83)TENGO UN GRUPO VARIADO, Y NO SÉ NI CÓMO COMENZAR NI QUÉ VOY A ENCONTRAR

83) Bueno, ¡uf! En menuda situación me estoy metiendo. Tengo un grupo de ocho personas, cinco mujeres y tres varones. De edades de entre los 35 años y los cincuenta y tres y la verdad no sé ni cómo comenzar ni con qué me voy a encontrar.

 

Entiendo que estés asustada. Pero no hay que asustarse ni exagerar. Creo que un grupo de psicoterapia es un espacio al que hay que dar mucha normalidad. Sin trivializar la experiencia porque, en realidad, es una situación de comunicaciones normales. Posiblemente tan normales como las que se dan en la calle, solo que aquí no venimos a hacer amigos ni a establecer relaciones sociales; y con una particularidad: el objetivo no es social sino psicoterapéutico. Por esto te digo que de entrada hay que decir «hola», sabiendo que ese hola tiene un matiz que no lo tendría si estuvieses en la calle. Presentarse y darles la bienvenida, acogiéndoles. Y esto hay que hacerlo teniendo muy en cuenta que nos encontramos ante unas personas que están ahí para recibir atención psicológica. Por esto, tanto el «hola», como la propia presentación, deben realizarse sin exageraciones. Y mirándoles a la cara. Y al mirarles, tratar que ese hola y esa presentación se dirija a todos y a cada uno de ellos. Y al tiempo, trata de captar qué pueden estar sintiendo, cómo están y en donde están sentados, cómo visten y cómo se presentan ante el grupo. E incluso puedes decir algo sobre tus propios nervios. Aquí todos somos iguales.

 

Esta presentación del conductor ha de ser lo más discreta posible, pero también lo más cercana. Piensa que somos un punto de especial referencia para todos ellos, y que de nuestro proceder se desprenderá buena parte del suyo. Una bienvenida y una presentación pausada, sin demasiados abalorios, dando tiempo para ir viendo cómo reacciona cada uno ante lo que estás diciendo. Y tras la presentación pero sin atosigar con la información que se da, señalar dos cosas: por un lado, volver a explicar los objetivos para los que estamos reunidos; de otro, las normas y el marco de trabajo (horario, etc.). Y remarcar que aquí estamos para poder hablar de cualquier tema, de cualquier cosa. El grupo es de todos.

 

El primer encuentro es duro. Es duro para todo tipo de pacientes, y lo es por el monto de ansiedad que despierta. Slavson (1976) nos recuerda que todos los grupos provocan al comienzo ansiedad en todas las personas (…) el grado de ansiedad disminuye en relación con la familiaridad y la antigüedad de la pertenencia al grupo. (:36). Este dato no es baladí. Todos tenemos un nivel de tensión más o menos elevada. Encontrarse con un grupo de extraños no es una experiencia anodina. Posiblemente el conductor tenga un nivel de ansiedad menor, dado que su posible mayor experiencia y su posición relativa en el grupo parecen poderle mantener en un estado algo más tranquilo; pero esto no es totalmente cierto. Y aunque Kadis (1974), nos señala que la primera reunión de terapia de grupo (…) engendra angustia tanto en el paciente como en el terapeuta (…). En consecuencia es esencial que el terapeuta esté consciente de la diversidad de respuestas y resistencias más comúnmente usadas en la sesión inicial de un grupo con el fin de estar mejor preparado para afrontarlas (: 82), ésta es una situación que no deja de ser anómala y artificial para todos. Creo que si los profesionales no hemos tenido estas experiencias (y digo éstas para remarcar que deberíamos estar en las mismas circunstancias en las que ponemos a los pacientes), nos puede resultar difícil entender la complejidad del momento. Incluso en el caso de que los pacientes sean conocidos por ti y hayan tenido una experiencia psicoterapéutica contigo, sigue habiendo una gran incertidumbre.

