Conocimiento y sabiduría

Dr. J.M. Sunyer

 

Conocer: Del latín cognoscere (lat. vg: cognoscere) tener idea o noción de una cosa; llegar a saber su naturaleza, cualidades y relaciones. Tener idea del carácter de una persona. Percibir el objeto como distinto de todo lo que no es él; distinguir . Entender, advertir, echar de ver alguna cosa.

Sabiduría. De Saber: Del lat. Sapere «tener inteligencia, ser entendido». Prudencia, tener conocimiento profundo en ciencias, letras o artes.

Son dos ideas que aparecieron en clase. Ya dicen que «el diablo sabe más por viejo que por sabio»; posiblemente tengan razón. Parece que el conocimiento, es decir, aquel bagaje de información recogida a través de la experiencia, los años y cocinada al fuego lento del tiempo, es mejor que disponer de muchas ideas sin más. Pero hay una sabiduría anclada en el conocimiento que deriva del poso dejado por la experiencia. Aumentar el conocimiento puede ayudar a ser sabio en algo. Ese conocimiento es el que les, nos posibilita disponer de un mayor abanico de referencias. Estamos en esta fase; posiblemente la sabiduría nos llegue más adelante. Para ello se precisará cocinar al fuego lento de la experiencia que se acumula a través de los años. En esto el microondas no nos es útil; lo siento.

En su situación me resultaría muy difícil decir, o mejor, afiliarme a una teoría. No dudo que unas teorías les puedan resultar más sintónicas consigo mismos. Quizás esté ahí la clave: buscar la sintonía entre la forma de ser y la de pensar. Afortunadamente los bebés no se ven en esta tesitura: crecen en un entorno, van teniendo una serie de experiencias que les va marcando de una forma y no de otra. Y este bagaje, acumulado a lo largo de los años y articulado con sus características biológicas, genera que uno sea de derechas o de izquierdas, que sea religioso o no; que se sienta a gusto con unas cosas y discrepe de otras. Es su filosofía, su forma de ser, su forma de vivir la vida. Y por lo tanto marcará la manera con la que enfoca la vida.

E igual nosotros. Uno va naciendo a la vida profesional, va acumulando experiencias que se incardinan con su forma de ser, su pertenencia a un determinado grupo social y familiar, articulado con determinadas conceptualizaciones político-religiosas, y todo esto, junto con las horas de estudio y divertimiento, articulan una forma de ser psicólogo y una manera de actuar como orientador. Y no de otra.

  1. es una persona joven que acude porque

«Me paso el día vomitando. Vomito en cualquier situación, por lo general, cuando estoy nerviosa. He consultado a varios profesionales. Me han sugerido dietas varias. Y he mejorado algo, pero no veo que me resuelvan nada. Me han recomendado que venga a donde Ud., y no sé si lo mío tiene remedio»

Estas son las primeras palabras que V. explica en la consulta.

¿Qué se preguntan ante ello, qué les hace pensar?

Esta persona pide ayuda, orientación,

¿Cómo la orientamos? ¿Qué le decimos?

Tenemos varias opciones:

  1. Hacerle un estudio detallado de su personalidad para diagnosticarla «bien»
  2. Decirle que vaya a un especialista del aparato digestivo.
  3. Devolverla a su psiquiatra de referencia ya que la tiene en tratamiento.
  4. Decirle que no entiendo de su problema y mejor se va a otro.
  5. Empollarme la bulimia y los trastornos alimenticios y organizar un plan de abordaje para que controle sus conductas.
  6. Decirle que entiendo de su cabreo y que en su lugar estaría muy enfadado. Y que soy un técnico en enfados.

¿Por cuál de todas ellas optan Uds.?

Creo que estas opciones (entre otras muchas otras que seguro que se les ha ocurrido) son correctas. La que elijan dependerá de lo que entiendan al respecto. Porque, una pregunta un tanto ingenua:

¿Por qué vomitarían cada dos por tres? ¿alguna pista que les permita hacerse una idea de lo que le puede suponer a alguien devolver con tanta frecuencia?

Imagínense la situación: de pronto, uno se levanta de la mesa y va al cuarto de baño para ello. Y esto una y otra vez. Lo normal es que la familia, por ejemplo, se ponga del revés, preocupada por lo que le puede pasar. E incluso hasta un poco harta de esto. Además, piensen que el vómito daña el conducto digestivo, el esófago; lo quema. Es decir, que estos vómitos también le dañan.

¿Por qué alguien se dañaría tanto? Porque no estamos hablando de un vómito ocasional, producto de una comilona.

Fíjense que la respuesta que le demos dependerá fundamentalmente de su teoría al respecto. Y, por supuesto, de su teoría del cambio. ¿Cómo hacer para mejorar su calidad de vida? De hecho, los psiquiatras con los que ha estado lo han intentado: modifican la dieta alimenticia y disminuyen los vómitos.

Una estudiante de medicina le dice a su padre, psicólogo:

—¿Sabes de algún especialista en Anorexia? Es que a la hermana de mi amiga X le han diagnosticado de Anorexia, y el psicólogo del centro le ha dicho que «o engordaba seis kilos o la ingresaba». Y ella que dicho que nanai, que no, que no piensa ni engordar ni ingresar; que ella está bien. Pesa 51 Kg y mide 1.60 (Masa corporal, 18). ¿Tratas anorexias, papá? Lo sé porque una vez vi en tu consulta a una chica muy delgada y creo que era una Anorexia. Pero no sé. Es la hermana de mi amiga y no sé si tu…

—me parece que tiene muy mala uva, esta persona.

—Sí. Pero ella tiene una Anorexia. ¿qué hago con ella?

Otra pregunta en la misma línea: ¿Por qué alguien tiene que elegir esta forma de comunicarse tan dramática? ¡Ajá, otra idea!. Claro, porque también lo podemos entender como un problema de comunicación grave. Grave porque daña y se daña, claro.

Les recomendaría que se olvidasen, momentáneamente de a qué línea ideológica, a qué concepción teórica deben afiliarse. Entiendo que debe ser algo personal mi pelea con las ortodoxias. Huyo como alma presa del diablo de todo aquello que huele a ortodoxia. Me quedo con su doxia, con sus conocimientos.

Pero fíjense en una cosa: ¿podríamos ver en los cuadros psiquiátricos lo que conlleva de comunicación? Todo síntoma es una señal hacia el exterior. Una manera de hablar que no suele ser entendida o escuchada. Entiendo la búsqueda del diagnóstico (que en realidad es una clasificación) pero… ¿dónde dejamos el compromiso para que ese lenguaje se normalice de forma que podamos entender qué demonios está pasando?

Pero este es mi problema.

Quizás no el suyo.

Un saludo.

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