar, nuestra tristeza ante el hecho de finalizar la experiencia, era esta.

 

También modificamos los espacios. De entrada yo mismo propuse rellenar los cuestionarios que nos pedían al inicio de la sesión con la excusa de que así dábamos tiempo a que fuesen llegando los rezagados. Podría haberlo pospuesto y haberme ceñido al plan de todos los días. Pero seguramente la atmósfera que se respiraba, el hecho de ser nuestro último encuentro en esta serie de cuatro más, me facilitó el posponer un poco el inicio y proponer la cumplimentación de los cuestionarios. Y tras ello iniciamos el grupo en el que se fueron tocando algunos temas que de entrada estaban relacionados con mi texto anterior y los procesos regresivos.

 

Fundamentalmente hablamos de lo que nos supuso la experiencia. Y parece que había como una cierta sorpresa al constatar el nivel de fiabilidad y confianza al que se había llegado casi sin pretenderlo. Un nivel de cercanía que en ocasiones se puede confundir con amistad no siéndolo. Y con esta cercanía posiblemente marcamos un ideal a alcanzar con los pacientes, los usuarios como soléis decir. Cierto que ese nivel no se suele alcanzar nunca, pero es una meta a la que aspiramos. Y con ella poder sorprendernos agradablemente cuando escuchamos aquello de “me has dado la confianza para poderme explicar eso”, frase que sintetiza lo que se ha alcanzado.

 

Fue una sesión de cierre. Y aunque algunas voces maliciosas apuntaban a otro nivel como queriendo postergar el final del grupo, este final llegó. Y repasamos lo sucedido. Y pudimos reírnos entre nosotros de algunas figuras representativas como la Sra. de los cuestionarios y los colores de las firmas. Y las miradas que se daban entre vosotros. Y la calidez de vuestras aportaciones. ¿Y cómo lo conseguisteis? ¿Cuál es el truco para que podáis llegar a situaciones similares con vuestros pacientes?

 

De entrada contar con materia prima de calidad. Y esta la teníamos. Evidentemente del equilibrio de quienes vienen a constituir el grupo dependerá muy mucho el resultado final. A mejor materia prima, mejor producto. Eso también funciona en el mercado asistencial. Lo que significa que cada conductor de grupo, cada profesional que se pone o dispone a trabajar con una serie de personas debe poder ir calibrando los quilates con los que cuenta. Porque cuando hay mucha patología, mucho sufrimiento y queja, el trabajo se hace más duro y difícil. No es arte de magia.

 

En segundo lugar, no tener metas. Entiendo que tenemos como objetivos generales que a grandes trazos dicen qué es lo que venimos a hacer. Pero también les pasa eso a los toreros. Saben que tienen que trabajar con el toro para conseguir disfrutar de su manejo, de su lucha con él; pero no se plantean “voy a hacer tres chicuelinas, dos gaoneras y cinco verónicas”. Si así hiciese, tiene todos los números para que le empitone el morlaco. O sea, no metas, no objetivos concretos. Hay que lidiar con quienes vienen y conseguir mediante ese arte que todos más o menos tenemos metido en el cuerpo (si no, qué diantres hacemos en estos alberos) que los que estamos ahí podamos estar juntos y luego, hablar.

 

Estar juntos supone ya mucha tarea. Supone venir, mantenerse durante un rato con otras personas y la profesional, supone vencer los miedos que tenemos todos a estar en un ruedo. Supone ir achicando los temores persecutorios y permitirnos el estar relajados y hablar.

 

Hablar supone compartir cosas. Cierto que en un inicio ese hablar tiene más de abocar material sin ton ni son que otra cosa. Pero si el profesional escucha, si sabemos que todo esto que sale de sus bocas tiene de entrada mucha bilis ya que llevan mucho sufrimiento, si sabemos eso ya hemos comenzado a posibilitar que traigan material. Y como es un espacio para hablar y no para discutir o para ver quién tiene la razón, entonces posibilitamos que además de hablar podamos escuchar: punto fundamental de nuestro trabajo. Porque hablar no es debatir, no es ver quien la dice más sonada, o ver a quien se le da la razón o no. No, eso no es hablar. Hablar supone escuchar. Y el primero en escuchar es el profesional. Escuchar, no debatir.

 

Tras ello, poder comenzar a conectar con lo que se siente. Sentir, enlazar con aquellos afectos que se mueven antes y a lo largo de la sesión, supone uno de los puntos álgidos de nuestro trabajo. Pero esto supone poder ir asumiendo, aceptando, estos sentimientos que en ocasiones y gracias al inmenso cabreo con el que andamos, asustan. Pero quizás algo tenemos que pensar: si asustan es que están asustados. Porque los pensamientos se corresponden a los estados anímicos de las personas que los expresan. No forman mundos diferentes. Y si el paciente nos asusta es porque él está asustado. Y si nos enoja es porque él está enojado. Y así podríamos seguir.

 

Y finalmente, pensar. Este punto es bastante más complejo. Pensar es digerir lo que decimos, ver qué otros aspectos constituyen eso que aparece en la conversación. Y pensar con otros significa poder ir hilvanando los pensamientos para poder construir un pensamiento compartido, no un pensamiento único. Y para este pensar se precisa, fundamentalmente, que el conductor pueda hacerlo. Si piensa, es decir, si va pudiendo entender lo que se dice y comunicarlo, entonces va propiciando el inicio de un proceso compartido con los demás. Porque el realidad el conductor actúa en este aspecto como actúa la madre con el niño. Los niños, nuestros hijos, van pudiendo pensar en la medida que nosotros también vamos pudiéndolo hacer. Y aquí, el paciente, los pacientes van pudiendo pensar en la medida que nosotros lo vamos pudiendo hacer. Y descubriréis que cuando tras una sesión o previamente a ella destináis un tiempo a pensar sobre cosas que aparecieron en el grupo pasado y qué otras cosas pueden estar relacionadas con ello, estas cosas aparecen en el grupo que tenéis a continuación. ¿Magia? No, inconsciente colectivo.

 

Y con ello llegamos al final de estos textos. Ciertamente ha sido una experiencia enriquecedora en muchos aspectos. Y clarificadora también. Nunca había tenido la experiencia de trabajar tanto tiempo con un grupo de personas que trabajase en este campo tan concreto y, la verdad, me ha resultado muy, pero que muy grato. Y debe haberlo sido dados los planes que veo en torno a una cena colectiva. Cena a la que no voy a poder asistir ya que, y aún sintiéndolo mucho, debo seguir manteniéndome en la función para la que he sido solicitado.

 

Muchas gracias a todos y hasta siempre.

 

Dr. Sunyer

 

Los comentarios se refieren a las sesiones que he realizado con los profesionales que han acudido al curso que organizó la Diputación de Barcelona.