110)LA EXPERIENCIA DE GRUPO QUE VOY TENIENDO TIENE MAYOR DIMENSIÓN QUE PENSABA

110) Voy constatando que la experiencia del grupo que estoy teniendo tiene una mayor dimensión de la que me había podido imaginar. El otro día comenzaron a traer una serie de aspectos que me dejaron un tanto descolocada y al tiempo me pareció comprender algo de lo que has estado hablando en otro momento de la entrevista. Todo empezó a raíz de un comentario acerca la decoración de la sala y del mobiliario. Se pusieron a discutir sobre si hubiera sido mejor otro tipo de sillas, que si la pintura de las paredes estaba hecha un asco, que si… todo me parecía una total descalificación del lugar pero poniendo énfasis en los aspectos de la decoración, y a mí me dio por decir que quizás deberíamos ir a una decoradora para que arreglara nuestra imagen; y aunque no me consideraba tal, creía que se estaba hablando de la imagen que cada uno tiene del otro y de sí mismo. Eso generó todo un aluvión de asociaciones vinculadas con el cuidado personal: había quien pensaba hacerse una liposucción, otra que a una amiga le habían intervenido cambiándole aspectos de la cara… y debate entre hombres y mujeres respecto a la importancia de la imagen corporal. Me sentí un poco descolocada pero pensé que quizás eso tenía que ver con elementos que se transferían al grupo, ¿sería eso?

 

Pues a mi entender, algo de la imagen corporal está en el grupo, y la visión de los cambios que se dan en él, la búsqueda del cambio por intervención del otro… cosas así. Mira, ya llevas ocho meses trabajando y están en procesos mucho más regresivos de los que te imaginas: hablar de elementos tan íntimos como la imagen personal habla de que hay niveles de fiabilidad grandes y que estáis trabajando en zonas muy calientes. El elemento transferencial, si bien está presente y posiblemente lo puedas percibir, ya dispone de la claridad y la rotundidad suficientes como para ser descubierto y puesto a disposición de cada uno de manera que pueda ser escuchado. Ahora es momento de poder ir verbalizando estos aspectos que se dan en el grupo. Por otro lado, lo que está apareciendo es la imagen del grupo, la imagen agradable y desagradable del mismo, los aspectos atractivos del mismo y los que pueden no serlo, a través todo ello de la metáfora de la decoración con la consiguiente incursión hacia los elementos personales. Es una idea que conecta bastante con la de la madre que más que “suficientemente buena”, es fantástica; pero no es oro todo lo que reluce… puede no serlo, puede no reconocerme como soy, puede rechazarme o aceptarme tal cual soy… los elementos regresivos están muy visibles, las fantasías de ser modelado por el otro, por la madre, son de origen primitivo y en ocasiones se activan con mucha intensidad. También estás tu, ¿no? Bajo la figura de la decoradora, ¿no?

 

Hace tiempo que pasamos de aquella situación en la que se explicaban cosas que les había pasado, de inundar al grupo de experiencias más o menos dolorosas pero que, en definitiva y en aquellos momentos, les eran útiles para ubicarse en el propio grupo, para pasar a otro momento de este proceso grupal. Ya apareció el «tú» en el lugar que había el «yo». Antes eran experiencias individuales que se narraban, bien para mitigar la angustia personal, bien para conseguir un lugar en el grupo, o para paliar la propia ansiedad del estar ahí al tiempo que ubican a cada uno en un lugar de la matriz de interdependencias vinculantes. Ahora ya no sólo hablan de sus cosas sino que pasean su pensamiento por todo lo que representa al grupo: no sólo las personas sino el entorno en el que están, mundo físico y mundo psíquico están estableciendo una unión donde antes eran cosas separadas.

