135) En muchas ocasiones hablas de horizontalidad. ¿Qué significa esto para ti?

135) En muchas ocasiones hablas de horizontalidad. ¿Qué significa esto para ti?

 

La horizontalidad total no existe. Es un mito al que mucha gente se apunta. Reconozco que es atractivo, pero falso. Por lo que solo lo puedo decir en tanto una dirección hacia la que caminar. Un punto de referencia lejano. Lo que significa para mi es establecer una relación con el otro —puede ser un paciente o un compañero— en la que seamos capaces de compartir idealmente, el 100% de lo que percibimos, pensamos, sentimos, etc., uno respecto al otro o respecto a lo que nos rodea. Salir, en la medida que seamos capaces, de la tendencia a establecer una relación vertical en la que uno determina y el otro acata. Uno sabe y el otro no. Aunque sabiendo que nunca uno y otro serán iguales ni estarán en el mismo sitio y posición. Si esta idea la trasladamos a los grupos, a las relaciones asistenciales y —por qué no— a las laborales y organizativas, igual podríamos acercarnos a la creación de una sociedad más humana. ¿No? Sabiendo que dentro de los humano se dan siempre fuerzas que tratan de dominar al otro. Ejercer una autoridad sobre él. Ahí está la base de las interdependencias vinculantes.

 

No me voy a extender ahora en este punto —que no deja de ser un añadido al texto publicado hace diez años—, pero permíteme unas pinceladas.

 

Si parto de la idea de N. Elias de homines aperti, debo considerar que entre todos nosotros se establece una corriente comunicativa mediante la que intercambiamos muchas cosas. Y de la misma manera que existen psicoterapeutas porque hay pacientes, también se da la recíproca. Unos y otros nos constituimos y nos necesitamos. Si esto es así —y cada día estoy mucho más convencido, a pesar de las grandes dificultades— el trabajo psicoterapéutico debería orientarse hacia esta meta: la horizontalidad. Porque aunque no lo creas, el paciente también tiene una autoridad sobre ti que no debes nunca despreciar. Y tu sobre él. Y el contexto sobre vosotros. Fíjate que la idea de interdependencia indica eso: todos dependemos mutuamente para todo.

 

Si trasladamos esa idea a la relación psicoterapéutica individual o grupal, ¿en qué medida estamos en disposición y actitud para sostener lo que los pacientes opinan, sienten o perciben de nosotros? Lo digo en serio. En qué medida estamos capacitados y dispuestos a aceptar que un paciente nos diga cosas que percibe de nuestra actitud, nuestras reacciones, etc. O que nos lo digan unos compañeros. Porque esa apertura de la que habla Elias, supone también la capacidad de compartir las percepciones, erróneas o no, que los otros tienen de nosotros. De la misma manera que en nuestra tarea asistencial somos —o deberíamos serlo— capaces de decirle a los pacientes lo que percibimos de sus actitudes y comportamientos.

 

En realidad es lo que pedimos en un grupo: que podamos hablarnos de todo lo que percibimos en el aquí y ahora de la relación. Hablarnos es primera persona del plural. Nosotros estamos incluidos en ella. Pero entiendo que eso no es fácil. Y no lo es porque volvemos al punto de partida: los fenómenos de poder siempre se establecen entre los humanos desde el minuto cero de nuestra existencia. Y no todos tenemos las mismas habilidades de manejarlo. Unos, especialmente aquellos que tienen más habilidades verbales, son más capaces de presentar argumentos que los que no las tienen. Pero, en ocasiones, estos segundos, tienen otras habilidades de las que no gozan los primeros. Y en este balanceo, en esta constante negociación de cuotas de poder, esta nuestra capacidad psicoterapéutica. Y su capacidad de salir de la parálisis de su enfermedad.

 

Solo falta creer en ello.