Resumen. En este escrito expongo lo que fue sucediendo a partir del primer momento de nuestro encuentro, lo que me permite hablar sobre una de las funciones principales del hecho de conducir un grupo.

Palabras clave: función, función convocante, confianza, grupo.

Introducción

 

Para comenzar esta serie de cuatro entregas me voy a centrar en la figura del conductor. No sé si las otras tres girarán en torno a otros aspectos; quizás no, quizás opte por centrarme una y otra vez en ella ya que los que acudís a este curso ya sois conductores de grupo, y tengo por costumbre no ceñirme a un temario previo y a caminar al son de los pasos de quienes acuden a un curso. En cualquier caso, la bibliografía recoge uno de mis libros y en él tenéis más información de la que os pueda brindar.

¿Conductor?

 

Posiblemente os sorprenda la palabra conductor. Proviene de una mala adaptación de la palabra inglesa, conductor, que en el idioma de His magesty, alude a la función de lo que en nuestro idioma sería el director de una orquesta. Cierto que en español (y también en catalán) la palabra conductor hace referencia a aquel que dirige algo, que lo gobierna y guía hacia algún lugar. De hecho, en el diccionario de la RAE (Real Academia Española), conductor nos remite al que conduce; y esta palabra alude a:

 

1. tr. Llevar, transportar de una parte a otra. 2. tr. Guiar o dirigir hacia un lugar. 3. tr. Guiar o dirigir a un objetivo o a una situación. U. t. c. intr. 4. tr. Guiar o dirigir un negocio o la actuación de una colectividad. 5. tr. Esp. Guiar un vehículo automóvil.6. tr. desus. Ajustar, concertar por precio o salario. 7. intr. desus. Convenir, ser a propósito para algún fin. 8. prnl. Manejarse, portarse, comportarse, proceder de una u otra manera, bien o mal.

 

Y también es cierto que en el lenguaje común, la idea de conductor se concreta mucho en el que lleva un automóvil, es decir, la quinta acepción. Porque claro, la idea de “director de un grupo” nos suele sonar mal (reminiscencias de épocas política pasadas, seguramente). Sin embargo, si somos menos apasionados, la idea de conducir un grupo tiene su lógica: llevamos a una serie de personas hacia algún lugar, hacia un determinado objetivo que, en el terreno en el que nos movemos, guarda mucha relación con niveles mayores de salud.

 

Cierto que otros se denominan terapeutas o incluso psicoterapeutas. La primera es muy rica porque dado que la mayoría de vosotros no acudís a este curso para conducir grupos de psicoterapia, la idea de terapeutas me parece muy ajustada. Y ello porque esta palabra proviene del griego therapós, que indica aquella labor de acompañamiento, de apoyo, de socorro que alguien presta a otro. Sin embargo suelo preferir la palabra conductor. ¿Por qué? Quizás porque quien conduce también participa de lo que vive el conducido en tanto que el que ayuda no necesariamente participa de lo que le sucede al ayudado.

 

En Sunyer (2009) se mencionan varias funciones que constituyen los ejes en torno a los que giran los procesos terapéuticos y psicoterapéuticos, y que fundamentan las principales responsabilidades del conductor: la función teorizante, la convocante, la higiénica, la verbalizante y la presencial. De ellas, la convocante es posiblemente la que más ataques recibe por parte de los pacientes y por parte de la institución en la que cualquier grupo se desarrolla.

 

Fuisteis convocados mediante una oferta que realizaba la Diputación para realizar este curso. Dicha convocatoria había pasado previamente por un convenio con el abajo firmante por el que iba a convocar y por lo tanto a conducir el grupo. Y hoy, es decir, el primer día, una representante de la Institución me presentó y señaló que a partir de que ella dejase el aula era yo la autoridad. Esto forma parte de la función convocante. Es decir, quien convoca tiene la autoridad (y por lo tanto la responsabilidad) ante el grupo (en realidad, ante las personas que lo constituyen) y ante la Institución en la que el grupo se desarrolla. Y en este caso, dado que no pertenezco a la Institución sino que soy un agente externo a ella, no la represento. Pero en caso de que formara parte de ella, sería el representante de la Institución en el grupo. Y así es como nos ven los pacientes: además de ser los responsables del grupo, somos la institución, la representamos.

