Asociación libre

 

Hoy fue nuestro primer día.

 

Para su sorpresa, les propuse un juego y luego nos pusimos a hablar. Y, como suele suceder, empezaron a desgranar ideas que se iban complementando unas con otras. Unos pensamientos se sucedían a otros en una especie de asociación libre a partir de un punto inicial. ¿Qué es lo que estaba sucediendo?

Sencillamente algo que ocurre permanentemente en nuestro cerebro, sólo que a escala más grande. Las ideas van articulándose unas con otras; pero no salen todas. Muchas, la mayoría, quedan en la recámara de nuestra mente. Saldrán o no, siempre en función de las circunstancias. No sé si alguien tuvo la ocurrencia de tomar nota de las ideas que emergieron, y su concatenación. No dejaría de ser un tema apasionante: ver cómo una treintena de personas va articulando el pensamiento, y qué pensamiento se articula.

Pronto pasamos de hablar del ejercicio y se incluyó la idea del paciente. Y les añadí, paciente o institución. Pocas son las diferencias. Y nos dirigimos a la relación y a las dificultades que pueden aparecer. Y los ruidos. Y se introdujo la metáfora de los niños del jardín de infancia vecino para hablar de otros ruidos que nos pueden dificultar la relación.

Y de muchas otras cosas. Fueron excelentes profesionales y profesores. Creo que este pequeño resumen se acerca bastante a lo que sucedió. A lo que podríamos comprobar si lo hubiésemos grabado en un vídeo. ¿Pasó algo más? Si nos acercamos desde otra óptica, si cuando «Pablo habla de Pedro, habla más de Pablo que de Pedro», ¿de qué estaríamos hablando?

Aparecieron algunas ideas: por ejemplo, el tema del idioma y de las diferencias culturales. ¿Cuáles, las de los supuestos pacientes o las nuestras? Y es que cuando nos ponemos a compartir ideas, cuando disponemos de un espacio en el que podemos hablar con la mayor libertad posible, entonces hablamos; pero no lo hacemos directamente, a no ser que la confianza sea muy grande. Lo hacemos utilizando vías alternativas de expresar nuestra preocupación, o nuestros temores o deseos. Y nuestra función como psicólogos es la de poder establecer un espacio que pueda posibilitar hablar de esos temores a partir de cualquier tema que pueda surgir. Dicho de otra forma, nosotros seríamos como los facilitadores de un encuentro en el que quien acuda a él, pueda acceder con la mayor tranquilidad posible, a cualquier tema que le afecte. Pero en ocasiones, las personas funcionamos como las caballerizas al arrastrar un carro. En los tiempos en los que los burros o mulos arrastraban los carros por estos senderos de Dios, como consecuencia del paso continuo, se formaban las roderas. Y el carro quedaba encastado en ellas; y por ellas transitaba con más o menos comodidad. El arriero no tenía que dirigir a su bestia: ya iba por las roderas.

 

¿Han pensado lo que cuesta salir de esas roderas? Pues ese esfuerzo de salir de estas roderas es algo de lo que tenemos que ir aprendiendo. En este sentido, las roderas pueden ser los «problemas» que me traen, y convertir el encuentro en algo más provechoso. Este es es proceso en el que estamos comprometidos.

(Veo que no voy a poder escribir más, el tiempo lo debo tener limitado.

Seguiré otro día)

 

Gracias.

 

Un saludo.

 

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