 

En efecto, si piensas en tu experiencia entrando en este grupo, quizás te resulte menos difícil pensar en la de ellos. ¿Qué tienes ante ti? ¿Qué ha sucedido en el mismo momento en el que les has dicho «ya pueden pasar» o has entrado en el grupo en el que estaban sentados? ¿Cómo te sientes y qué rondaba por tu cabeza antes de entrar? Estás en otra dimensión relacional, te encuentras entre personas casi de igual a igual, con diferentes motivos para estar ahí (tú también tienes tus motivos, recuerda) ¿cómo te vas a relacionar con todas ellas? ¿Cómo les vas a caer? ¿Cumplirás sus expectativas? ¿Cumplirán las tuyas? Ante tus ojos se encuentran un determinado número de personas que, más allá de cómo sea cada cual, no dejan de representar para ti, «objetos» (en el sentido psicológico) cuyo comportamiento desconoces. ¿Cómo te vas a relacionar con todos y cada una de sus combinaciones? ¿Qué va a representar para ti cada uno de ellos? Ante ti se abre un mundo desconocido. Y también para ellos. La matriz que se forma contiene las interdependencias vinculantes que se iniciaron con las entrevistas que mantuviste con ellos. Y vienen cargadas de las experiencias con los profesionales que les habían atendido antes. Todo ello se actualiza en estos momentos. Todos y cada uno de los que estáis en este grupo trata de ubicarse en una posición que le sea cómoda respecto al otro.

 

Wolf (1967) lo expresa de manera muy clara: Cuando ocho o diez personas han sido preparadas mediante análisis individual para ingresar al grupo, el terapeuta convoca a una reunión inaugural. A todos se les ha pedido revelar sólo el nombre de pila en parte para guardar anonimato y en parte para crear una fácil atmósfera de confianza (:12). Ahí el conductor se coloca en una posición ventajosa (ya conoce previamente a cada uno de los componentes del grupo y ha establecido con ellos una relación particular, analítica.), y les pone en una posición un tanto paralizante al condicionar su presentación, limitándola sólo al nombre. La idea de «crear una atmósfera de confianza» es clave, aunque para ello no es preciso señalar que sólo revelen su nombre de pila.

 

Creo que si estamos en un grupo en el que la idea es que no haya secretos, al indicar lo que se debe y no debe decir, estamos acotando los espacios de libertad. ¿Cómo te presentaste tú? ¿Por tu nombre, tu profesión…? Añade el mismo Wolf, el analista hace lo que puede para prolongar la informalidad (…) al iniciar la sesión sienta a sus pacientes en un círculo al que se une él mismo, y sugiere la tarea que se ha de seguir. No se apremia a nadie a realizar ninguna actividad durante la primera reunión (:12). Creo que las indicaciones son muy claras: «hace lo que puede», que no es poco; aunque la informalidad proviene de la actitud del profesional, de la tuya. Y en cuanto a «sugerir la tarea» me limitaría a indicar que estamos aquí para hablar, para interactuar, para poder entender al máximo el porqué de nuestros sufrimientos y malestares, y hacer lo posible por ayudarnos. Y déjate guiar por la intuición. ¿Por qué te dejaron aquel sitio y no otro? Quizás sea una pregunta que no tenga respuesta, por ahora. Este ya es un aspecto de la matriz que se está constituyendo. Cómo se han presentado, qué han dicho de sí mismos, a quien miraban más y a quien menos, dónde se habían sentado…, todo esto es parte de la radiografía que ya estás realizando. Y ellos también.

 

En lo concreto, Slavson (1976) nos sugiere otra forma de entrar: El terapeuta abre la primera sesión diciendo que los que allí se encuentran presentes han acudido porque se sentían incómodos y no eran felices y sentían la necesidad de un tratamiento que los liberara de sus dificultades. El propósito del grupo consiste en prestarles esta ayuda mediante la posibilidad de hablar a fondo, todos juntos, sobre las cosas que les perturban (:259) y añade más adelante: Formula entonces dos reglas: todos y cada uno de los miembros pueden decir lo que deseen, en cualquier momento que ello se les ocurra, aún cuando lo que vayan a decir no parezca guardar relación con la conversación que se está produciendo; y que todo lo que ocurre en el grupo debe considerarse confidencial y no debe ser repetido ni comentado fuera de las entrevistas (:259) Sería una forma de empezar. Como te dije en una pregunta anterior, tras tu presentación, aludes a lo que venimos a hacer y a cómo lo vamos a tratar de hacer. Pero hazlo de forma natural, sin formalismos. Prefiero que se señale que estamos aquí por diversos motivos que iremos aclarando con el tiempo y para poder hablar lo más libremente posible de todo lo que nos apetezca: nada está prohibido excepto el dañar a un compañero. Esta reiteración me parece importante porque conviene aclarar lo que vamos a hacer y cómo.

