De nuevo aquí

 

Dr. J.M. Sunyer

 

De nuevo, porque hacía varios días que me tenía que poner ante el ordenador y ordenarle que escribiera mis impresiones de estos días, mi Cuaderno de Bitácora. Y si no lo hice hasta hoy fue por la cantidad de trabajo que llevo acumulado, unas Jornadas de Grupo que me han pillado en medio, el impacto de las últimas clases y la lectura de sus cuadernos de bitácora. Todo ello ha dibujado un panorama que me impedía encontrar unos mínimos momentos para dedicárselo a Uds. Creo que los encontré. Ahí voy.

 

Las últimas sesiones han sido muy gratificantes. No hace muchos días les decía que era un lujo tenerles. Lujo que proviene de ver cómo sus esfuerzos se van articulando en actitudes cada vez más gratificantes. El juego de hablar a través de la mirada, los juegos posteriores en los que utilizábamos la voz o el cuerpo, todo ello sólo es posible cuando un grupo de personas confía en el trabajo que realizan. Posiblemente no alcanzaremos niveles muy altos, muy elaborados, muy «académicamente correctos»; si entendemos por ellos el disponer de conocimientos memorísticos, conocimientos teóricos profundos.

 

No.

 

Nunca lo he pretendido.

 

Recuerdo, en este sentido, el comentario que me hacía un compañero, Jefe de un Servicio de Psiquiatría muy querido por mí, en relación a los psicólogos que inician el PIR. Me dijo que llegaban profesionales muy formados a nivel de conocimientos, pero absolutamente en blanco en lo que atañe a las relaciones interpersonales. Por esto nunca he pretendido que «sepan» mucho. Sí, que dispongan de la oportunidad de saber cosas que sólo se aprenden haciendo lo que hacemos: trabajando todos y viendo qué pasa y cómo pasa.

 

Y lo que sucede es sencillamente algo que tiene que ver con el proceso de toda Orientación. En un principio, dedicamos nuestros esfuerzos en situarnos, en saber en donde estamos y con qué tenemos que trabajar. Luego nos ponemos a trabajar; y en este momento vamos viendo que no es oro todo lo que reluce, que cuesta establecer una relación con el otro que, como poco, disponga las mismas características que planteaba Rogers, por ejemplo.

 

Nos ponemos a trabajar y observamos que tenemos tendencia a clasificar, a organizar los conocimientos como si se tratase de articular cosas teóricas; pero vemos también que quien viene, Pau por ejemplo, pero incluso nosotros mismos, vamos poniendo ¿trabas? al propio proceso. Y entonces tenemos que echar mano de recursos complementarios que pueden ser cuales quiera: desde unos garabatos, a una escultura; desde unos puntos situados en una hoja hasta… hasta lo que uno considera útil para favorecer la aparición de ideas, pensamientos que nos sirvan de señales para proseguir este camino que consiste en conocer para que se conozca el otro.

 

En este esfuerzo vamos introduciendo aquellos recursos que se nos ocurren para poder Orientar. Y entonces vemos que a nosotros, personas que se supone estamos en buenas condiciones, a nosotros también nos pasan cosas: tenemos dudas, tenemos recelos, vergüenzas y timideces, no osamos salir fácilmente al ruedo. Así encontramos recursos que amortigüen el impacto de realizar el genograma de cada uno o simplemente de poner puntos que representen a nuestras personas queridas… ¿Eso es psicopatología?

 

No. Rotundamente no.

 

Es simplemente psicología. Y es que a todos nos pasan cosas siempre. Tenemos miedos, recelos, vergüenzas, timideces… y que ante estas situaciones empleamos recursos para tratar de paliar el impacto emocional que ello nos genera. Y vemos, comprobamos en nuestra propia piel esos mismos recursos. Y nos asustamos ante ello, como si tuviésemos una idea idealizada, valga la redundancia, del ser humano, o del psicólogo. A nosotros nos pasan cosas. Afortunadamente. Y es precisamente porque sabemos que nos pasan cosas, que sabemos encontrar vías de superación. Y podemos entender que al otro le cueste encontrar sus propias vías, porque también a nosotros nos costó.

 

Fíjense sino en el grupo grande.

 

Ahí están nuestras dificultades. Que por lo demás consideramos que son únicas, que no les pasan a los profesionales de verdad. Pero curiosamente, aquellos de entre Uds., que sí pudieron y se animaron a asistir a unas Jornadas en las que había un grupo grande igualito, pero que igualito al nuestro, entonces les podrán informar que también a personas hechas y derechas nos cuesta estar en un grupo grande. Que hay silencios. Que hablan unos pocos. Que se dan fenómenos muy similares, por no decir iguales, a los que se dan en nuestro grupo clase. Ello supone una enseñanza añadida: descubrir realmente que lo que nos pasa a nosotros es lo mismo, lo mismito que lo que les ocurre a otros. Ese descubrimiento no intelectual, sino vivencial, es el que hace que precisamente uno se sienta más igual a los demás y, a partir de ahí, pueda entender lo que le sucede al otro, sus propias dificultades y estar ante él de otra forma.

 

Y es que cuando estamos ante tanta gente nos pasan un montón de cosas. Vemos que nos cuesta hablar, que nos cuesta ser nosotros mismos, que creemos que lo que uno dice va «en contra nuestra», que tenemos conflictos profundamente ahondados en el tiempo. Pero resulta que cuando podemos comenzar a poner palabras a lo que nos pasa, entonces el ambiente se relaja, que podemos estar de otra forma, que podemos comenzar a estar con nosotros sin temer a dañarnos.

 

Cuando al inicio de nuestra experiencia les hablaba de que no creo que se pueda enseñar a nadar sin haberse metido uno en la piscina, lo que trataba de transmitirles era exactamente todo eso. ¿Cómo ayudar a alguien a salir de su timidez si a nosotros nos cuesta tanto dejar de serlo? ¡Con qué facilidad pondríamos etiquetas! Las experiencias personales son las que precisamente les van a servir de guía para ayudar a quien sea. ¡Cuántas angustias hemos tenido que lidiar los que nos dedicamos a esta profesión! Cierto que unos no las conocen. Cierto. Son aquellos profesionales que venden recetas para superar, por ejemplo, un duelo. O para salir del paro. Vendedores de lo que no tienen, y de esto hay mucho. Por esto hablábamos de la genuinidad, que era lo contrario de lo falso.

 

¿Cómo se va a trabajar con un adolescente desde la falsedad? Imposible. ¿Cómo con un paciente grave? Imposible. ¿Cómo con una organización que, a la mínima percibe en el profesional sus elementos falsos? Imposible.

 

Ahora tenemos un nuevo reto: dibujar el progreso de nuestro propio proceso. ¿Qué hacemos con el material que tenemos? ¿Qué más podríamos aprender con lo que tenemos y con las personas que estamos? ¿Traemos más pacientes? ¿Seguimos algunos días con uno?

 

¿Jugamos con nuestro propio grupo?

 

Estoy a su disposición.

 

Hasta el próximo día.

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