28)¿POR QUÉ DEBERÍA ORGANIZAR UNO O VARIOS GRUPOS DE PSICOTERAPIA?

28) Hasta ahora, de acuerdo. Ya puedo empezar a valorar la posibilidad de ser la conductora de grupos psicoterapéuticos. ¿Por qué debería organizar uno o varios grupos de psicoterapia? Se me ocurre que una de las razones podría ser de tipo económico, ¿qué me dices al respecto?

 

En cierto modo un grupo es mucho más rentable que el trabajo individual. Pero esta idea hay que matizarla, porque corre el riesgo de ser tomada de forma muy interesada. Trabajar en grupo es mucho más rentable que trabajar individualmente ya que si consideramos el coste de éste último, con sólo multiplicar ya tenemos una idea de lo que estamos hablando. Le resulta más económico a la Administración y al paciente. Pero deja de serlo desde el momento en que se equiparan tiempo y tipo de trabajo: ¿por qué hacer el esfuerzo de trabajar en grupo si ganaré lo mismo y trabajaré más o será más complejo? Si nos ponemos a pensar en ello, trabajar con una persona a la que le dedicaré… ¿media hora, tres cuartos?, tiene ventajas. A malas, si tenemos que anular una sesión, solo afectará a una o a dos personas. Y el control que se ejerce sobre el paciente es mayor…

 

El trabajo en grupo requiere muchas veces no sólo la hora y media de trabajo, sino un tiempo de “limpieza de quirófano” que no se contabiliza. En muchas ocasiones se precisa de otro profesional que ayude en la conducción. No es tan fácil anular una sesión porque son más personas las implicadas… Como puedes ver la situación es compleja porque, además, no se valora el esfuerzo intelectual, afectivo y técnico que se debe realizar para llevar un grupo adelante; y la preparación que ha requerido.

 

Si lo planteas desde el punto de vista económico entramos en un terreno delicado en el que se perciben los elementos antigrupales que comentaremos más adelante, es decir, aquellos aspectos que tienden a deteriorar, devaluar, desacreditar o incluso  a destruir la actividad y desarrollo de un grupo. Pero hay otro aspecto que no es el crematístico: las energías, los esfuerzos, que se invierten en el proceso grupal se rentabilizan más fácilmente porque no sólo afectan a quien interviene en el grupo sino a toda la matriz de relaciones con las que está entrelazado todo miembro del grupo, incluido el conductor.

 

Creo que debieras organizar uno o más grupos si consideras que te compensa las ventajas –también económicas –que supone ese esfuerzo: ventajas a nivel intelectual, profesional, de investigación. También si consideras que las dificultades se ubican no en el individuo sino en sus relaciones con los demás; lo que va a suponer una implicación personal importante. Y, sobre todo, por que te guste.

 

Como puedes comprobar, Lola, nos hemos metido en un berenjenal complicado. Según como se tome lo que digo, va a parecer que para los que trabajamos en grupo, vamos, ¡como que no hay cosa más rentable! Y no es así. Lamentablemente cuando uno constata el valor que las compañías aseguradoras y los propios Colegios Profesionales[1] atribuyen al trabajo grupal nos damos cuenta de qué estamos hablando realmente. Hay una devaluación de lo que supone para el profesional la conducción, la responsabilidad del trabajo que asume, la complejidad técnica y el riesgo que se corre en un grupo. Este terreno, como todo lo que tiene que ver con la “Psi”, fácilmente adquiere valoraciones de “charla de café”, devaluándolo de forma absoluta. Creo que ahí se expresan muchas de las importantes resistencias sociales. Y sin pretender reivindicar un estatus de privilegio para los que nos dedicamos a esa tarea, lo cierto es que, si comparamos las responsabilidades, la preparación y la contaminación que provienen del trabajo grupal, no se suele ser muy justo en este tipo de reconocimientos y valoraciones. Como ejemplo un botón: es mucho más fácil anular unas cuantas visitas individuales que una sesión de grupo, ¿por qué será? O, ¿por qué el “fracaso” de un grupo afecta tantísimo si lo comparamos con los “fracasos” en el terreno individual? Si pensamos en la parte crematística, Dies R.R. (1995) comenta el trabajo de Winick y Weiner (1986) que han mostrado que aunque los honorarios típicos que se cobran por psicoterapia de grupo han aumentado de manera sustancial en años recientes, las cuotas aun están significativamente por debajo de aquellas calculadas para terapia individual (1995:466). Entiendo que todos sabemos multiplicar, pero no podemos establecer comparaciones entre un tipo de tratamiento y otro. El grupal es más denso, complejo, complicado e implica más componentes que el trabajo individual.La preparación que se precisa –también en las psicoterapias individuales, pero ahí no me voy a meter –es mucha. Tendremos que pensar en otros aspectos.