 

Rutan y Stone (2001) llaman a esta fase, de iniciación, e indican que su principal característica es la similitud de respuesta hacia los aspectos emocionales y el trabajo a realizar por los miembros del grupo. (2001:38). Es un momento delicado ya que, como señaló Kadis (1974), la primera sesión marcará la pauta que seguirá el proceso y movimiento terapéutico del grupo (:87), lo que a mi entender es absolutamente cierto. La vida de las personas en un grupo viene marcada por las características de nuestros primeros encuentros. Y así, en nuestra experiencia grupal como en la vida, nuestro devenir está marcado por un determinado inicio en nuestro grupo familiar. Y lo es porque cada miembro debe irse ubicando respecto a los demás; situándose y situándolos. Creo que te comentaba que cuando Elias nos habla de las interdependencias, una forma de expresarlo es que cada miembro del grupo está atado al otro mediante gomas elásticas. Esta imagen expresa justamente esto: cómo cada uno toma posiciones respecto al otro, posiciones que no son rígidas sino dinámicas. Hoy está en una posición y mañana en otra. Dicho de otra forma: la valoración que cada uno haga de la situación y el encuentro determinará la articulación de las fuerzas de poder respecto a los demás y desde los demás componentes, incluido el conductor. Recuerda que la fuerza de gravedad con la que cada miembro atrapa y es atrapado por el otro, irá determinando el tipo de matriz. Y eso se irá desarrollando gracias al lenguaje, a la comunicación tanto verbal como no verbal.

 

Siguiendo con Rutan y Stone, vemos que son varias las denominaciones que diferentes autores dan a estos momentos: Yalom denomina a esta fase como de «cooperación, participación dudosa y búsqueda de significado» (1975:303); Hill y Grunner (1972), Fried (1971) y Shutz (1958) ponen el acento en el aspecto de la inclusión. Los que tienen una visión más psicoanalítica (Bennis y Shepard, 1956) ponen el acento en los aspectos de la dependencia en esta fase inicial. Savaray (1975) lo vincula con la fase oral del desarrollo infantil. Day (1981) pone el acento tanto en la dependencia ante las necesidades que tienen los pacientes y en la inevitable competición con los otros. Slater (1966) pone el acento en que el principal problema es el temor a ser controlado o engullido por el grupo, y también en la deificación del líder como una respuesta típica y normativa (2001:38). Claro que más allá del término con el que definimos estos momentos, la reflexión debería ir hacia lo que hace el conductor en estos primeros compases, qué posición relativa respecto de cada uno va adoptando y cómo se entiende lo que tenemos que hacer aquí.

 

¿Y qué tenemos que hacer? Kadis nos dice que la meta del terapeuta es la de iniciar un proceso dinámico de modo que los miembros del grupo puedan ayudarse entre sí a manifestar sentimientos, producir transferencias y analizar las resistencias concentradas alrededor del material que les es emocionalmente significativo (1974: 90). A mi modo de ver, el conductor debe mostrar una actitud que facilite ese la creación de un espacio de encuentro, adaptándose a las características de las personas del grupo. Creo que debe huir de supuestas actitudes teóricas y acoplarse a la realidad del grupo que percibe. Tiene que adaptarse a las personas con las que va a trabajar. Ello garantizará lo que Wolf señala: Si se ha desarrollado una buena armonía del grupo además de la atmósfera de tolerancia, alentada por la revelación de sueños, fantasías y problemas críticos, la segunda etapa del análisis en grupo se ha cumplido. (1967:16) Ahí aparece una nueva idea: la «confianza» y para ello, quien primero debe cumplir las reglas eres tú. Es decir, debes poder ubicarte con libertad ante los demás, y al mismo tiempo facilitarles esa misma libertad. Crear un espacio de tolerancia, de confianza, facilitas la salir de aquellas actitudes y comportamientos más del pasado que de la situación real actual. No siempre es recomendable mantenerse en silencio. Depende cómo respire el grupo deberás estar más o menos presente. Ahora estamos en tiempos de monólogos. Cada uno habla de sí mismo.

