109)ES CIERTO QUE LA VISIÓN DICOTÓMICA PARECE QUE ME AYUDA ANTE LO QUE SE DICE

109) ¡Buf! Esto que dices me parece muy… complejo. Y, cuando pienso en el grupo, es cierto que la visión dicotómica parece que me ayuda a no quedarme paralizada ante lo que se dice o lo que sucede. Pero siguen habiendo situaciones complejas. Es el caso de esa persona que tiende a hablar como si nos diese una charla, una conferencia… y no es que presuma de saber como nos sucede con el otro hombre, sino que sencillamente habla así. Lo que cuenta no reside en lo que siente ante las cosas sino que las narra cual cuentos, novelas. Eso me produce una sensación de malestar que creo que es ampliable. Por ejemplo, cuando habla de la relación con su marido no cuenta lo que sucede desde lo que siente, sino que nos lo relata. Contó, para que te hagas una idea, que el otro día su marido le trajo a cenar a una artista de cine, con la excusa de que no tenía sitio para dormir, y que tuvo que «tragar» actitudes, jugueteos entre ellos mientras cenaban. Como te puedes imaginar, el grupo (y yo) estábamos que no sabíamos dónde meternos. Pero ella lo transmitía con una rara sensación de frialdad que contrasta con la aparente calidez de sus gestos y actitudes con que se muestra en otras ocasiones. Hay algo como separado de ella que genera malestar. Cuando digo algo suele decir: «es exactamente lo que iba a decir» con lo que siento que me desmonta. ¿No te preocupa el no conectar con los demás o conectar demasiado?

 

Sí, claro que me preocupa. Buena parte del trabajo pasa por la vinculación afectiva interna que podemos establecer con el otro. Todo lo que dicen, y cómo lo dicen, genera una corriente afectiva que es la que posibilita una conexión real que al mismo tiempo no nos debería impedir seguir pensando en lo que sucede o en lo que explican. De hecho es una habilidad profesional que al tiempo que mantienes una vívida relación puedes pensar en ella como si lo que cuentan y lo que sucede no te afectase. Muchas de las cosas que oigo me pueden preocupar, alarmar, asustar y emocionar. Pero estos sentimientos corresponden a la persona que soy, al ciudadano, al compañero, al individuo que, como el resto de los componentes del grupo, se sienta ahí. Pero no estoy sentado entre ellos sólo como una persona más: soy un profesional que está ahí para ayudar, desde un punto de vista psicológico, a las personas que tengo a mi alrededor, en este grupo. ¡Claro que siento cosas!, pero estas cosas que siento, las que tú también sentirás, deben ser puestas al servicio del grupo y de las personas que lo constituyen. Fíjate en que en tu pregunta hay un punto como de escándalo, de susto, no sólo cuando explicas la escena sino cuando descubres que con esa persona es difícil esa conexión, que pone como una distancia, una barrera que impide. Y creo que el malestar proviene porque detectas que tras eso se esconde una gran dificultad no sólo en ella sino en poderla ayudar.

 

Una de las ideas básicas que aparece como factor terapéutico es la empatía. Aparece en un primer momento a través de la palabra alemana “Einfühling” que significa algo así como “sentir dentro de”, término definido por Freedman, Kaplan y Sadock (1982) como la capacidad para ponerse en el lugar de otra persona adoptar sus puntos de referencia y comprender objetivamente sus sentimientos y su conducta, y que es definida por la Real Academia Española como identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro. Es una de las características que la mayoría de los autores considera debe  poseer todo buen terapeuta. Desde Rogers (1975) que nos habla de la Capacidad empática, otros muchos utilizan el término para describir un tipo de contacto con el otro. Alude a esa capacidad de sentir y comprender internamente lo que el paciente o la otra persona siente. Es una conexión no intelectual, no racional, sino emotiva, intuitiva y con un carácter difícil de explicar y que en cierto punto se corresponde al insight que tenemos ante determinadas circunstancias. Es un elemento en el que los aspectos proyectivos, de identificación e introyección están muy presentes.  El cuadro que te ofrece el otro con su relato, con sus emociones,  te posibilita entrar en su mundo, comprender (no intelectualmente sino de forma afectiva) lo que cuenta, identificarte con aspectos que colorean este relato, e introyectarlos en ti para poder vibrar con la misma frecuencia de onda. De ahí que la empatía sea, en realidad, una comprensión interna. Y esa comprensión interna, esa conexión estructural personal con lo que el otro cuenta, es un importantísimo factor de ayuda y terapéutico.