 

Mira lo que nos dicen al respecto Vinogradof y Yalom (1996), aunque la psicoterapia de grupo es más rentable, sus ventajas van más allá de las simples consideraciones económicas: es una forma de tratamiento que utiliza propiedades terapéuticas que no comparten otras psicoterapias (…) se apoya en el escenario grupal (1996: 22). Estas palabras son sugerentes ya que introducen la idea de “escenario grupal” y que alude a la situación que crean unas personas, bajo la conducción de un profesional, lo que les aporta una serie de beneficios que les siguen animando a trabajar en grupo. El escenario grupal alude a la creación de un espacio compartido en el que se habla de uno mismo, de cómo se ve a sí mismo y cómo ve a los demás, y de cómo le ven a él; hay quienes incluso lo ven como un espacio en el que intentar otras formas de funcionar o de ver el mundo y verse a sí mismas. Y también podríamos pensar, en compañía de Rutan, J.S. y Stone, W.N. (2001) en la existencia de aspectos socioculturales, de la propia dinámica de cambio y los denominados factores terapéuticos. Pero además, por escenario grupal debemos entender el conjunto de personas que constituyen el marco de tratamiento, es decir, el equipo de profesionales que sostiene la existencia de ese grupo de psicoterapia. Es decir, el grupo no es solo el conjunto de personas que coparticipan de un trabajo psicoterapéutico durante un tiempo y período determinados, sino que incluye al abanico de profesionales que sostiene y atiende a estos pacientes y, en muchos casos, a sus familiares.

 

La existencia de elementos que provienen de la situación cultural en el que nos encontramos viene recogida por Ettin al aportar una idea de Foulkes, la de las fuerzas holísticas y la compenetración humana, la ubicación de los miembros en el contexto de las comunicaciones y de las relaciones y la preferencia a priori de la intersubjetividad más que interpretaciones interpersonales[2] (Ettin, 1997:45) (citado por Rutan y Stone, 2001:58); o estos mismos autores, recogiendo palabras de Slater 1966, señalan que un principio central de la psicoterapia dinámica de grupo es la noción de que las personas, a través de sus interacciones, recrean su situación social, por lo que el grupo se convierte en un microcosmos de sus vidas cotidianas[3] (Rutan y Stone, 2001:59). Es decir, la propia vida grupal activa una serie de elementos que van más allá de los meramente individuales que son los que favorecen el proceso terapéutico. Y dentro de esta línea, por citar a alguien que fue influyente en mi desarrollo profesional, fíjate en lo que indica P. O’Donell (el grupo) reproduce –como no puede dejar de hacerlo- las características del contexto socioeconómico (O’Donell, 1974: 9) Y a partir de ahí podemos ir comprobando un planteamiento de lo grupal bastante más radical de lo que se puede leer en otros textos. Esta concepción del grupo o de la psicoterapia de grupo que acabo de reproducir “es uno de los pilares de mi concepción de la psicoterapia grupal y se opone a la difundida creencia de que los grupos, ante la actitud “pasiva”, “no inductiva” del psicoterapeuta tradicional, se dan sus propias normas; como si un grupo significara un sistema cerrado de características que le son exclusivas, propias” (O’Donell, 1974: 9) Su concepción, no sólo del grupo sino de la propia actividad terapéutica es también revolucionaria: ser psicoterapeuta grupal supone tener conducta plástica, abierta, activa, no sólo ante los miembros del grupo, sino, y esencialmente, ante el conocimiento (O’Donell, 1974: 16), y define el grupo psicoterapéutico como un campo delimitado teórica y técnicamente en el cual interactúan las conductas de todos sus miembros, pacientes y terapeuta(s), y que permite el intento de descifrar el contenido latente individual, interpersonal y social de las manifestaciones verbales, gestuales, corporales, espaciales, etc., de aquellos y desvelar, parcial o talmente, su génesis, intencionalidad y estructura (O’Donell, 1974: 26). Olvida, mi amigo O’Donell, la función sostenedora del equipo de profesionales y, por extensión la de la institución que los enmarca. La experiencia nos indica permanentemente que la actividad que se da en el seno del grupo de psicoterapia reproduce muchos de los aspectos de la dinámica que se da en el seno de los equipos y de la institución. En consecuencia, el trabajo psicoterapéutico trasciende los límites del paciente para repercutir en todos los sentidos en el campo familiar, social, del paciente y en los que enmarcan y definen el contexto de tratamiento. Esto, en sí mismo, ya es un conjunto de razones por las que debiéramos organizar grupos de psicoterapia.

