EL INDIVIDUO Y EL GRUPO

Este número llega con retraso. Ello me informa de un lado de la dureza del proyecto; cada compromiso hay que poderlo abordar con el ritmo que uno se había propuesto. Pero por otro lado, me recuerda que la realidad no se suele ajustar a los deseos por muy calibrados que éstos puedan estar. La razón del retraso no ha sido otra que la celebración del 3er Congreso de la Asociación de Psicoterapia Analítica Grupal de la cual era su presidente al tiempo que era el responsable de la Organización del Congreso.

 

Tras el Congreso, Navidades, fin de cuatrimestre… en fin, una serie de elementos que, si bien los conocía de antemano, los tapaba la ilusión por desarrollar este proyecto. Pero volvemos a estar aquí.

 

En este número me propongo seguir con lo que habíamos iniciado. En el anterior abordamos el concepto de hombre desde la perspectiva grupoanalítica y aparecía la idea de membrana, como elemento separador y de cuya permeabilidad podría depender el nivel de psicopatología que presenta cada uno. En este me propongo ir un poco más allá. Para ello me resulta particularmente útil retomar un trabajo conocido pero que tengo la impresión de que queda oculto por otras dimensiones del mismo. Se trata del desarrollo que Bion realiza en su libro “experiencias en grupos”, y en concreto en el que realiza en su séptimo capítulo. Posiblemente, la razón por la que estas ideas quedan un poco ocultas se debe a que el libro habla de experiencias en grupos y en realidad en él aparece su principal aportación en este terreno: los denominados supuestos básicos. Pero dicho capítulo, el VII contiene un repaso a las ideas de Freud, a partir de las que en nuestro número anterior habíamos hecho referencia.

 

Bion aborda el tema señalando que “el problema de la relación del individuo con los demás y con su grupo ha sido discutido desde tiempos remotos (104)”. Y recoge la idea de Platón por la que si cada uno se dedicase a su tarea no habría problemas. Y posteriormente introduce la afirmación de Freud que vincula al individuo con la sociedad y nos aporta una idea que parece muy sugerente. Aprovechando el hecho de que Freud no cree que el número de individuos que rodean un sujeto sea tan influyente como para “introducir” un nuevo instinto, Bion señala que: » En mi opinión, ningún instinto nuevo ha hecho su aparición, siempre ha estado presente. Lo único nuevo que la experiencia de grupo nos ofrece es la posibilidad de observar cómo operan características “políticas” del ser humano” (1980:106).

 

Este aspecto me parece muy sugerente. La tendencia clásica es considerar el ser humano como ser indiviso y, por lo tanto, todas sus manifestaciones psicopatológicas y también las normales tienden a verse y a estudiarse en tanto que ser aislado, ser único. Y desde esta óptica es plenamente correcto; sin embargo, cuando abordamos la problemática del ser desde una perspectiva grupal lo que sucede es que percibimos elementos que hasta aquel momento no habíamos podido ver por las características del instrumento que utilizábamos: el instrumento individual. Es algo así como si un día utilizamos el microscopio: descubrimos una nueva realidad que antes ya existía.

 

Bion prosigue: “Debo señalar que ningún individuo, aunque esté aislado en el tiempo y en el espacio, puede ser considerado como marginal respecto de un grupo o falto de manifestaciones activas de psicología de grupo, aunque no existan condiciones que hagan posible demostrar estas afirmaciones. (…) la explicación de ciertos fenómenos debe buscarse en la matriz del grupo y no en los individuos que lo constituyen. Y más adelante señala: Abreviando, existen características en el individuo cuyo significado real no puede entenderse a menos que se comprenda que forman parte de su equipo como animal gregario y cuyo funcionamiento no puede ser observado a menos que lo busquemos en un campo de estudio inteligible, que en este caso es el grupo”. (107). Ciertamente estas palabras son un canto al trabajo grupal, un poner acento en la importancia del trabajo en grupo para poder entender aspectos que desde la óptica individual difícilmente se pueden comprender. Pero por otro lado son un reto; ya que, a pesar de los años transcurridos poco hemos sabido avanzar en el conocimiento del individuo en el seno del grupo. Es decir, hoy por hoy, disponemos de conocimientos importantes respecto la psicología individual y la grupal; la una y la otra. Pero no disponemos del engranaje que articula el uno con el otro.

 

Bion introduce la idea de matriz. El mismo concepto lo aporta Foulkes. Si buscamos en el diccionario, el vocablo Inglés alude a la misma idea que en Castellano: matriz, útero materno. Esta idea parece que apela a la existencia de un elemento con dos significados: de una parte el de elemento básico que moldea, da forma, a algo. De otra, aquel aspecto que lo contiene, que lo preserva, que lo alimenta incluso. Ambos conceptos, o ambas conceptualizaciones de la misma idea, de matriz, parecen aludir aspectos muy básicos en el desarrollo del ser humano. Aspectos que seguramente se reproducen en las situaciones grupales. Si nos centramos en lo que vemos en un grupo cuando trabajamos en y con él, podemos percibir que cada grupo desarrolla una particular forma de comunicarse, una serie de aspectos que no lo podemos llamar cultura del grupo porque van más allá de ella; pero están cercanos. Sin serlo, se puede percibir cuando alguien compara las atmósferas desarrolladas en una reunión y en otra. Son elementos que se articulan con las formas de relación, y las cualidades de la misma. Son particulares esquemas referenciales que cada grupo desarrolla y frente a los que el individuo se ve ora incorporado ora rechazado. Pero este esquema también aparece en la relación de a dos. Y no es transferencia. Es ese esquema de relaciones por las que cuando uno sale de la sesión, por más que le quiera explicar a su compañero lo que se habló, nunca consigue transmitir los mismos significados que aquel hecho tenía en la sesión. Y los significados se dan por la existencia de esa matriz que enmarca la propia sesión.

 

Por otro lado, también en los grupos aparece aquel otro aspecto contenedor al que alude la matriz: un aspecto que posibilita el que sus miembros se desarrollen y puedan aportar todas sus características personales de tal suerte que aún las conductas aparentemente más repudiadas puedan ser comprendidas, atendidas y elaboradas.

 

En el presente número aparece la ampliación de este concepto, del de matriz, vinculándolo a la idea de psicoterapia que habíamos señalado en el número anterior y que lo articulo, en la medida de las posibilidades con la teoría de las relaciones objetales. Avanzar sobre los puentes que pueden haber entre la psicología individual y grupal es algo que creo muy útil; en todo caso, tratando de ser algo fiel, también, a la idea de Bion de que el grupo es también un instrumento que nos permite ver más cosas y mejor en relación con los problemas de la psicología de la persona.

 

También anunciamos algunos seminarios que se organizarán en los locales de la consulta así como unas referencias a revistas recibidas. Deseo que les sea sugerente.

 

Dr. Sunyer