Resumen: En este artículo se recogen algunas de las consecuencias del cambio de sala. Eso conlleva un replanteamiento general que se asemeja al que ocurre en nuestro país ante los cambios que se avecinan.

Palabras clave: Lewin, espacio, economía, supervivencia grupal, regresión, madre suficientemente buena, ataque y fuga.

Hoy no me dejé el ordenata por lo que no tengo excusa alguna para no ponerme a reflexionar un poco sobre todo lo que sucedió.

 

Creo que fue un día decisivo para muchas cosas. Sucede en muchas experiencias grupales: hay un día en el que pasa algo que hace que la experiencia grupal adquiera un valor diferente. Como si cristalizaran cambios o se realizara una comprensión emocional (insight) que posibilita que lo que ocurre luego ya no tenga el mismo significado que lo que pasaba antes. Veamos:

 

De un lado teníamos el intervalo entre la pasada sesión y esta que ha sido algo más largo que de costumbre; cosas del calendario. Pero también cambiamos de espacio, de sala para realizar nuestro encuentro. Ésta es diáfana, con luz y a la que hemos tenido que ir cada uno trayendo su silla. Y nos dispusimos en círculo a diferencia de la disposición a la que nos obligaba la sala anterior; lo que provocó que todos nos viéramos las caras. Las sillas, al ser individuales, nos permitía estar junto al otro pero no ligados por la obligatoriedad del banco corrido. Eso hacía que nos sintiéramos más expuestos lo que acentuaba una cierta sensación de peligro y nos costara “comenzar a trabajar” un poco. En aquella sala estábamos como embutidos en un espacio en el que dos bandos estaban frente a frente, en esta nos vemos de igual a igual. Y esto que aparentemente no tiene especial relevancia, sí la tiene. El espacio es uno de los elementos que condiciona la conducta. Eso ya lo dijo Lewin.

 

En esta situación se habló de los orígenes, la historia de este grupo y de las razones que llevaron a proponerlo; también de los tres años que llevamos juntos y de la valoración del mismo. La incorporación de dos personas activó todas las alarmas, la diferenciación entre el grupo y el equipo, el repaso de la propia estructura y sus lindes, los enfados por diversas razones y la idea de desconfiguración. Los enfados eran muchos y diversos y el grupo como conjunto se ubicaba en zona de “ataque y fuga”; pero emergieron otras vivencias que reequilibraron la situación y comenzó a aparecer el agradecimiento y el cuidado que se despertaba también en nosotros frente a la amenaza por razones reales de la desaparición del propio grupo.

 

Eso nos llevó a hablar de la economía, de la financiación de la experiencia que condicionaba la pervivencia de la misma. Este pensamiento y esa realidad fueron cosas que se incluyeron en una reconsideración del valor que para unos y otros tiene este espacio hasta el punto de poder pensar sobre si existían otras alternativas de financiarlo que implicasen a todos sus componentes. También se abordó su propia organización, del peso y esfuerzo que suponía para algunas personas la lucha por mantenerlo. Y pudimos pensar cómo en ocasiones, cuando la supervivencia del grupo y la del individuo están en juego hace que el vuelo de una mosca sea percibido como amenazante. Nitsun dixit (1996).

 

Más tarde tras el descanso aparece un grupo al que sus conductores tratan de alimentar lo mejor que saben y pueden. Como padres primerizos deben luchar frente a fantasías de desmembración del grupo que levantan los fantasmas tanáticos. Ante ellos la frase de “esto no les está sirviendo”, concentra todas la angustia de unos padres que deben aprender a serlo y que desearían tener una constancia palpable de que todo va sobre ruedas. Las fantasías que asociamos guardaban relación con los temores de toda madre frente al desarrollo de su bebé en su vientre; y del que no sabe nada y debe tolerar la incertidumbre no solo de las primeras semanas sino de todo su desarrollo intrauterino posterior, a las del niño que ya en su primera experiencia de guardería se ve abocado a hacerse mayor y a comportarse como tal.

 

Y ahí nos olvidábamos de algo básico: la capacidad regresiva la tenemos todos y emerge cuando vemos peligro. Lo regresivo activa temores muy arcaicos y, en el caso ante el que nos encontrábamos, esos temores eran más preedípicos, más propios de una pre-triangulación, que de una situación posterior en la que uno se ha colocado más claramente frente a la realidad de un padre y una madre. “Miro constantemente a Ana” es también el sufrimiento del padre que se fía totalmente de su mujer y al tiempo está asustado por el desconocimiento total que tiene de la paternidad en sí misma.

 

Pero yo estaba junto a Mercedes. Padre y madre saben a donde van y sin negar el peligro constatan que este grupo tiene capacidad para regresar, para activar procesos regresivos, y de progresar: estos son los dos movimientos básicos del desarrollo humano. Regresamos para revalorar nuestras capacidades y poder, consecuentemente progresar. Y ese progreso representa dejar ideas y posicionamientos que nos paralizan. La idealización del pasado, la mitificación de las ideas no siempre ayuda al progreso. Debemos poder elaborar mediante estos movimientos regresivos y progresivos el duelo que supone dejar la sala de los bancos enganchados y acceder a la sala de las sillas individuales, las de cada uno, y mirarnos a la cara sin que ello sea peligroso.

 

Hasta aquí el resumen que haría de la experiencia de hoy. Las palabras que he subrayado serían las eidesis de las que en más de una ocasión os he hablado.  Seguramente otros subrayaríais otras, o diríais otras palabras. Pero estas son las que iban apareciendo en esa libreta en la que yo también anoto cosas (lo hago porque estamos en un contexto formativo) y son las que me permiten entender algo del discurso total, de esa línea de pensamiento que vamos armando entre nosotros, con la participación de todos.

 

Este homines aperti de Elias, es en realidad, creo, la personificación y la concreción del lenguaje que es un producto social. Ese discurso que hemos ido construyendo no es un mero sumatorio de pensamientos que nacen y se crean en el cerebro y mente de cada uno de nosotros, sino la personificación o individuación de algo colectivo que se va cocinando, cociendo a partir de una experiencia colectiva. Y esto es algo que sucede en toda experiencia relacional, sea de un espacio asistencial individual o grupal.

 

Por ejemplo, la noción de “grupo de adultos-jóvenes en crisis”, siendo una realidad tal cual aparece en un momento en el que esos adultos, jóvenes-en-crisis,  bien podía representarnos a nosotros mismos. Y la crisis estaría ligada a los fenómenos regresivos que hemos vivido, activados por el cambio de sala. Pero es que estos mismos fenómenos regresivos los estáis viviendo en Madrid y los estamos viviendo en toda España: la regresión como expresión del pánico que se activa al tener que cambiar de sala, a abandonar la sala en la que estábamos más recogidos.

 

Pero esta misma experiencia es la que tienen los pacientes cuando les incluimos en un grupo y les proponemos que, más allá de lo que les cueste, comiencen a tener una experiencia emocional correctora que posibilite, regresión mediante, el reencontrar nuevas formas de relación y de realización personal. El peligro no está en lo regresivo en tanto que éste puede suponer un paso progresivo, el peligro está en quedarse en la vieja estructura relacional que, caduca ya, no es útil para dejar de estar en crisis y pasar a ser adultos. El peligro está en mantenerse aferrados en viejas figuraciones o configuraciones individuales y colectivas que podemos acabar idealizando por el temor a utilizar todo el potencial que tenemos en alcanzar otra configuración actualizada.

 

Un abrazo a todos.
Dr. Sunyer
31 de mayo de 2013