 

Nava, A. S. (2007) nos trae un interesante trabajo de Preston y De Wall (2002) en el que establecen cinco categorías o maneras de establecer una relación dentro de este aspecto del conectar con los sentimientos del otro: 1) contagio emocional, en el que el estado emocional del sujeto es el resultado de la percepción del objeto, no habiendo diferencia entre sujeto y objeto y por lo tanto, habría incapacidad de ayuda; 2) simpatía, en el que el sujeto siente pena por el objeto, poniéndose en foco de atención más en la situación que en el estado físico del objeto, habría una cierta distancia entre el sujeto y el objeto y podría haber o no capacidad de ayuda; 3)empatía, sería un estado en el que la situación emocional del sujeto es el resultado de la del objeto, habiendo una distinción entre objeto y sujeto, estando presente la capacidad de ayuda expresándose a través de un incremento de la familiaridad, la similitud, etc.; 4)empatía cognitiva, que supondría la representación del estado del objeto en el sujeto, a través d todo sus proceso, pudiendo haber distinción entre objeto y sujeto y pudiendo derivar en una relación de ayuda: sería como que algo es visto en perspectiva; y 5) la conducta pro-social que describiría la situación en la que uno asume las actitudes para reducir las dificultades del objeto. Habría distinción entre objeto y sujeto estando presente la capacidad de ayuda[1](:14). Nava subraya las aportaciones de Kohut al respecto y recogiendo la clasificación de empatía abstracta que (Kohut, 1959), la definió como una introspección indirecta de la forma de vivir nuestra experiencia de manera que podamos entender cómo la otra persona puede sentirse en esta situación, y empatía operativa (en un trabajo posterior, (1984), para la que propone una definición más pragmática y clínica en la afirmación de que empatía es la capacidad para pensar “concordante” tal como dijo Rackner (1953)[2](:168). Siguiendo esta terminología sería que como conductora (habilidad que también podrán ir desarrollando los demás), dejaras introducir en ti la complejidad del mundo o de la estructura de la persona o personas con las que empatizas. Al realizar esta operación psíquica vas pudiendo comprender «empáticamente», es decir, desde tu interior, lo que al otro le sucede en su interior, en tanto que en cierto modo haces tuyos los componentes que constituyen la manera de ser o de actuar del otro. Ese hacerlos tuyos no significa que tú te conviertes en él, sino que te posibilitas entenderle según sus propios parámetros que has dejado introducir para mejorar tal comprensión. En cierto modo, fíjate que se asemeja a o tiene un componente de identificación; sólo que en ésta tú haces tuyos y te apropias de esos elementos, en tanto que en la identificación introyectiva con miras psicoterapéuticas, no necesariamente los absorbes o te asemejas a lo que el otro es, sino que son utilizados para una determinada finalidad. En el caso que presentas, parte de tu malestar y enfado es debido a que por la forma en que transmite lo que cuenta se hace difícil posibilitar tal introducción de datos en ti, se hace difícil incorporar las vivencias afectivas que está suponiendo para ella todas sus experiencias vitales.

 

Lo que me parece más importante de todo esto es que a través de este procedimiento se establece o en este caso queda dificultado, un vínculo mediante el que el otro se siente comprendido (fíjate bien en la palabra que utilizo) por ti. Este vínculo (en realidad me está gustando más el término ligazón) une (debería unir) tu aparato psíquico con el del otro y viceversa. Por ejemplo, cuando Winnicot describe ese momento en el que la madre siente lo que siente el bebé, a través de ese fenómeno (que tiene algo de ruptura de fronteras psíquicas) está describiendo, creo, un proceso parecido en el que se establece con una ligazón que va más allá de lo formal: es una unión psíquica con el otro que, en principio, va dirigida a protegerlo, a comprender sus necesidades, a entender lo que siente y poder actuar en consecuencia. Pues bien, estamos ante una situación similar.

 

Pero la empatía no es algo puntual. Coderch, J (2001) la desarrolla de forma fantástica, a mi modo de ver, recordándonos que la empatía es un proceso y no una simple identificación (2001:168). En efecto, no podemos decir que la empatía es algo puntual sino que corresponde a una compleja operación en la que se establece una particular interdependencia vinculante (la ligazón, te decía) a través de la que uno comprende bien lo que el otro siente o cómo ese otro actúa, al tiempo que ese otro se siente comprendido por el profesional o por la persona con la que empatiza. En este sentido estoy de acuerdo con Coderch cuando señala que no debe ser confundido con simpatía ni con identificación (:175), solo que preferiría substituir la idea de interacción que propone por la de Interdependencia, Interdependencia vinculante. Creo que en el establecimiento del vínculo empático, que es el resultado del proceso del que nos habla Coderch, hay un lazo que determina una particular configuración entre uno y otro.

 

En el caso que traes, tanto tú como el resto de los componentes del grupo, os encontráis con una gran dificultad; pero al tiempo escenificáis la misma situación que ella transmite. En efecto, por un lado tu no encuentras la manera de penetrar y dejarte penetrar por lo que cuenta para poderla ayudar y el resto del grupo parece justamente quedar atrapado por la incredulidad de lo que oyen, que es la propia incredulidad que a esta persona le generan las vivencias que explica. Tal incredulidad e incapacidad para penetrar activan sentimientos de impotencia y enfado lo suficientemente grandes como para que podamos entender el enfado e impotencia que esa persona siente, ante lo que se disfraza como de «cuentacuentos»: la única manera de sobrevivir a unas experiencias que la sobrepasan totalmente.