 

Ahora en vez de currículums de sufrimiento están abordando otros aspectos mucho más ricos, mucho más duros que seguramente les han llevado a mucho sufrimiento silente. Y como por un lado les has ido insistiendo en buscar los paralelismos entre lo que decían y lo que pasaba en el grupo, se encuentran que ya se sienten con la libertad de hablar de cualquier cosa sabiendo que todo es material productivo. Ahora podríamos decir que estamos en una fase, suave y dulce, del proceso grupal. En palabras de Wolf, estamos entrando en un período en el cual cada paciente realiza libremente asociaciones sobre otro (…) se controla al limitarlo a la expresión de lo espontáneo, la especulación sin censura sobre otros miembros del grupo (1967:19-20). En estos momentos muchos miembros del grupo comienzan a expresar sus opiniones señalando conductas o interpretaciones de lo que el otro dice que se asemejan mucho a lo que pudieras decir tú, incluso con más acierto o mejores palabras. Wolf dice que  A eso el grupo le llama “dar en el blanco, hacer diana” [… y en estas ocasiones] el analista le pide al paciente que reconozca la penetración de un frente si siente algo especialmente perceptible en lo que se le dice (1967:20). Y también, en estos momentos la expresión de los sentimientos es concomitante con la nueva familia tolerante que llega a representar el grupo. (1967:23). Aquí las interpretaciones tienen no sólo el aspecto de explicar lo que se entiende en relación a cómo uno vive e interactúa con los demás, sino que se le añade el de la recreación de aquellos pasajes del pasado que lo vinculaban de esa manera con las personas que han sido significativas.

 

Pero sólo relativamente, porque comienzan a perfilarse sentimientos que hasta ahora estaban callados: las rivalidades, las envidias, los celos… este material de primera, comienza a aparecer, y la imagen personal y la del grupo como algo más complejo despierta fantasías poderosas. Unas tienen que ver con las relaciones que cada miembro mantiene con cada otro componente del grupo, otras con tu propia figura, imagen, y persona y, finalmente, otras con la totalidad del grupo. Y aquí, como puedes ver, la sala en la que os encontráis, las sillas y los muebles que constituyen la habitación suponen una buena metáfora del cuerpo, del cuerpo grupal e individual; y por lo tanto, de éste en relación con los demás y particularmente con los padres, la madre. En este último apartado, una potente idea con la que lidiamos diariamente es la del grupo como representación materna.

 

La idea del grupo como figura femenina, materna para ser más exactos, aparece ya en Schindler del que ya te he hablado en alguna ocasión, al comienzo de esta entrevista. Bajo su perspectiva, en tanto que los miembros del grupo representan a los hermanos de una familia y el conductor la figura paterna, la materna queda depositada en el grupo como totalidad. Su forma de trabajo la denomina psicoterapia de grupo según el modelo familiar, y considera que antes de que el grupo realmente llegue a ser un grupo (que es el momento en el que te estás encontrando), todos los miembros desearían de buena gana ser el único hijo. (Schindler, 1980:38). En su opinión, también la sociedad presenta como los grupos una imagen de madre. La actitud que tiene un individuo frente a la sociedad, repite sus tempranas relaciones con su madre. Si la madre fue demasiado benévola (…) después de adulto él se confiará demasiado o al revés, demasiado poco. Si la nueva madre grupo (sociedad) no corresponde a la imagen de madre que trae el paciente, entonces sentirá al grupo o a la sociedad como una madrastra. (1980:38). De forma similar lo presentan Wolf y Schwartz. Con todo ello, deseo subrayar que la idea de grupo parece estar fácilmente asociada a la de madre; ahora bien, la madre no siempre satisface sino que en muchas ocasiones no actúa (o no debiera hacerlo) según el deseo de su hijo. Será en estas circunstancias cuando la vivencia que tendremos del grupo abandona la posición más o menos idealizada y permisiva y nos muestra una cara opuesta, frustrante y castrante.

 

Estoy de acuerdo con Prodgers, A. (1990), y también con otros como Nitsun, cuando plantean que, con frecuencia, en el terreno de la psicoterapia grupoanalítica se pone más acento en los aspectos positivos y constructivos de la relación y bastante menos en los destructivos; si bien esta afirmación convendría matizarla ya que depende del tipo de poblaciones con las que se trabaja. Cuando son grupos de personas de gran exigencia y competitividad, los elementos negativos y agresivos prevalecen sobre los constructivos. La exigencia, expresión de la pequeñez vivida ante, muy posiblemente, unos padres que nunca acabaron de estar satisfechos con lo que hacían sus hijos, se va ubicando sobre las personas del grupo, o sobre el grupo mismo que es visto como nunca suficientemente bueno. Desde esta óptica el grupo como metáfora de la “madre suficientemente buena”, se convierte en la del «hijo nunca suficientemente bueno» o «madre permanentemente insatisfecha».