 

Hay una premisa básica: el conductor debe poder sentirse cómodo en lo que hace y en cómo lo hace. Y esto fue lo primero que hice. Tras saludaros expuse que estaba nervioso, intranquilo. Y luego os pregunté sobre cómo organizábamos la jornada, los descansos. Es decir, organizamos la forma de trabajar. Y luego pensé en la distribución del aula. Estaban las sillas dispuestas de una manera “típica” de seminario: filas y al frente (y en frente) la tarima con su ordenata y demás. Esta posición determina un tipo de relación. Por ejemplo, quien sabe se sitúa en la tarima, y quien no sabe en las sillas de enfrente. Además ese estar unos centímetros por encima señala un significado (más allá de los criterios típicos y racionales de que así se le ve más). Y como muy bien señalasteis, esta distribución no parece la más adecuada para hablar de grupos. Y cambiamos al círculo.

 

Si os fijáis hay muchos mensajes en todo ello. De entrada el conductor señala cómo se siente. Es decir, comienza a introducir en la relación un aspecto que guarda relación con los sentimientos, con sus sentimientos. Luego os propuso una participación en el cómo nos organizábamos a nivel de tiempos, descansos. Y luego hizo referencia a la distribución espacial. El grupo lo constituimos todos los que estamos en él, y nos distribuimos por un igual, uno junto al otro, para poder vernos las caras, y estando en un mismo nivel. Y al sentarme en un sitio casi opuesto al que oficialmente me correspondía, volvía subrayar el mismo mensaje.

 

Os pedí un dibujo y una definición que luego pusimos en la pared entre todos nosotros. Y tras presentarnos, comenzamos a opinar sobre ellos.

 

La consecuencia de haber realizado este ejercicio en el que hay un interés personal porque estoy recogiendo material al respecto, es que comenzamos a entrar en materia y, sobre todo, iniciamos una charla entre nosotros. Una charla normal a través de la que comenzamos a intercambiar algunas opiniones sobre “cosas que no entendíamos del (dibujo) otro” y de esta forma iniciábamos el establecimiento de lazos, vínculos entre nosotros.

 

Tras la presentación y los comentarios se inicia un diálogo sin tema, que no sigue un guión, que no se correspondía a un cuestionario que el profe había confeccionado. Era una charla que funcionaba fundamentalmente mediante la libre asociación de ideas. De las ideas que nos sugería el otro. Y el conductor del grupo solía decir aquello de “esta idea me hace pensar…” o “me sugiere…”, y de sugerencia en sugerencia abordamos casi sin darnos cuenta una serie de temas: la confianza, las normas, la figura del que lidera el grupo, la tarea que se realiza… la empatía. También se preguntaba por lo que pensarían los que no hablaban y se recogían comunicaciones no verbales como podía ser un bostezo “creo que te estoy aburriendo” o los ruidos del taladro.

 

Varios elementos están presentes. De entrada el conductor conoce que hay ansiedad, nervios. Es un estado afectivo normal y reactivo a las incógnitas que se abren por estar ante tantas personas desconocidas. Es decir, el conductor parece que lo que trataba de ir haciendo era que se movilizase el flujo de pensamientos, palabras y emociones para no quedarnos paralizados ante la ansiedad que todos sentíamos. Ese su hablar, ese dirigirse a unas personas en concreto, ese interrumpir lo formal de la presentación iba dirigido a disminuir en la medida de lo posible los niveles de ansiedad de todos y de cada uno de los que estábamos ahí. Lo que iban apareciendo eran cosas que estaban en la mente de quienes hablábamos y también cosas que sucedían y que estaban fuera del discurso verbal: una expresión de cansancio, un ruido insistente que aparecía ahí; e incluso se utilizaban algunas frases como si hubiesen sido expresadas a partir de la experiencia que estábamos teniendo aunque en realidad aludían a otra cosa. Y eso porque en la mente del conductor está la idea de que todo lo que sucede en el aquí y ahora tiene que ver con nosotros de forma que cualquier comentario realizado a partir de una experiencia externa al grupo también tiene que ver con cosas que suceden en él.