 

Cuando te encuentras ante personas que no conoces, si alguien te introduce te sientes bastante mejor, ¿verdad? En este sentido el conductor ejerce una función materna importante: sirve de conexión entre el mundo individual y el grupal. De hecho, en la fase previa a ese momento, tú te has ido formando una idea del mismo. Ha sido un proceso en el que, desde que emergió en ti la posibilidad de llevar un grupo hasta ahora, han pasado muchas cosas. Ha sido un largo embarazo. Y tras el parto, la madre experimenta una particular relación con el bebé que Winnicot denominó «preocupación maternal primaria». Pues algo similar sucede ahí. Es un momento de vivencias cercanas a lo psicótico, en las que se da una cierta ruptura o disminución de la membrana psíquica de la madre que le permite intuir lo que le sucede o lo que demanda el bebé. Esto posibilita que exista una continuidad de relación madre-bebé, y el bebé pueda transitar mejor desde su posición intrauterina a la extrauterina.

 

Algo similar sucede ahí. Cada miembro del grupo viene de un mundo particular en el que en algunos casos había establecido una particular relación contigo y en otros no, ya que algunos no te conocían. Ahora se encuentran ante una nueva situación, extrauterina; ahí, la capacidad y sensibilidad del conductor juegan un papel crucial: ayudarles a pasar desde una posición relativamente cómoda, que era la que se había establecido contigo, a otra totalmente incómoda y que es la de las relaciones interpersonales. En realidad este paso es similar al que van a tener que realizar desde el autismo en el que la sintomatología les coloca a la socialización que el grupo les propone. El conductor es, como en el contexto familiar lo es la madre, un punto de anclaje entre el individuo y el grupo. La madre es el elemento que socializa al bebé; y aquí lo es el conductor. Eso, cuando se de, posibilitará el paso del monólogo al diálogo.

 

El conductor actúa como el representante yoico más elaborado, capaz de ir conjugando los diversos aspectos que constituyen el grupo. Este representante yoico se constituye, en estos momentos de máxima actuación de las funciones convocante, conductora, verbalizadora, higiénica y teorizante, en el unificador de los componentes del grupo en torno a la dura tarea de constituirse y desarrollarse como tal grupo. Con todo ello, y en terminología de Vinogrodof y Yalom, podremos decir que siempre que se reúne a un grupo de personas, se desarrolla una cultura, un conjunto de reglas y normas no escritas que determinan el procedimiento conductual aceptable del grupo. El líder debe crear en la terapia de grupo una cultura grupal en la que se produzcan interacciones enérgicas, sinceras y eficaces (1996: 63).

 

En efecto, aquí el representante yoico tiene la función de ir sentando las bases de una relación a la que no están acostumbrados quiénes tenemos ante nosotros. Porque es una relación cercana, íntima. Recuerda que la patología proviene de la ruptura de los lazos de comunicación con los miembros significativos del grupo al que pertenece una persona. Ello significa que la red de relaciones en la que esta persona se ha ido constituyendo presenta serias carencias de interrelación. En estos momentos, lo que como conductora les estás ofreciendo es justamente la posibilidad de construir una nueva red de relaciones al tiempo. Y que en ella podremos constatar las diferencias entre ésta y la que en su momento tuvieron como red fundamental. Y esa red va a surgir de lo que todos vayamos aportando y, en especial y sobre todo al principio, de lo que tú aportes como conductora.

 

Desde la función verbalizante, tu aportación va dirigida a varios objetivos:

a)      incorporar a los miembros del grupo,

b)      establecer los primeros lazos de relación verbal,

c)      a poner palabras a las ansiedades que se están activando

Y todo ello para que la matriz de interdependencias vinculantes que se está tramando tenga clara la finalidad: hablar de nosotros entre nosotros, incluido el conductor.