 

En efecto, el trabajo grupal, y específicamente el de orientación grupoanalítica, supone el reencuentro y reubicación del sujeto en el contexto social y grupal al que pertenece gracias a la importancia que se da de la reproducción de aspectos de la matriz con la que cada uno llega al grupo y al desarrollo de una matriz grupal nueva, diferente, a partir de las aportaciones de los demás miembros del grupo. La posibilidad de que vaya incrementando el conocimiento y comprensión de su funcionamiento en el contexto al que pertenece permite una visión crítica del mismo y que se potencien las capacidades de modificación de esos contextos. El sujeto deja de ser el “padeciente” único para ver esa parte padeciente del grupo familiar y social al que pertenece, para poderse desligar de ello. Pero también ve la parte beneficiosa, individual y colectiva, del propio padecimiento. Esto facilita un nivel de salud que no tenía anteriormente y que bajo otros abordajes no puede realizarse, resultando, en consecuencia, un beneficio económico subyacente a favor del tratamiento grupal. Es decir, tratando al individuo también estamos ejerciendo una influencia terapéutica en su entorno inmediato.

 

Otro nivel de beneficio económico atañe a las instituciones que promueven este tipo de abordajes psicoterapéuticos. En la medida en la que una institución ofrece no sólo espacios de psicoterapia de grupo sino la posibilidad que deriva de esta forma de pensar en grupo, esta oferta afecta a los miembros que la constituyen. Esto, en sí mismo ya supone una mejora en la oferta asistencial que se realiza con la consecuente implicación de todos los miembros que participan de los tratamientos ofertados. Pero además, hay que valorar el impacto social que los centros  pensados desde la idea grupal pueden tener en el contexto social al que pertenecemos todos. Cuando uno de ellos presta atención grupal y ésta se realiza en condiciones de calidad, tiene un impacto muy elevado en la comunidad en la está situado. Ello conlleva que la población perciba que dispone de recursos adaptables a sus características y que será atendida conforme a ellas, sobre todo cuando se puede ofrecer asistencia a costos más económicos de igual o mayor calidad. La comprensión grupal de todo ser humano, no sólo del pa(de)ciente, conlleva la posibilidad de repensar los mecanismos sociales y su impacto para favorecer niveles de bienestar más generalizado.

