PSICOTERAPIA – 5

 

Emociones y sentimientos

 

Son dos cosas diferentes, claro; aunque no contrapuestas en tanto que unos y otras determinan buena parte de nuestros estados emocionales cotidianos. Si empezamos por consultar el diccionario, igual nos ayuda a esclarecer qué es que. Dice la RAE, «Emoción es, 1), Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática, Y 2), interés, generalmente expectante, con el que se participa de algo que está ocurriendo».

 

Esto significa que ante muchas situaciones, detectamos un estado emocional que podemos detectar en nosotros o en los demás. ¿Y de dónde procede? Fundamentalmente de lo que mediante el lenguaje no verbal hemos aprendido de nuestros progenitores. Es decir, al observar la expresión facial, la mirada, el tono de voz, la forma cómo uno se mueve o gesticula, e incluso el ritmo de las respuestas del otro detectamos estados emocionales en ellos de los que aprendemos respecto a nuestros propios estados mentales. Ahí, la comunicación con los padres —y muy especialmente con la madre— no se limita a lo que se transmite mediante la palabra sino que incluye las emociones que inevitablemente van también incluidas.

 

De modo paralela, los sentimientos corresponden a lo que uno siente frente a algo o a alguien. Desde este punto, podemos sentirnos cansados por algo, tristes o ilusionados, nerviosos, enfadados, rabiosos o felices — o enamorados—, a raíz de experiencias concretas con nosotros mismos o con quienes constituyen nuestro entorno. Estas respuestas las detectamos en nuestro cuerpo (ahí el tronco encefálico juega un rol importante) que reacciona frente a lo que percibe bien generando una sensación agradable o desagradable. Entonces, si me siento cansado o enfadado es porque algo generó este estado en mí activando respuestas acordes con ese sentimiento. Vivencia que dura durante un tiempo más o menos largo.

 

En este sentido, y por poner un ejemplo, puedo estar triste porque ha sucedido algo que ha interrumpido en mi vida (sentimiento), en tanto que ese mismo hecho puede entristecerme o enfadarme (emoción). En el primer caso, el sentimiento es algo que está más presente y tiene el poder de modificar aspectos de mi trayectoria vital, en tanto que lo que me entristeció sólo fue un hecho puntual que me generó esta emoción de forma más o menos puntual.

 

Digo esto, a raíz de una intensa discusión con alguien apreciado por mí. Esta persona insistía que estaba rabiosa, irritada, en tanto que por mi parte le intentaba explicar que tal vez, esa emoción se correspondía con el sentimiento de celos o envidia que le generaba un conocido por él. En este orden de cosas, la dificultad con aceptar esos sentimientos quedaba eclipsada por la preponderancia que tenía de rabia e irritación frente a él.

 

En este orden de cosas, en la propia relación asistencial (psicoterapéutica) emergen estas emociones. Y cuando lo hacen, bueno es dedicar un tiempo a detectarlas, diferenciarlas y desarrollar mecanismos que nos permitan nombrarlos y, después, poderlos contener o redirigir.

 

Esto forma parte, lógicamente, del propio proceso psicoterapéutico en el que estamos implicados tanto quien me visita como quien firma este escrito. En ello, suele ser beneficioso que el profesional pueda aportar ejemplos más o menos personales, que posibiliten que el paciente detecte esas mismas situaciones en su vida.

 

¿Por qué digo eso?

 

Porque la relación asistencial tiene mucho de lo que es el vínculo entre la madre y sus hijos. Y si ahí intervenía mucho la comunicación en su sentido más amplio, aquí sucede lo mismo. El aprendizaje a partir de esta relación y de lo que en ella acontece, que siempre va a favor del desarrollo del paciente.

 

Un abrazo

 

Dr. J.M. Sunyer