32)Y ENTONCES, ¿PARA QUÉ NO SIRVE?

32) Y entonces, ¿para qué no sirve?

 

No sirve para creer que disponemos del instrumento de curación, de la piedra filosofal con la que de forma casi milagrosa vamos a poder sanar y solventar, por tanto, los problemas de quienes constituirán el grupo; o para ahorrar esfuerzos terapéuticos y rentabilizar nuestro tiempo liberándonos de la dura tarea de ofrecer un espacio de escucha y apoyo; o para alcanzar cotas de reconocimiento entre nuestros compañeros.

 

A través de los diversos espacios de supervisión con los que me he encontrado y en los que he colaborado para la creación de situaciones grupales, he constatado que, repetidamente, aparece la idea de que a través de lo grupal ahorramos esfuerzos y energías. Aparece, incluso, la fantasía de que si el equipo realiza una serie de intervenciones grupales, las listas de espera disminuirán, o con la de que generará una atención más frecuente lo que redundará en una rotación de pacientes (es decir, de altas) mayor. Pues bien, si uno organiza con esta pretensión auguro fracaso a corto plazo y que anidará en nosotros el famoso término anglófono de “burn out” que es la forma elegante y británica de decir que uno está hasta las narices del trabajo y de sus condiciones…

 

Un grupo de psicoterapia no ahorra esfuerzos ni energías. Siempre, claro está, que “grupo de psicoterapia” sea lo que aquí, en estas páginas, estamos diciendo. Un grupo de pacientes (no un agrupamiento de pacientes) que se organice para ayudar, para que se intervenga sobre las estructuras psíquicas de sus integrantes, no es un grupo que ahorre esfuerzos ni energías. Hay que pensar que de la misma forma que se potencian los aspectos terapéuticos y los elementos de ayuda, se potencian también aquellos que se resisten a la aparición de cambios en sus miembros. El trabajo, por ejemplo, con personas que presentan un trastorno de la personalidad de tipo narcisista, supone tener que habérselas con las defensas de este tipo de estructura entre ellas un constante esquivar las situaciones que impliquen una revisión concreta de su propio narcisismo. Esto agotará al grupo y a su conductor. Y en el grupo mismo, las alianzas que algunos miembros desarrollen para no cejar ante la clara presencia de aportaciones y actitudes de quienes perciben el sufrimiento oculto y les ofrecen salidas alternativas, se volverán contra éstos, que pretenden ayudarles a salir de la situación de aislamiento total. Si bien la propia potencia del instrumento grupal incide a favor de la modificación de las estructuras defensivas, también es cierto que requieren del conductor una habilidad y esfuerzo importantes en su cometido. Ahora bien, la fantasía de que hemos encontrado la panacea de los tratamientos, de que nos va a ser útil económica y energéticamente, de que va a abrir una vía definitiva a la dureza del trabajo, debe ser considerada como tal, sólo como fantasía, como la expresión de un deseo.

 

El trabajo grupal no disminuye tampoco las listas de espera. Y no solamente porque por definición no se pueden vaciar (estoy pensando en los servicios públicos que, por filosofía, deben atender a una población que siempre es superior a la capacidad de trabajo de un equipo), sino porque un grupo tiene su ritmo, su estructura, su cadencia y, una vez el grupo ha sido constituido, ese espacio se utiliza para atender a ese determinado número de personas y nada más. Y por otro lado, la rotación deseada no aparece (a no ser que nuestro trabajo se realice de forma superficial y sólo para cumplir con el expediente, cosa que en algunos casos, desgraciadamente, sucede) ya que cada paciente tiene sus propias necesidades de atención y ese espacio acaba siendo el referente que le hacía falta para poder realizar algunos cambios importantes en su vida.

 

En ocasiones también, hay quien desarrolla el esfuerzo de organizar un grupo de psicoterapia como forma de medrar en el equipo. Este deseo, más allá de la legitimidad del mismo, va a ir condicionando la vida del grupo que no está ahí para el tratamiento de sus integrantes sino para la supuesta mejora de la valoración profesional de su conductor. ¿Qué sucede entonces? Que los lógicos movimientos resistenciales del grupo o de algunos de sus componentes, cuando aparecen, se convierten en amenazas a las aspiraciones del conductor, en tanto que un posible fracaso grupal, el abandono repentino de varios de sus miembros o la desintegración del grupo, representan que el deseo personal no se consiga; es más, adquiere un tono de “evidencia” que, en tanto que herida narcisista