 

El tercer bloque de aspectos que nos traen Rutan y Stone, alude al beneficio de los factores terapéuticos. Ya te hablé de ellos junto a los psicoterapéuticos, pero sí quiero subrayar, Lola, que Foulkes señala unos los siguientes aspectos que estarían vinculados con los factores terapéuticos. Dice que se le saca al paciente de su aislamiento para introducirlo en la situación social en la que puede sentir como adecuada; (que) la comprobación por parte del paciente de que otras personas tienen similares ideas, ansiedades o impulsos patológicos; (que) se tocan muchos más temas y es mucho más fácil hablar de ellos cuando otros pacientes lo sacan; que se dan explicaciones e información[4] (1964:33-4). Todos estos aspectos permiten pensar que el grupo de psicoterapia es el espacio idóneo para poder lidiar, de la misma manera que debemos hacerlo a diario en nuestros grupos de pertenencia, con los sentimientos que se nos activan a cada instante y cuyas consecuencias acaban desembocando en la patología psicológico psiquiátrica que es la forma de expresar nuestros profundos y en ocasiones graves malestares personales. Malestares que, te recuerdo, Lola, provienen de niveles de aislamiento importantes, a veces incluso, dramáticos, en los que se encuentran estas personas.

 

La conceptualización del grupo de psicoterapia, en especial la grupoanalítica, hace que en cada grupo se trabaje a varios niveles. La experiencia coincide con lo que Nitsun señala como “Espejo Organizativo”. En el grupo se actualizan aspectos que tienen que ver, fundamentalmente, con la vida y con la estructura familiar en la que cada paciente se ha ido construyendo. Su sintomatología, su sufrimiento se expresa de forma que a través de la relación que se da en el grupo, se actualizan y visualizan las complejas estructuras con las que de forma individual va por su vida y también aquellas que le han ido conformando como persona sufriente. Pero es que se da la particular circunstancia que en ese mismo grupo se actualizan también elementos que guardan relación con las interdependencias que estas personas, conductor o conductores incluidos, establecen con el contexto en el que se desarrolla el grupo. Ese aspecto, que fue expuesto de forma muy elemental y sencilla por mí mismo (Sunyer 1997) a raíz de lo que aprendí en el Hospital de Día del Hospital de Basurto, posibilita que el o los profesionales que conducen el grupo dispongan de elementos de análisis complementario y que guarda relación con la institución en la que trabajan.

 

En efecto, estos profesionales pertenecen a una red, a una matriz asistencial (más allá de la personal, pero ahí no entro) que no sólo reproduce muchas de las características que emergen en los grupos que se generan sino que contribuye a que en esos mismos grupos se activen mecanismos de funcionamiento y relación parejos a los que se dan en el equipo al que pertenecen los conductores. Eso significa que, si somos capaces de utilizar los grupos con los que trabajamos como elemento de reflexión y saneamiento institucional, las ventajas económicas y psicoterapéuticas que tienen los grupos de pacientes, se trasladan a los equipos que los sostienen. El efecto normogénico que generan estos grupos en los equipos es ya otra de las razones económicas y profesionales con las que deberíamos poder y saber contar. Pero es más, coincidiendo con lo que Nitsun ya señaló, puedo indicarte, Lola, que esos efectos se trasladan y tienen su influencia en las sucesivas capas que van sosteniendo y posibilitando esos grupos psicoterapéuticos. Es decir, el efecto beneficioso del grupo no sólo atañe a los miembros que lo constituyen sino que se expande a los diversos niveles de la estructura que constituye la matriz de relaciones, de interdependencias vinculantes con los que vivimos todos los que formamos esos grupos. Esto es una alusión a la tan necesaria supervisión de los equipos en los que se trabaja con grupos. Es algo que a las instituciones les cuesta entender. Es algo que en mi región, en la que nací y en la que actualmente vivo, se cuestiona: al no haber “evidencia científica” de la necesidad de supervisar el trabajo grupal, se suprime. Grave, ciertamente, grave.

 

[1]Según el cuadro de honorarios profesionales para el año 2007 del Colegio de Psicólogos de Cataluña, la tarifa de “terapia de grupo por persona” es de 15.41€. Algo similar sucede con algunas compañías aseguradoras.

 

[2] Traducción del autor.

[3] Traducción del autor.

[4] Traducción del autor.