 

Para que ese fenómeno comunicativo que denominamos Identificación Introyectiva no acabe atrapándote, estableciéndose un lazo biunívoco de identificaciones proyectivas e introyectivas, hay que poder ir manteniendo la capacidad de pensar junto a la de sentir sin que una supere a la otra, por decirlo así. Creo que un buen recurso es poder entender lo que ocurre utilizando la propuesta de Matte- Blanco y que fue recogida por Dalal (2006).

 

En efecto, Dalal, apoyándose en Rayner y Tuckett, (1988) nos recuerda que la estructura del pensamiento aportada por Matte-Blanco es diferente de la que propone Freud: Matte-Blanco pone la atención en el aspecto clasificador de la mente allá donde Freud lo ponía en el del sistema de fuerzas. Para comprender lo que te he indicado, Lola, debo retomar unas posteriores palabras de Dalal cuando nos recuerda que lo que Mate Blanco quiere significar por ello es que los dos sistemas lógicos del pensamiento, el simétrico y el asimétrico, se aplican al mismo tiempo en todas las formas de pensamiento. El grado de mezcolanza de ambas lógicas dependerá del nivel del pensamiento que domina el pensar en aquel momento. A un nivel profundo del inconsciente es principalmente un pensamiento fundamentado en la lógica simétrica (…) la clave para recordar aquí es que la lógica simétrica es la que nos sirve para diferenciar mientras que la simétrica, nos sirve para homogeneizar[3] (2000:165)

 

Desde esta aportación, lo que puedo entender es que en la medida en la que podemos modificar la óptica o el tipo de razón con la que estamos jugando, el dibujo del conflicto queda desdibujado posibilitándose un pensamiento nuevo en el lugar en el que antes no tenía cabida ninguno. Ello, siguiendo a Dalal, nos posibilitaría la restauración de la capacidad de pensar en tanto que todo pensamiento consiste en descomponer un continuo de experiencia, en fragmentarla en diferentes partes, y en relacionar estas partes entre sí. Entonces, se enfatiza las diferencias entre ellas y las similitudes borradas – lógica asimétrica. Mientras que en cada fragmento de estas partes se enfatizan las similitudes y se olvidan las diferencias, lógica simétrica[4](2000:166). Y, aunque no siempre pueda conseguirse, será la posibilidad de mantener activa nuestra máquina de pensar lo que te permitirá poder ofrecer al grupo y a sus componentes la oportunidad de seguir pensando por encima de las emociones que nos embargan. Ello no significa dejar de sentir, ni dejar de emocionarse y vibrar por y con las cosas que se dicen o las que suceden en la vida del grupo, no. El problema reside en que estas mismas emociones, en cuanto adquieren una intensidad determinada para cada uno, hacen que las capacidades yoicas (entre las que está la de pensar) se vean disminuidas. Y esto, que es normal, puede llegar a impedir, e impide de hecho en numerosas situaciones, que podamos entender lo que nos pasa, actuar, decir, o abstenerse de una acción si ésta va en detrimento de los demás o de uno mismo. Y cuando eres capaz de poder mantener esa capacidad, lo que significa que tus recursos yoicos no se ven mermados, ofreces un modelo de identificación a los componentes del grupo que les puede ser útil para otras ocasiones.

 

Esto quedaría vinculado a lo que decíamos en la pregunta anterior al referirnos a las dicotomías. Al considerar los diversos componentes en los que transita la realidad, también la realidad afectiva, podemos mantener nuestra capacidad de pensar más activa, menos sujeta a las emociones que emanan de un polo de la realidad vivida y expresada. Por esto, si la capacidad empática es importante para la comprensión desde la piel del otro de lo que está sucediendo, aquella otra capacidad que nos ayude también a desvincularnos y a comprender desde otro ángulo lo que sucede, va a posibilitarnos y a facilitarle al otro, la modificación de su estado. La cuestión, en todo caso, es cómo lo haces para que no sea vivido como una devaluación de sus sentimientos y vivencias.

 

Aquí la Función Verbalizante trata de poder recuperar las conexiones entre lo que se vive y lo que se siente, piensa, percibe y actúa. Los procesos psicoterapéuticos no son sólo espacios de reflexión y comprensión, sino lugares en los que hay que conectar las diversas facetas de la experiencia humana para también posibilitar la activación de respuestas adecuadas a cada situación. Por esto esta Función no es estática sino dinámica, implica a todos los miembros del grupo y busca recuperar el control del yo sin el abandono de los sentimientos y significados que enmarcan nuestra conducta y nuestro pensamiento.