 

Apareció la palabra confianza. Y se centró en ella. Seguramente porque consideró que esa idea concentra buena parte del trabajo que se realiza con cualquier persona. Porque con-fiar, supone ese fiarse mutuamente, ese compartir la fe en que el otro no me traicionará. La fe en que nada de lo que aparezca en la relación será utilizado en mi contra. Pero sabiendo que no es algo que se establece inmediatamente sino que es un proceso que permanentemente está abierto y que en cualquier momento puede sufrir un revés y perder enteros; como la bolsa en el mercado de valores. Y el conductor señaló que de entrada no nos podíamos fiar. Que esa confianza es algo que deberemos ir ganando. Y que fundamentalmente dependerá del grado de confianza que inspire. Dicho de otra forma: una de las principales tareas del conductor es generar confianza.

 

Tras el primer descanso abordamos un caso. Y para facilitar la comprensión del mismo utilizamos una pequeña representación: la silla. Y en ella íbamos poniendo algunas de las cosas que formaban parte de esta “Joana”. Y nos fijamos en lo que decíamos y sobre todo en lo que no aparecía en la escena. Y a partir de estos comentarios comenzamos a hacer inferencias sobre la situación asistencial en la que estáis involucrados. Y en esta conversación aparece alguien que no está de acuerdo con una afirmación y otra persona señala que no se siente incluida en el caso que aparece. Esto da pie a que acabemos incluyéndola y viendo que varios habían estado en su misma situación laboral. Y aparecieron comentarios sobre las estructuras en las que trabajamos, y en las limitaciones que tenemos o nuestros condicionamientos.

 

Si recordáis el diálogo dio mucho de sí. Había una multiplicidad de elementos que nacían de la propia experiencia profesional y por lo tanto venía avalada por lo que todos y cada uno de vosotros tenéis. Pero el conductor parecía estar atento a quienes pudieran no estar en la misma onda de forma que cuando aparece alguien que lo confirma lo que hace es acompañarla; e incluirla. ¿Por qué? Volvemos a la confianza: el conductor debe estar atento a los miembros del grupo, a lo que pueden estar pensando o sintiendo. Esto significa que dentro de sus responsabilidades está la de incluir, la de incorporar a todo miembro; o al menos, a hacer lo posible para que se sienta incluido, o que sepa que puede incluirse cuando se sienta con ganas de hacerlo. Y esto es un proceso. Pero este proceso sólo se da si percibe que el conductor le tiene en cuenta, lo tiene en mente. Y por esto el conductor se fijaba en el lenguaje no verbal, y articulaba cosas que se decían en torno a “na Joana” con la situación del grupo. “es que Joana y los demás no vienen a hablar de sí mismos sino a aprender cosas para aplicarlas”, frase más o menos literal que alguien señaló y que rápidamente fue traducida en términos del aquí y ahora en el que estábamos.

 

Y a través de este diálogo iban apareciendo numerosas ideas que posibilitaron que en un momento determinado la que presentaba dijera: acabo de ver algo que no había visto. Este es precisamente el proceso y el resultado de esta reflexión que realizábamos. Porque posiblemente el conductor piense que en último término lo importante no es tanto lo que se viene a hacer sino el aprendizaje que resulta de la experiencia.

 

Luego, tras una pausa abordamos rápidamente algún elemento teórico que ya había aparecido a lo largo de la sesión.

 

Con ello lo que hacíamos era como cerrar el círculo: recogemos tras el trabajo realizado aportando aquellos conocimientos teórico-técnicos que justifican este curso.

 

La función del conductor, como podéis ir viendo, no es sólo la de enmarcar el trabajo y estar atento a aquellos aspectos de tipo administrativo que pueden emerger, sino algo así como ir tejiendo la malla de relaciones que aparecen. Tejiéndola de forma que todo lo que vaya apareciendo pueda ser digerido, incorporado constructivamente en lo que podría ser el aparato mental de cada uno. Y para ello no sólo hablaba, sino que incorporaba ejemplos utilizándoos como parte de su discurso como signo evidente de que os incluía en él. Esto significa que el conductor también elabora las diversas aportaciones que se realizan, escuchándolas y articulándolas de manera que acaben constituyendo ese manjar del que todos comimos.

 

Y creo que resultó agradable.

 

Un saludo.

 

Sunyer, J.M. (2009). Psicoterapia de grupo grupoanalítica. El proceso de coconstrucción de un conductor de grupos. Madrid. Biblioteca Nueva.

 

Los comentarios se refieren a las sesiones que he realizado con los profesionales que han acudido al curso que organizó la Diputación de Barcelona.