 

En este sentido, la imagen que nos aporta Schilder es más real que la que nos aporta Foulkes. Señala Prodgers no hay acuerdo en la literatura respecto a qué es lo que representan los aspectos maternos del grupo. Durkin (1964) está de acuerdo con la idea de contención de Shindler ya que percibe que las transferencias hacia el grupo como globalidad están relacionadas con “material preedípico conflictivo”, viendo con frecuencia al grupo como madre dura y castigadora. Durkin sugirió que con frecuencia hay una transferencia dividida contraactuando los miedos a represalias que vienen de la “madre grupo” dura.[1] (1990:18) Por esta razón, te señalaba que en ocasiones se trasladan al grupo como globalidad los elementos desagradables, duros, que provienen de imágenes maternas duras y, casi podríamos decir, castrantes. Así, en la situación que planteas del grupo parece que hay una crítica dirigida hacia el entorno que se correspondería a una que fue dirigida hacia ellos, ellas especialmente; posiblemente por actitudes, comportamientos, comentarios o sucesos que ayudaron a constituir esa imagen que se traslada, posteriormente a la figura del propio cuerpo del que nunca acaban de estar satisfechas.   Este período en el que te encuentras,  si bien tiene un aspecto dulce y que se corresponde a la cara agradable y bondadosa del propio grupo, existe otra más escondida pero que sale de vez en cuando, y que se corresponde a esa otra faceta que asusta y ante la que queremos escaparnos a través de las modificaciones «corporales» manteniendo la fantasía de que si cambiamos la fachada se arreglan los problemas de los cimientos del edificio.

 

En estos momentos estamos en un terreno en el que la relación comienza a serlo; y de veras. Esto supone que cada cual, a partir de los lazos que ya ha ido estableciendo, constatados los grados de aceptación o de rechazo que sus aportaciones, su forma de hacerlas, sus actitudes y en general todo su ser, consiguen tener en el grupo, se encuentra en posición de abordar temas mucho más internos, mucho más íntimos. Y eso ya es un importantísimo logro del grupo. En esta elaboración compleja y que precisa de períodos muy largos de tiempo que, en ocasiones, pueden poner nervioso a un conductor novel, supone también poder permitirse el «lujo» (entre comillas, claro), de aportar y estimular a que otros aporten, aquellas fantasías que se activan a partir de la relación con todos y cada uno de los componentes del grupo, y con el grupo como globalidad. Ello supone, inevitablemente, posicionarse en relación con tu figura (lo que representas para ellos, lo que les generas, lo que les facilitas o impides fantasear…), y también un posicionarse en relación con las de otras personas y tolerar, con mayor o menor acierto, los comentarios que reciben por parte de los demás; incluidos los tuyos. Como puedes ver, esto es otra etapa grupal. Y cómo no, ¡peligro, peligro!

 

En efecto, si bien es un momento dulce en el que parece que todos nos entendemos, tienes que fijarte no solo en el envoltorio sino en el regalo. Hay regalos envenenados. Y es que una de las maneras que tenemos para camuflar los elementos desintegradores de los grupos reside en la idealización del grupo, en la creencia de que ya estamos encarrilados y a partir de ahora todo será coser y cantar. En ocasiones los grupos entran en una especie de planicie en la que no aparecen temas íntimos…, como si la intimidad que están alcanzando les intimidara. Nitsun (1996) ya señala que una de las formas en las que emerge el elemento antigrupal es precisamente en torno a esas idealizaciones, a esos momentos de cohesión grupal que encierran serios conflictos en el grupo. Por esta razón no debes olvidar que «hay amores que matan» por lo que conviene estar alerta. Piensa que te mueves en los mismos fenómenos que el resto del grupo y la corriente afectiva agradable te hace considerar, por ejemplo, que somos el mejor grupo de los existentes, que es algo así como «el equipo A», u otras imágenes similares que son la punta de un iceberg que esconde elementos destructivos. Una cosa es transferencia y otra, buen rollo.

 

Fíjate que aquí, la Función Verbalizante está al servicio de facilitar una mejora o una restauración no sólo de las relaciones con la figura femenina y materna en particular sino la de poder reconciliarse con la imagen que, proyectada y visualizada a través de los ojos maternos, posee cada uno de sí mismo. Lo especular, la visión que el otro tiene de mí, juega un papel importante en estos momentos del grupo. Y también la de abordar hecho, cómo me gustaría ser, y cómo me gustaría poder moldear a los demás para que sean mi satisfacción.